94. WES

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94ÁLBUM: Te quieroCANCIÓN: The Power Of Love - Gabrielle Aplin

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ÁLBUM: Te quiero
CANCIÓN:
The Power Of Love -
Gabrielle Aplin

Le envié decenas de mensajes pero ninguno fue contestado, al día siguiente cuando pasé a ver cómo seguía mi hermana aproveché para acercarme a su piso para hablar con ella y aclarar las cosas pero una de sus amigas me dijo que no estaba. Sabía que era mentira y que simplemente no me quería ver, así que lo dejé pasar y me fui.
El lunes a primera hora pedí a Kristin que llamara a la floristería y enviara un ramo de flores a Cohen. Mi asistenta puso cara de espanto pero no preguntó nada. Le había escrito una nota en la que exponía mi corazón y mis razones pero tampoco hubo ninguna respuesta. Cohen no quería saber nada de mí y decidí aceptar su decisión, como persona madura que era.

La semana fue pasando y no hubo ninguna señal de ella, así que dado que era el último día de trabajo antes de las vacaciones de Navidad decidí acercarme a la sala de Strauss con la excusa de hablar con él sobre cualquier tontería que se me ocurriese en ese momento. Necesitaba verla, aunque fuese para saber que estaba bien.

Para mi sorpresa no estaba, al abrir la puerta del despacho de Strauss me di con una mesa vacía.

—No está.

La voz de Strauss a mi espalda me sobresaltó, así que di la vuelta para mirarle de frente. No teníamos buena relación, y se debía única y exclusivamente por el hecho de que me quisiera quitar la Presidencia, ya que según él estaba mil veces más cualificado que yo, ya que solo había accedido al puesto por ser de la familia.

—¿Qué?

Me hice el desentendido, metí los brazos en los bolsillos del pantalón y le miré pasivo agresivo.

—Si vienes buscándola, no está, pidió el día libre.

Asentí pero no dije nada en un primer instante.
Las vacaciones empezaban, lo más lógico era que se hubiese ido con su familia, por mucho que odiara esa idea.

—Felices fiestas, Strauss.

Le felicité antes de pasar a su lado y largarme por el pasillo.

—Igualmente, Gallagher.

Debía reunirme con mi familia en un par de horas en el aeropuerto para irnos a Aspen, donde pasaríamos la navidad.
Lo de la fiesta de noche vieja ya estaba arreglado. Al final había fracasado en eso también, con qué mi castigo era hacer la fiesta empresarial en mí casa. Sí, en mi terreno, cuando nunca había querido que nadie lo pisara y así tenerlo como algo secreto donde nadie me pudiese encontrar, pero eso ya quedaba descartado y era por ese mismo motivo que había empezado a mirar casas para mudarme.
Lo sé, es algo completamente exagerado pero me gustaba tener mi mundo solo para mí.

Lucrecia me hizo la maleta. Confiaba en ella para ello, no era la primera vez que me la hacía.
Fui el primero de la familia en llegar a la sala vip de espera, me tomé tres copas de vino hasta que llegó Adrian, su mujer y los niños, al menos ya iba algo contento como para aguantar el viaje. A Piper ya se le empezaba a notar un poco la tripa, y aún no habían anunciado nada a la familia.

—¿Qué te ocurre?

La voz de Emily me sacó de mis más profundos pensamientos, devolviéndome de golpe a laTierra. Estaba absorto mirando las esponjosas nubes mientras mi mente divagaba en la posibilidad de haberla encontrado esa mañana en el despacho de Strauss.
No sabía exactamente qué habría hecho si hubiese estado ahí. No podría esquivarme eternamente, solo necesitaba la posibilidad de explicarle que no era una más, luego todo quedaría en sus manos. Y eso me daba miedo, no era una personaje muy cuerdo que digamos, no pensaba antes de actuar y estaba casi seguro de que acabaríamos ambos dañados con esa situación.

—Nada. ¿Por qué?

Ella sonrió dulcemente mientras me pasaba una taza de café y se sentaba a mi lado.

—Todavía no has gritado a los niños por no estar quietos, ni has soltado un comentario inoportuno sobre lo ridículas que son las botas de Gabe... Oh vamos, hasta yo sé que parece un cowboy gay.

Me reí en voz alta llamando la atención de los miembros de mi familia.

—La verdad es que sí.

Volvimos a reírnos.
Charlamos un poco sobre nosotros pero en ningún momento saqué a relucir lo que había pasado entre Cohen y yo, eran amigas y lo más seguro era que mi hermana pensara que era un cretino por ello. Ya bastaba con que Cohen lo pensara.

Llegamos a Aspen por la noche, el viaje había sido largo y estábamos agotados con que las compras y el paseo tendría que esperar al día siguiente.
Tras la cena me retiré a mi habitación, saqué el teléfono del bolsillo e hice un último intento de llamarla.

Tres pitidos después lo descolgó.

—¿Qué quieres Wesley? — su voz sonaba divertida, para nada ahogada, ni enfadada, solo alegre.
No supe bien qué decir, después de una semana sin querer saber nada de mí, que de pronto me cogiera la llamada, me dejó sin palabras. Ni siquiera tenía esperanzas de que me cogiera el teléfono.

—Hola... ¿Qué haces?

Silencio.
Silencio.
Silencio.
Risas, silencio, un poco más de silencio y otra carcajada.

—Divertirme ¿Qué haces tú? ¿Follarte a la puta Rusa?

Fruncí el ceño, para luego rascarme la barba, volvía a tenerla larga.

—¿Qué? No... Jamas haría eso...

—¿Estás seguro? Es muy guapa, y tan cruel como tú.

Abrí la boca y la volví a cerrar sin tener la mínima idea de qué decir.

—¿Por qué soy cruel, a ver?

Ella se rio por lo bajini.

¿Acaso está borracha? Por el amor de Dios.

—Me has hecho mucho daño Wesley, confié en ti y luego... me rompiste el corazón.

Cerré los ojos con fuerza mientras un nudo se depositaba en mi garganta. Jamás quise eso, de hecho, desde el principio mi único propósito era alejar a esa loca de mí, y de pronto resultaba que yo le había roto el corazón. Menudo chiste.

—Jamás te haría daño Cohen... — Abrí los ojos y vi mi reflejo através de la ventana, parecía cansado, y bueno... lo estaba —.Te quiero.

Pi, pi, pi....

Me colgó.

Negando con la cabeza miré el teléfono y luego lo tiré sobre la cama.
Le dije que la quería y me colgó sin más.
Respiré hondo y me dejé caer sobre la cama, agotado, tanto física como mentalmente.

Hasta miércoles 💜

ACCIDENTALMENTE TUYA © 1º PARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora