Vuela

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Está en shock. Paralizada.

No llega a asimilar del todo el giro que ha dado su vida en tan solo unos días. A Luis le ha tocado hacer de figura fuerte pero realmente es igual o más frágil que ella. Aunque sea él quien la abraza en ese sofá para tres son también sus lágrimas las que nota Aitana en su pelo.

Recuerda esas palabras que le hundieron y que le siguen hundiendo cada vez que resuenan en su cabeza.

- Padres de Álvaro Cepeda. -el doctor salió de aquella sala en la que había estado su hijo por más de dos días, desde que se dieron cuenta de que algo no iba bien-.

- Nosotros. -lo dicen casi al unísono-.

- Álvaro no ha podido con esto. Lo siento mucho. Cuando le quitemos todas las máquinas, los avisaremos para que pasen a despedirse.

Se dejó caer en la silla en la que había estado sentada todo ese tiempo y Luis optó por frotarse la cara mientras negaba y caminaba de un lado para otro.

Egoistamente, en ese momento también pensó en Nahia y en la suerte de que no estuviese ahí en ese momento. No tienen ganas de ser apoyo de nadie, ellos son los que menos apoyo para sí mismos tienen.

Se habían dado cuenta de los malestares de Álvaro y no dudaron en llevarlo al médico. Era un chico de diecisiete años que detestaba llamar la atención y quejarse de cualquier dolencia. Por ello, los médicos advirtieron de que no habían cogido a tiempo la infección.

Fue diagnosticado con infección en las vías respiratorias bajas. Una de las principales causas de expiración.

Ni siquiera los cuidados intensivos en uno de los mejores hospitales habían ayudado a que él venciese.

En ese momento se les pasaron miles de cosas por la cabeza. ¿Cómo le iban a decir a Nahia que su mellizo no iba a volver más? ¿Cómo le iban a explicar que no se pudo despedir porque ellos mismos denegaron la propuesta de acompañarlos al hospital? ¿Cómo iban a anular la promesa que le había hecho a Emma y a Laia de ir con ellas al cine?

Tienen miles de preguntas sin respuesta y una sola que Luis se atreve a hacer en alto.

- ¿Cómo vamos a vivir sin él, Aitana?

Y diferenciándose de todas las demás, esta sí tiene respuesta.

- No lo sé, Luis. No lo sé.

Decírselo a la familia no fue un trago fácil. Las caras de todos eran de puro dolor y esas caras, a pesar de ser las esperadas y naturales, no ayudaban nada a sus padres, a quienes ya les faltaba un pedazo de corazón.

Nahia tomó la firme decisión de escribir unas palabras a su hermano y leerlas en el funeral. Nadie se opuso. Si alguien tenía derecho, era ella, compañera de vida desde el primer día.

Ese mismo día se sentó en su escritorio y estuvo horas y horas llorando frente al folio que su madre le tendió. Dos días después lo leyó frente a toda esa gente que había formado parte de la vida de Álvaro.

“Para mi esto no es fácil. Hace apenas unas horas papá y mamá me dijeron que te fuiste, que te fuiste para no volver.

No esperaste para irnos de viaje juntos cuando cumplieramos dieciocho, ni para ver mi primer cortometraje, ese que me ayudaste a escribir cuando te conté mi inquietud por el teatro. No llevaste a las primas al cine para ponerme celosa y tampoco leíste eso que te escribió mamá y que prometiste leer por la tarde.

Te fuiste sin avisar, tan silencioso como siempre.

Recuerdo tus susurros en la habitación para que papá no escuchara que te habías enamorado por primera vez, tu primera caída en público y cómo nos reímos en plena calle hasta quedarnos sin aire. Tus risas en mitad de la noche después de que los abuelos nos mandaran a dormir porque ya era tarde o tus lágrimas porque el paso de baile que tanto habías practicado se te seguía resistiendo.

Álvaro, eres mucho más que una buena persona. Y digo eres porque después de mucho llorar todavía no he asimilado que no estás aquí, abrazándome como cada vez que veías una lágrima correr por mi mejilla. Aún así, siento tu abrazo y tu enorme sonrisa junto a mi, en este cuarto compartido no queriendo separarnos a pesar de la edad, como cuando éramos del tamaño de un guisante dentro de mamá, ese fue tu argumento para convencerme y ese es el mismo que uso hoy para darte las gracias por querer compartir tu mundo conmigo.

Gracias por ser hermano y amigo, por enseñarme a sonreír sin miedo y a llorar con ganas. Gracias, de corazón, por quererme como nadie.

No recuerdo un solo día en el que no te viera sonreír. Fuiste feliz, y eso me vale de sobra.
Prometo tomarme la vida igual que tú. Con el mismo positivismo y la misma alegría.

Vas a ser mi otra mitad, por siempre.”

Luis agarró la mano de Aitana con mucha fuerza. Después de todo, la vida les había sonreído.

Hechos pedazos y sonriendo. Dos sentimientos completamente opuestos, pero compatibles. Sí, se había ido, pero hubiera sido mucho peor nunca haberlo disfrutado.

Nadie entendía nada. “Un chico tan joven, tan sano, tan bueno…”, eso se repetía tanto que sus familiares más cercanos tenían que suspirar para dar siempre la misma respuesta.

Y ahora mismo, mientras oyen a la que ahora, en palabras estrictas y sentimientos difusos, es hija única llorar desde el salón se preguntan el por qué llegando siempre a la misma conclusión. Porque sí, porque todo pasa por algo. Porque quizás así a partir de hoy valorarán más la vida y el tiempo que tienen para compartir. Porque a lo mejor es verdad que Luis trabaja mucho y le apetecía más cantar en bares, como antes o porque Aitana no debe forzarse para cumplir plazos de una editorial cuando lo que más disfrutaba antes eran sus brotes de inspiración sentada frente a algo que de verdad la inspirara.

Porque, sencillamente, Nahia se acaba de dar cuenta de que la vida es demasiado corta como para desperdiciarla y una vez más vuelve a pensar que su hermano le da las mejores lecciones.

Ven a Nahia salir del cuarto, más calmada y con una media sonrisa esbozada. Rompen su abrazo para hacerle hueco en medio de los dos y ella acepta sin pensarlo dos veces.

- ¿Sabía que lo quería? -de momento, lo único que le preocupa es saber si su hermano se había ido sabiendo que ella, a pesar de las peleas y los piques, era, probablemente, quien más lo quería-.

- Por supuesto. -Luis no tiene dudas. Ha visto como durante diecisiete años esos dos niños han sido la mejor compañía el uno para el otro-.

- Siempre se lo podrás seguir diciendo. Podremos seguir diciéndoselo, todos. -Aitana busca la mano de Luis y la entrelaza con la suya-.

Con ayuda de sus padres hace eso que desde que su hermano no duerme con ella le nació hacer. Una despedida simbólica.

Las despedidas simbólicas se organizan desde el corazón, sin ser nada forzado. Por eso, Aitana y Luis le han dado carta blanca a su hija para que guarde el mejor recuerdo de la marcha de Álvaro.

Nahia ha escogido una suelta de globos verdes. Color favorito de su hermano por aquello de la esperanza.

Está junto a sus dos progenitores, en la terraza de su casa y a punto de hacerlo, pero recapacita y mira hacia el interior.

- ¿Me pasas ese rotulador, papá? -Luis la mira desconcertado pero enseguida entra a por la petición de su hija-. Ahora sí. -pronuncia Nahia mientras deja ver a sus padres, que ya están abrazados esperando el momento, la inscripción que hay en uno de los globos-.

“Vuela alto, tete”.

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Llegó el día.
Espero que no me maten mucho. Siempre les he mostrado las dos caras de la vida y la cara mala es esta.

Tranquilidad, el sábado Álvaro sigue con nosotros y les prometo que termina bien.

Nos vemos el sábado y nos despedimos. Hasta entonces, un abrazo que les quite las ganas de matarme. 💘

Vuela altoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora