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En realidad, la que se quedaba mirando en silencio apoyada en las puertas no era Aitana, era yo.
Hoy me apoyo en una de las puertas más bonitas. La puerta que nos lleva al final.
Disfruta del último vuelo.

Hace nueve meses que los mellizos cumplieron diecisiete. Terminando bachillerato han decidido que quieren combinar sus estudios con otras cosas. Nahia ha elegido el teatro, Álvaro el baile.

Aitana y Luis no pueden llegar a creer que esos pequeños que reclamaban atención y les tenían la casa llena de juguetes se hayan convertido  en adolescentes que piden permiso casi suplicando por media hora más fuera de casa. Muchas veces les ha tocado poner mano dura y no siempre ha sido fácil, pero han conseguido crear un ambiente de armonía en la familia en el que todos se sienten cómodos.

Los hermanos se adoran. Sus padres han hecho el mayor esfuerzo para que crezcan en paz y llenos de amor el uno por el otro. No les ha costado mucho porque ellos solos, sin ayuda, sabían quererse de la manera más bonita.

Sienten locura por su prima Laia, que a penas es casi un año más pequeña que ellos. Se ha convertido en la mejor compañera para pasear o ir a merendar. Entre ellos (y nosotros), la prima favorita es Emma, la mejor aliada para convencer a su tía.

Emma ya es una mujer. Igual de feliz y sarcástica. Igual de cariñosa y bondadosa. A pesar de su edad adulta sigue viviendo con Amaia, disfrutando de su madre, la persona a la que más quiere, cada día de su vida. Eso sí, algunos viernes siguen siendo íntegramente para la tata.

Mónica ha aprendido a ser madre. Laia se lo ha puesto fácil, pero a veces la maternidad se le ha hecho cuesta arriba. Afortunadamente, unos ojos verdes heredados de Lucía le recuerdan que su motivo en la vida es su hija.

Carlos y Elena presumen de sus nietos en todos lados. Tienen un par de videos de ellos en clase de teatro y baile y son los archivos más vistos en su círculo de amistades. Elena, contra todo pronóstico de Aitana se ha vuelto consentidora. Carlos siempre lo fue.

Noemí y Luis intentan viajar cada vez que pueden para que como dice Noemí “no se olviden de los abuelos”, aunque para Nahia y Álvaro es imposible olvidarlos.

Hoy, mientras Aitana escribe unos capítulos pendientes que debe enviar a la editorial recuerda el día en el que a Nahia le dieron un primer premio por un cortometraje en el que fue protagonista.

El cortometraje ganador es…¡Vida!¡Protagonizado por Nahia Cepeda!

Recuerda los vitoreos al escuchar eso. Los aplausos no cabían en la sala y el orgullo de todos los que la acompañaban rebosaba.

Nahia se subió al escenario tímida, como si no hubiera hecho el cortometraje ganador casi sola, como si su arte no fuera suficiente seguridad para recoger un premio y decir unas palabras delante de un micrófono. Aún así, valiente como su madre y dispuesta a arriesgar como su padre, se aventuró a agradecer en los pocos minutos que le daban.

“Quiero agradecer a todo el que ha visto el cortometraje y me ha dado una oportunidad.

A mis padres, Luis y Aitana, que me han apoyado en cada paso que he dado y me han hecho la niña y la mujer más feliz del mundo. Gracias papá, gracias mamá, por darme siempre un buen ejemplo, amor y regalarme los mejores principios.

A mi hermano Álvaro, mi otra mitad. Por nunca soltarme de la mano, por escucharme y darme los mejores consejos. Por ser el primero que hizo de mi sueño una realidad asistiendo como único público a mi primera función privada en nuestro cuarto. Te quiero, tete.

A mis tías en las que también incluyo a Rebeca. Gracias por ir a mi lado.

A mis primas, Laia y Emma, por ser una risa asegurada.

Vuela altoWhere stories live. Discover now