A Aitana se le hace cuesta arriba la mañana.
La falta de inspiración no contribuye al capítulo que tiene que terminar hoy si quiere mantener su organización y entregar su trabajo en la fecha prevista por la editorial.
A pesar de que incluso se ha mudado a casa de Amaia esa mañana para buscar más ideas en ese maravilloso jardín, sigue bloqueada.
Pasea sin parar de un lado para el otro de la casa pensando en una historia de amor que sea lo suficientemente creíble como para poder desarrollarla luego y ganar grosor en el libro.
Cuando por fin encuentra algo valido con lo que trabajar, las llaves de Amaia en la cerradura y los gritos de Emma entonando un claro "tita Aitana" son el aviso que le indica que su jornada de trabajo allí ha terminado y ahora tendrá que irse a la biblioteca y rezar para que no haya ningún grupo de adolescentes frustrados con las matemáticas que le impidan llevar a cabo su cometido.
- Hola preciosa, ¿como te ha ido en el cole?
- Muy bien tita. Les he contado a todos que ayer fui al medico y no lloré.
- Pero eso es trampa, no te han hecho nada y el doctor era muy majo.
- Que bien que te parezca majo porque te tengo que pedir otro favor...- Amaia le pone cara de buena y Aitana ante esa mueca solo puede sonreír.-
Era la típica que siempre llegaba a todo pero a veces la figura de madre soltera y trabajadora se le tambaleaba.
- Dime.
- Le han dado hora para las pruebas mañana pero tengo que trabajar.
- Yo la llevo, doña estrés.
- Menos mal que nunca fallas.
Amaia opta por abrazarla y devolverle la poca calma que le queda después de pasarse toda la mañana haciendo borradores que no servirían para nada.
- Hasta luego chicas, esta tita ejemplar se va a seguir trabajando y escribiendo lo mismo nueve veces a ver si a la decima hago algo.
- Mucha suerte, lo vas a hacer genial.
Son las últimas palabras que Amaia alcanza a decir antes de que Aitana guiñe un ojo y tras colgarse su bolso y su maletín del ordenador salga de la casa dispuesta a acabar con la inspiración que le había llegado.
La biblioteca le recibe de puertas abiertas.
Un silencio sepulcral adorna cada una de las salas y generalmente están vacías pero ver el rostro de Mónica en una de las salas de estudio le hace plantearse si realmente la soledad es buena.
- ¿Se puede?
- ¡Aiti!
Probablemente la última vez que se hayan visto haya sido en un evento para escritoras.
Su mejor amiga de profesión y en ocasiones su única vía de escape.
- ¿En busca de inspiración?
- Claro, como cada vez que nos encontramos aquí.
- A veces esto es más difícil de lo que parece eh.
- Pero suele merecer la pena.
- Mucho.
- ¿Te aperece venir a comer?
- Claro.
- Lo único es que viene mi hermano, es un poco pesado pero hoy es el único día que podemos coincidir.
- No me quedará de otra que conocerlo.
De la misma manera que entró y sin haber sacado el portátil, vuelve a salir.
Se entretiene hablando de cosas sin sentido con Mónica hasta que paran en un bar muy cerquita de la biblioteca.
- Mira, ahí está.
Aitana tiene que parpadear dos veces para enfocar bien la situación que tiene ante ella.
Ese chico es el pediatra de su sobrina pero por si eso no fuera poco está sosteniendo entre sus manos un libro suyo, que casualmente es el favorito de la propia autora.
No le queda más remedio que acercarse e intentar disimular su temblorosa voz.
- Hola.
- ¿Acompañante de mi paciente?
- Esa misma.
Dos castos besos son el saludo permitido entre ellos dos y cuando Aitana tiene la oportunidad de tomar el libro en sus manos lo hace sin ningún tipo de reparo.
- ¿Nos acabamos de conocer y ya coges mis cosas?
- Técnicamente nos conocimos ayer, doctor Cepeda. ¿Cual es tu personaje favorito?
- Sonia, una mujer bastante enigmática.
- El mio es Marcos.
- ¿Te lo has leído?
- De hecho lo he escrito yo.
Luis no puede hacer mas que abrir su boca y fijar la vista en la portada del libro.
- Aitana Ocaña. Te llamas Aitana y no acompañante.
- Me has pillado, Cepeda.
