Un accidente, dos mundos que colisionan uniéndose en uno.
Bybee no ha tenido precisamente suerte en la vida, sobre todo teniendo a la hermana que le ha tocado. Bianca ha intentado por todos los medios arruinarle la vida, lo que no sabía ella era q...
Starbucks estaba a rebosar. Esperar podría haberme costado una hora fácilmente, así que sintiéndolo mucho, ya que estaba a la vuelta de la esquina del trabajo, seguí caminando unos pocos minutos. Recordaba haber visto en la calle paralela una pequeña cafetería que siempre estaba vacía y casi sin dudarlo me dirigí hacia allí. Ophelia Paradise no era la mejor opción, pero al menos estaba vacía y tenía la esperanza de que los sándwiches no estuvieran del todo mal sino la culpa recaería en mí y ya había tenido demasiado chaparrón para toda la semana. Tenía la sensación de que últimamente las cosas se estaban poniendo complicadas para mí. Mi madre se había enfadado conmigo cuando le dije que no pensaría Navidad con ellos, incluso me colgó. Como de costumbre, mi padre me llamó y también se mostró desconcertado, pero al menos no me colgó. Hablamos un par de minutos y luego tuve que colgarle ya que el metro cortaba la señal de móvil. Me sentía ligeramente culpable, pero, por una vez decidí olvidar lo que quería los demás y pensé un poco más en mí.
No tuve que esperar más de dos minutos y ya tenía todo listo. Pedí cuatro sándwiches vegetales y cafés para llevar. Había pedido un sándwich extra porque con todo el lío y mi locura por terminar el dibujo no había tenido tiempo de comer nada en todo el día. Hice el camino de vuelta todo lo rápido que pude, a Strauss no le gustaba esperar y no necesitaba enfadarlo a él también. Ya en mi planta correspondiente caminé a grandes zancadas, con la mala suerte que estaba teniendo ese día, lo más seguro era que ya se hubiesen ido. Entré en la sala de reuniones y, para mi sorpresa, les cogí aún enfrascados en una conversación. Les acerqué el tentempié y pedí permiso a Strauss para ir al «baño» aunque mi misión era ir detrás del cascarrabias para que me devolviera el dibujo. En cuanto pude salir de la sala de reuniones mis pisadas sonaron más fuertes. ¿Os he mencionado en algún momento que ya me había acostumbrado a los tacones? Ya no me suponía ningún esfuerzo usarlos, incluso creía que hacían que mis piernas lucieran largas y le daba un toque sano a mi piel. Lo sé, eso es una locura, aunque, el hecho de que fuera obligada al principio a usarlos me vino bien, sobre todo porque antes me negaba rotundamente a ponérmelos pero ya me resultaban cómodos, menos los nuevos, esos siempre me hacían daño. Y, referente a la vestimenta había mejorado notablemente. Antes me daba absolutamente igual qué ponerme, qué colores usar, entre otras mil patrañas que no vienen al caso. La cosa era que estos meses, había cambiado, de alguna forma me sentía distinta, no sabía cómo explicarlo, pero las cosas ya no eran como antes. Abrí la puerta ante sala del despacho de Wes sin llamar antes. Kristin no estaba a la vista, así que usé ese hecho a mi favor para hacer una de esas entradas triunfales que tanto me precedían. Toqué la puerta solo una vez y la abrí acto seguido. Le encontré sentado en el suelo rodeado de un montón de fotocopias fotográficas. —¿Qué haces? Durante unos segundos, la curiosidad me pudo más que el enfado. Cerré la puerta y me aproximé a él para observar las fotos más de cerca. Estuve admirándolas un par de minutos sin que él contestara mientras seguía ordenando las fotocopias de forma estratega. Encontré una foto que me llamó la atención de forma especial. Era yo, estaba dormida, parecía sonreír en sueños. Un intenso calor subió desde mi pecho hasta mis mejillas haciendo que la temperatura de la habitación se elevará a cien. —¡Eh! Esa soy yo... ¿Por qué me haces fotos dormida? ¡Pervertido!
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