Un accidente, dos mundos que colisionan uniéndose en uno.
Bybee no ha tenido precisamente suerte en la vida, sobre todo teniendo a la hermana que le ha tocado. Bianca ha intentado por todos los medios arruinarle la vida, lo que no sabía ella era q...
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54 ÁLBUM: CARIÑO CANCIÓN:Jacob Lee - Secrets
—Buenas tardes, chica que besó a otra chica— la saludé cuando vino a traerme el café el lunes. Vi como los colores se depositaban en sus pálidas mejillas y sonreí todavía más.
¿Quién nunca se había arrepentido de una borrachera que luego se lo recordaban continuamente?
—¿Por qué su teléfono daba siempre inexistente y de pronto le llamo y lo coge?— Fue lo primero que me preguntó. —Lo desactivo cuando no quiero llamadas, además... ¿Por qué me llamas?
Dejé de mirar su versión más avergonzada y me centré en el Mac. Estaba demasiado atareado esa tarde revisando unos documentos como para burlarme de ella.
—Yo... Por nada.
Al decir eso, hizo su camino nuevamente hacia la salida de mi despacho.
—Bybee.
Ella se paró y se volteó a mirarme.
—¿Desea algo señor, Gallagher?
Llevaba una falda azul medianoche y una camisa blanca de cuello barco. Los tacones eran nuevos. No era de fijarme en esas cosas, pero a Cohen siempre la miraba los pies para ver si se había saltado la regla.
—Gracias... por el café.
Ella sonrió en respuesta y se marchó.
La cosa iba muy tranquila desde que se comportaba como una empleada ejemplar. Había días en los que resultaba incluso aburrido, pero prefería no encender un fuego que quizá no pudiese apagar. Cohen era demasiado impulsiva y locuaz cuando se lo proponía. La semana pasó rápido mientras todos esperaban por Acción de Gracias. Cerrábamos la empresa durante unos días. Así todos volvían con los ánimos renovados y con ganas de trabajar. Si es que eso fuera posible.
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El festín de Acción de Gracias en casa de mi abuelo fue como todos los años con la familia y amigos reunidos. —¿No te diviertes?— preguntó Emily con un vaso de ponche de huevo en la mano. El ponche de huevo era característico de la Navidad pero Laura insistía en ponerlo en todas las festividades. Como si no supiera hacer otra cosa.
—Claro que sí. —No lo parece— contestó mirándome con incredulidad —. ¿Qué te preocupa?
