38. BYBEE

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38ALBUM: DesconfiometroCANCIÓN: Stand By Me, Ben E King, 1961

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ALBUM: Desconfiometro
CANCIÓN: Stand By Me, Ben E King, 1961

—¿Alguna vez te han explicado qué es un desconfiometro? —preguntó Wesley cuando entré a su despacho con el café que me había pedido.

—¿Debería señor G? —cuestioné depositando el café sobre su mesa con delicadeza para no desperdiciar ni una sola gota del vaso de cartón. Lo último que necesitaba era que me regañara por una mísera gota de café.

—Gallagher— corrigió estirándose en su silla como un gato lo haría—. Y sí, deberías.

Dio un sorbo a su café y se le quedó una manchita blanca en la barba debido a la nata de su bebida. Le hice un gesto con la mano intentando decirle que tenía una mancha en la cara. Después de un par de intentos más se dio cuenta de mis intenciones y se limpió con un pañuelo de tela que tenía en su bolsillo de la americana.
Creía que ya nadie usaba esa clase de pañuelo, solo los viejos. Se ve que me equivocaba, eso o Wesley era un viejo de ciento y picos años que se conservaba demasiado bien.
Dicen que mala hierba nunca muere así que no me sorprendería que mi teoría fuera cierta.

—Y... ¿qué es eso del desconfiometro señor G?
—Gallagher.

Intenté no poner los ojos en blanco, y para ello tuve que clavarme las uñas en las palmas de las manos.

—¿Desconfiometro? —Volví a preguntar negándome a hacerle caso. No le llamaría Gallagher por el simple hecho de irritarle, de alguna forma debía devolverle la moneda.

El plan de Katz se había ido al garete y ahora me sentía un poco patética por tirarle los tejos. Parecía que le había molestado todavía más mi yo coqueta que mi yo torpe. ¿Quién se lo esperaría? Yo desde luego que no.
Esa mañana realmente esperaba que coquetear con mi jefe me hiciera la vida solo un poquito más fácil.
—Digamos que es esa fina línea que te permites cruzar una y otra vez sin pensar en las consecuencias...—Volvió a beber un sorbo de su café—. Ya te lo he repetido una y otra vez Cohen, tu y yo no somos amigos, que te haya contratado no cambia nuestra situación, así que solo te voy a pedir una vez más, mantente en el lado correcto de la línea, estoy teniendo mucha paciencia contigo por respeto a que me ayudaras con Omar, pero no más jueguecitos Cohen, ya somos grandecitos.

Me quedé ahí, parada,  mientras él me decía que yo ultrapasaba todos los límites de su confianza.

—¿Eso es desconfiometro? creía que se trataba de un aparato que media la confianza que hay entre dos personas.
Me hice la tonta. Eso se me daba muy bien.

Él arqueó una ceja y me analizó unos instantes.

—Creía que una vez que dejaras de ser rubia Dios permitiría que las neuronas volvieran a esa cabeza tuya.

El hecho de referirse a mi rubio para llamarme tonta me recordó la vez que hice mal una ecuación ante toda la clase y mi profesor Martín soltó:
—¿Qué podía esperar de una niña rubia? Suficiente tengo con que sepas lo qué es una pizarra—Todos se echaron a reír, me sentí muy humillada —. Siéntate en tu sitio, Cohen.

Esa misma tarde conté a mi madre la vergonzosa humillación que pasé en matemáticas y ella denunció al señor Martín ante el consejo escolar, dos días después se fue y nunca lo volví a ver.

—¿Hay algo que desea que haga señor G? Si no necesita nada más vuelvo a mi puesto.

Se llevó el dedo índice a los labios y pensó unos segundos.

—Sí, la verdad es que sí que deseo que hagas una cosa— dijo empujando la silla hacia atrás y abriendo un cajón. Sacó un bolsa de color negro—. Necesito que lleves esta camisa a la tintorería para que me saquen la mancha de vino. Cuando lo tengas puedes irte a casa.

Solté una risa nerviosa.

¿Ahora me creía su chacha?

—No recuerdo que esto esté en mi plan de trabajo...
—¿Quieres seguir trabajando para mi o no?

Me mordí el labio con tanta fuerza para no insultarle que me hice sangre. Me acerqué a su mesa mientras saboreaba el hierro de mi propia sangre. Recogí la bolsa y fui a hacer lo que me había mandado.

—Odio este maldito trabajo, pero ésa me la pagas Mister G.

ACCIDENTALMENTE TUYA © 1º PARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora