16. WES

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16ÁLBUM:PalizaCANCIÓN: Bitter Sweet Simphony

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ÁLBUM:Paliza
CANCIÓN: Bitter Sweet Simphony

Con una buena copa de Aurumred en mano revisaba mis cuentas.
No podía creer que en un día hubiera perdido el tres por ciento de mi dinero.
Cerré los ojos y hundí la cabeza entre mis manos. Había pasado el día de reunión en reunión con mis ayudantes, proveedores, banqueros y socios. Pero ninguno sabía responder a qué se debía esa pérdida. A la mañana siguiente rodarían cabezas si no llegaban a una solución, aunque, lo más seguro era que alguno estuviese pringando hasta tarde para dar con el motivo, sabía que más de uno en la empresa me tenía miedo, sin embargo aún no sabía bien el por qué. Ni que fuera igual de severo que mi abuelo, ese sí que nunca aceptó una equivocación mientras estaba frente al negocio.

Bufé.

No era posible que de la noche a la mañana hubieran desaparecido dos millones, así sin más.

Me bebí un sorbo más del vino y resoplé.

Me sentía frustrado y no solo por lo del dinero.
En la última reunión con los inversores del nuevo Palace Gadriel en Dubái, declinaron la oferta inicial. No tenían claro la cifra que habíamos marcado en la propuesta para la construcción del nuevo rascacielos.

A mí me parecía que trescientos millones era una cifra bastante razonable para una obra de semejante dimensiones.
¿Todo se trataba de dinero ¿no? Y más en mí mundo.
Mi abuelo me había dejado su legado cuando decidí seguir la carrera de arquitectura y ahora debía estar a la altura de su Imperio y si para eso debía poner un precio elevado para garantizar la calidad de nuestra empresa lo haría, aunque eso acarrease a que declinaran la propuesta.
Estaba seguro de que mi abuelo haría lo mismo.

Respirando hondo, cerré el portátil y me hundí en el sillón de cuero.
La casa estaba como siempre; silenciosa.
Quizá demasiado silenciosa para mi gusto. Por lo normal no me solía molestar el silencio, la paz y tranquilidad de mi casa, pero ese día me encontraba demasiado inquieto, necesitaba acallar las voces de mi cabeza.

Encendí el estéreo y empezó a sonar Bitter Sweet Simphony.

Mi preocupación no tenía del todo que ver con la empresa, ni mucho menos con el dinero que había desaparecido de mi cuenta, tenía que ver con otro asunto, aunque todavía no sabía exactamente cuál era. Estaban pasando tantas cosas en mi vida, que era difícil centrarse en una sola.

Suspiré ruidosamente por la nariz. Me recliné en el sillón y miré al techo, pensativo.

—¿Qué demonios me está pasando?

Como si Dios quisiera responder a mis plegarias, el timbre empezó a sonar descontroladamente haciendo eco por toda la casa.

Me puse recto en el sillón sin reaccionar en un primer instante, miré el reloj. Eran las once y media.

¿Quién será a estas horas? ¿Es qué no saben qué hora era? Como sea Bybee llamo la policía...

Volvieron a timbrar, no una, sino varias veces más.

Salí al pasillo, bajé las escaleras de dos en dos y fui en dirección a la puerta principal.

—Voy... que ya voy ¡Joder! —protesté de mala gana. El sonido del timbre me estaba perforando el cráneo. —¿Quién se ha muerto?

Susurré desconectando la alarma antes de abrir la puerta, al fin.

Nada más abrirla, Emy saltó a mi cuello, abrazándome. Di un paso hacia atrás intentando recuperar equilibrio.

—¿Pero a ti qué te pasa? —murmuré sobre su cabello que olía a fresa —. Ya es tarde para visitas Emily.

Mi regañina la hizo dar un paso hacia atrás y al hacerlo me quedé helado. Tenía un ojo hinchado y amoratonado, los labios rotos y ensangrentados.
No se porqué llegué a imaginarme por un segundo que sería Bybee pero, en ese instante allí, viendo a mi hermana en aquel estado hasta prefería que fuera la petarda de Cohen y no a Emily así.

—Pero... ¿qué mierda te ha pasado? Parece que te has peleado con T. Rex...

Ella hizo ademán de reírse, pero eso le hizo toser y escupir sangre sobre el suelo.
Hice una mueca.
¿La sangre dejaría mancha en la madera? A ver cómo explicaba a Lucrecia la situación.

—Omar... estaba borracho.  Empezó a de-decir cosas que no entendía en español...—Volvió a toser haciendo una mueca. Su ojo izquierdo estaba tan hinchado que ni siquiera podía abrirlo—. Empezó a golpearme...

Cerré los puños, instintivamente.

—¿Dónde está ese infeliz?
Me acerqué al umbral de la puerta y miré a ambos lado. Fuera solo había su coche y las farolas iluminando la entrada.
—Estaba en mi piso cuando conseguí marcharme.

Empezó a sollozar.
Di un paso hacia atrás y la rodeé con mis brazos. Ojalá la hubiese podido proteger de aquel canalla. La habíamos advertido de que ese tipo no era trigo limpio, pero como una niña enamorada, decidió no hacer caso.

—Tengo miedo, Wes.

Omar era un hijo de puta, nunca me cayó bien.
Con esa carita de santo no engañaba a nadie.

Lo que no entendía era por qué Emily acudía a mí, su ojito derecho era Gabe. Lo hacían todo juntos, eran inseparables, pero había acudido a mí. ¿Por qué?

—Iré a por la chaqueta, llamaremos a la policía de camino.

—¿La policía?

Adentré en casa, abrí el ropero de la entrada y cogí mi chaqueta de cuero negra. Casi nunca tenía ocasión de ponérmela. En mi mundo tan «formal» no había sitio a cosas tan «cómodas» como aquella. Pero iba a matar a ese hijo de la gran puta por pegar a mi hermana y para eso necesitaba la chaqueta y mi puño, nada más.
Pensaba entregar su cadáver en forma de carne picada a la policía, aunque eso me llevara a estar un tiempo a la sombra.

—Sí, ese hijo de perra se atrevió a ponerte una mano encima, es lo menos que podemos hacer.

La seguí hacia su coche, me metí en el asiento del piloto y esperé que ella hiciera lo mismo al otro lado.

—Pero yo no quiero que le arresten...

—Emily, no seas estúpida.—Bajé el espejo retrovisor del lado del copiloto para se que viera—. Mira lo que te ha hecho.

Ella se encogió de hombros y miró a otra parte.

Sabía que tenía razón, mi hermana no podía ser tan insensata para creer que eso iba a quedar impune. De camino a su piso, llamé a mis hermanos para que acudieran allí sin darles detalle de lo que estaba pasando.

HEY HEY HEEEEY! Cómo estáis?

ACCIDENTALMENTE TUYA © 1º PARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora