122. BEE

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ÁLBUM: Promesas y
sus consecuencias
CANCIÓN:Chiquita suelta
- Giulia Be

Su sonrisa burlona duró unos largos segundos. Segundos en los cuales nos estudiamos en silencio. Llevaba tiempo pidiéndole que se recortara el pelo, me sorprendía que me hiciera caso justamente cuando dejaba de hablarme. ¿Lo habría hecho solo para amansar a la fiera? No estaba segura, era difícil pensar en lo enfadada que estaba cuando aquellos ojos verdes me miraban tan fijamente.

-Sobre lo de Rachel...-susurró alzando los dedos y acariciándome la mejilla izquierda-, ya no tenemos que preocuparnos por ella...

-¿Preocuparnos?-dije con indiferencia, haciéndome la dura-Esa tipa no me preocupa en lo más mínimo.

Soltó una risita que me mosqueó un poco, no pude evitar apartar su mano y echarme atrás. Debido a los tacones perdí un poco el equilibrio, pero no pareció darse cuenta. Aproveché para apoyarme contra el marco de la puerta.
Le miré haciendo un mohín.
No era cierto, Rachel era mi peor pesadilla en aquel momento. Tenía miedo de que nos comparara y aún a sabiendas de lo mala que había sido, prefiriera a ella. Yo no era perfecta, tenía mis cosas, actitudes que no le gustaba o no encajaba con su forma de ser, pero él también tenía lo suyo. Eso de ocultarme cosas solo nos distanciaría.

-Ya hablaremos mejor de este tema y te podré explicar todo...

-¿Cómo la otra vez que prometiste explicarme y simplemente desapareciste?- dije sarcásticamente. Estaba dolida, y por mucho que quisiera creerle, en ese momento no era capaz.

Me cogió ambas manos entre las suyas y mirándome fijamente prosiguió.

- Te prometo no volver a esconderte algo así...

- No sirve de nada prometer algo y luego volver a cometer el mismo error...

Puso cara de inocente y, soltándome una de las manos, extendió el dedo meñique en mi dirección.

- ¿Promesa de meñique?

Me eche a reír sin poder remediarlo.
No esperaba un comportamiento infantil por su parte, aunque era adorable. Sus ojos verdes tenían un brillo especial y algo en mi interior, esa parte que estaba locamente enamorada de él, quiso creerle.

Estreché mi meñique con el suyo, aunque le iba a costar volver a ganar mi confianza. Luego, sin esperar ningún indicación por mi parte, acortó la distancia y unió sus labios con los míos. Mi cerebro gritaba para que me apartara, quería explicaciones y que arcara con las consecuencias ante sus actos, pero mi parte pasional luchaba para que siguiera ahí y le devolviese ese beso que tanto habia añelado durante esa semana. Por segundos que parecieran ser, la lucha en mi interior entre razón y corazón se hizo eterna mientras debatía por cómo actuar. Antes de darme cuenta, ya tenía una mano en su cuello y lo atraía aún más hacia mi mientras nuestras lenguas se saciaban la una de la otra. Cada atomo de mi cuerpo gritaba que quería más, que quería más de él, pero en cuanto su mano bajó a mi cadera la razón ganó y me aparté bruscamente en busca de aire.
Sus ojos verdes, ahora oscurecidos por el deseo, me miraron confusos.

-Hasta que no te expliques, esto no pasará de aquí...-jadeé cerrando la puerta a mi espalda. Él asintió de acuerdo y con un movimiento de mano me invitó a marcharnos. Caminamos en silencio al ascensor, una vez dentro permanecimos así unos segundos hasta que decidí sincerarme con él.

-Ya que nos hemos prometido nada de secretos, debo confesarte algo...-dije mirándole unos segundos de reojo. Había captado su atención, era el momento-. Hoy es mi cumpleaños.

Abrió la boca y la volvió a cerrar.

-¿Qué? ¿Por qué nunca comentaste que cumplias años en San Valentín?

Me encogí de hombros.

-Nunca me preguntaste cuándo era...

-Touché.

No volvió a decir nada más.
Antes de que las puertas del garage se abrieran se rascó el pelo algo incómodo. Conociéndole se estaría regañando por nunca haberse interesado por preguntame tal cosa.
A pocos pasos del ascensor, en la plaza de garage de su hermana descansaba su R8.

-Vaya, sacas al mejor de paseo...-ironicé. Rara vez sacaba ese coche de paseo, era como su juguetito favorito, pese a tener coches mejores-. Debes sentirte muy culpable.

Mi evidencia le hizo fruncir el ceño, rápidamente contratacó.

-Tenía pensado dejarte conducir, por la ironía lo retiró.

Le saqué la lengua, sabiendo que era mentira.
Nunca me dejaba conducir, no se fiaba de mi al volante. Seguramente tenía algo que ver con que nos sacara a las chicas y a mi de la cárcel cuando apenas nos conocíamos.

El interior del coche olia a pino del ambientador y a cuero recién encerado.
Antes de ponerme el cinturón, como de costumbre, encendí la radio y busqué la carpeta que le había hecho Emmy para navidad. Le había pedido que lo copiara en el coche porque nuestros gustos musicales eran muy diferentes y a veces sus canciones me daban sueño. A los pocos segundos empezó a sonar Chiquilla suelta de Giulia Be, nunca la había oído, pero el ritmo me gustó así que la dejé.

Estaba poniéndome el cinturón cuando llamó mi atención.

-Sé que todo es muy reciente, y que sigues reacia a confiar en mí, pero, necesito que te pongas este antifaz...-Sacó del bolsillo un pequeño antifaz de color azul medianoche brillante y me lo entregó. Lo miré con serias dudas. Por qué tanto misterio por una simple cena de San Valentín-, prometo no dejarte caer ni empujarte por un alcantilado, te gustará la sorpresa.

-Muchas promesas para una sola noche, ¿no te parece?-espeté, cogí el antifaz entre mis manos y suspiré. Antes de ponermelo, Wes colocó una mano sobre mi muslo desnudo y perdí el aliento. Solo en ese momento fui capaz de recordar que bajo la gabardina llevaba una simple braguita y un sujetador de encaje negro trasparente con bordados de rosetones. Solté una risita malévola y le miré recordando mis malévolos planes de hacerle perder la cabeza durante la cena-. Ya que esta noche estamos con tantas promesas, prometo que te pasarás la noche pensando en lo que llevo debajo de este abrigo.

Él alzó una ceja divertido y, cogiendo un lado del abrigo, lo hizo a un lado y observó mis braguitas incrédulo.

-¿Dónde está el vestido?-preguntó con voz trémula.

-En su caja, sobre mi cama...-dije en tono seductor mientras jugaba con el antifaz.
Chasqueó la lengua y miró al frente unos segundos, maldiciendo encendió el motor del coche y lo puso en marcha.

-Se buena y ponte el antifaz, anda.

Riéndome por conseguir lo que pretendía, hice lo que me pedía.

Riéndome  por conseguir lo que pretendía, hice lo que me pedía

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ACCIDENTALMENTE TUYA © 1º PARTEWhere stories live. Discover now