36. WES

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36ALBUM: Es la guerraCANCIÓN: Tove Lo - Habits

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ALBUM: Es la guerra
CANCIÓN: Tove Lo - Habits

Estaba mirando el Facebook cuando vi que mi hermana compartió una frase:

Unos buscando amor.
Otros, encontrándolo.
Otros, perdiéndolo.
Otros más, evitándolo.

Si me ponía a pensar, en la única categoría que encajaba a la perfección era: evitándolo.
Nunca me había considerado nada de más, era un tipo sencillo, divertido y que sabía disfrutar la vida. Exactamente así era, pero cuando Rachel se fue todo eso desapareció. No conseguía ver la gracia en básicamente nada de lo que hacía antes de ella. Era como si hubiera perdido a mi mejor amiga y hasta el momento no lo hubiera podido superarlo.

—¿Siempre tienes qué leer ese periódico por las mañanas? —El tono contradictorio de Rachel me hizo doblar las hojas del periódico y dejarlo aparcado a un lado de la mesa.
—Lo mismo podía preguntarte sobre tu móvil.
Ella hizo una mueca.
—Sabes que es por trabajo. — Su acento ruso era tan cerrado que a veces era casi imposible de entender.
—Ya, siempre trabajo...— No podía aguantar mi molestia siempre que ella mencionaba su «trabajo». Ese trabajo de modelo estaba acabando con mi paciencia. Siempre que planeabamos viajar la llamaban por una sesión de foto en la otra punta del mundo.
—No empecemos Wesy, ya hemos hablado de eso. — Su ruso se suavizó y algo en mí se ablandó.
Sí, había algo en su voz que siempre me ablandaba. Como si estuviera embrujado o algo por el estilo, aunque no creía en esas tonterías femeninas. Además, Rachel parecía un ángel, no una bruja de cuento con una nariz enorme o con una verruga en ella. Creo que tenía una imagen un poco retorcida de las brujas, pero me la imaginaba como la bruja de Hansel y Gretel.
—Sí, no empecemos.
Me levanté y decidí ir a correr. Con el frío que hacía esa mañana en Balashija era lo único que se me ocurría hacer, salir a correr un rato. Correr me despejaba la mente, solo así podía evitar pelearme con ella por tener siempre algo que hacer cuando decía de llevarla a conocer a mi familia.

El timbre del ascensor hizo que apartara la vista de la pantalla del teléfono un segundo.
Había bajado al departamento de suministros para hablar con su encargado; Mishell Thomas. Necesitaba saber si se habían encargado de comprar todos los suministros para el Blockhouse. Una casa que el departamento de arquitectura había diseñado con fines benéficos, la cual estaría hecha sólo con materiales reciclados.
Era muy importante que todo saliera bien con ese proyecto porque saldría en la columna del The New York Times. Y la crítica de ese artículo podía elevarnos al éxito o destruirnos tan fácilmente como lo harían con un castillo de naipes.
Las puertas del ascensor se abrieron a cámara lenta mientras devolvía el teléfono al bolsillo de mi americana de corte italiano.

—Buenas tardes señor Gallagher —saludó uno de los empleados de la planta de marketing si mal no recordaba.
—Hola John. —Le devolví el saludo de forma cordial.
—Me llamo Frank—me corrigió con una falsa sonrisa.
—Me alegro por ti —dije en tono irónico y me subí al ascensor. Alguien se aclaró la garganta, elevé la vista hacia el final del ascensor y la vi. Automáticamente resoplé y me vi guiado hacia donde se encontraba ella. El ascensor iba lleno, pero se hicieron a un lado para dejarme pasar.
—Creí haber oído que no pensabas volver —murmuré poniéndome a su lado y apoyándome contra la pared metálica del ascensor.
—¿Y dejar de deleitarme con su presencia señor Gallagher? ¿Está de broma? —contestó ella entre susurros mientras se pegaba más a mi.
Bajé la vista hacia ella. ¿Por qué se acercaba tanto? Ni que hubiera tanta gente como para ir tan apretujados. Me hice a un lado, suspirando pesadamente.
Lo último que me faltaba era que vieran a una empleada pegada a mi y que pensaran que tuviéramos algo.
Completamente inaceptable.
—¿De verdad crees que después del espectáculo que montaste ayer quiero que sigas trabajando para mí? —Mi voz era baja, nadie tenía por qué escuchar sobre mis peleas con Bybee Cohen.
—Claro que sí, usted tampoco puedes vivir sin mi — volvió a susurrar en tono seductor.
La miré y ella me hizo ojitos con sus alargadas pestañas.
¿Y a esa qué le pasa?
Se relamió los labios pintados de rojo.
Ay, pintalabios rojo.
Iba con un vestido color rosa claro y unos llamativos tacones rojos.
Menuda combinación.
Y para rematar llevaba un abrigo largo negro, el cual llevaba sin abotonar dejando a la vista el sencillo diseño de su vestido.
Mientras la analizaba de arriba abajo, ella me guiñó un ojo.
—Oh, por Dios Cohen. ¿Te has drogado antes de venir?
—¿Qué? —preguntó en un tono más elevado y la fulminé con la mirada, ella se encogió de hombro —.No...

ACCIDENTALMENTE TUYA © 1º PARTEOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz