70. BEE

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70ÁLBUM: Hazte la duraCANCIÓN: Lost boy - Ruth B

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ÁLBUM: Hazte la dura
CANCIÓN: Lost boy - Ruth B

«Te conocí un viernes y el sábado ya pensaba en ti...» Leí esa frase en el vagón del metro mientras estaba de camino a mi primer día de trabajo con Strauss y no se dejaba de repetir en mi cabeza.

Y por muy cursi, cliché y ridículo que pudiera llegar a ser, pegaba a la perfección con lo que había pasado conmigo y con ese tipo que ya no era mi jefe

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Y por muy cursi, cliché y ridículo que pudiera llegar a ser, pegaba a la perfección con lo que había pasado conmigo y con ese tipo que ya no era mi jefe. Ése que todavía no tenía muy claro que pudiera llegar a ser mi amigo y el mismo que sabía que nunca llegaría a sentir nada por mi.
Tampoco era que importara demasiado, éramos adultos, nos habíamos acostado y una parte de mi era cien por cien consciente de que podía quedar simplemente en eso.
Un polvo de sábado en la noche.
Cuando recibí un mensaje suyo en plena jornada de trabajo quise gritarle e incluso insultarle por haberme puesto con Strauss.
Tenía el doble de trabajo, debía encargarme de su agenda, de marcar y desmarcar sus compromisos, además de revisar mil pantomimas que me sonaban a griego.
Me estaba volviendo loca, pero no pensaba darle el gusto, siempre que preguntara fingiría que me iba mil veces mejor que con él. Quería que sufriera un poquito, o que se arrepintiera de haberme cambiado por dueña estirada. ¿Qué tenía ella que no tenía yo?
Pensaba comportarme con una dama (cosa que no encajaba mucho con mi carácter) para que él notara que iba a estar mil veces mejor sin su presencia. Mismo que luego no fuera así. Porque desde luego le echaba de menos, y más ahora. Desde que me acosté con él era como si hubiera probado droga por primera vez y me hubiese gustado, alucinado e incluso maravillado. Y en ese mismo momento tenía mono de probarlo otra vez.
Mi teléfono vibró a un lado de la mesa y leí el mensaje sin contestar.

Wes: ¿Puedes venir a mi despacho después de tú turno? Necesito hablar contigo.

No contesté inmediatamente. Esta vez pensaba seguir los consejos de Katz y dejarle esperando lo suyo. Que sintiera la diferencia entre haber estado siempre a su disposición, a tomarme mi tiempo para hacer las cosas. Debía ser un poco más difícil, por mucho que me costara hacerlo, tenía que marcar la diferencia y ver qué sucedía a continuación.

Lo que aconteció a continuación fue: una hora después contesté a su mensaje con un frío «Ok».
Tres cuartos de hora más tarde se acabó mi turno.
Fui al baño y repasé mi pintalabios rojo. Al señor Strauss no le parecía molestar en lo más mínimo mi color de pintalabios. Ni siquiera se fijó en ello, sobre todo porque pasó gran parte de la jornada fuera de la empresa. Me alisé el pelo con la mano, saqué del bolso un pequeño frasco Channel que llevaba siempre encima y me eché dos gotitas, una a cada lado del cuello y me dirigí a su despacho.

Ya me había acostumbrado a los terribles tacones, con que su ruido ya pasaba desapercibido ante mi oídos.
Dos toquecitos a la puerta y entré. En un primer instante no le vi, pero después de cerrar la puerta unos fuertes brazos me rodearon desde atrás. Solté un pequeño gritito debido a la impresión pero al reconocer su perfume me relajé.
—Has tardado...— murmuró, depositando besos por el cuello. Eso hizo que todo mi cuerpo temblara como un flan de huevo mientras el bolso se deslizaba de mi mano hasta caerse al suelo junto a mis tacones. Empezó a empujarme lentamente hacia su mesa mientras seguía repartiéndome besos por el cuello. Cada vez que sentía su aliento sobre mi piel se me ponía la piel de gallina.

—Wesley...— me salió un gallo. Como siguiera así (besándome), no es que mi resistencia fuera a dar mucho de sí.

—¿Recuerdas el plan?— la voz de Katz sonó en mi cabeza tan fuerte como si me lo acabara de susurrar a gritos al oído—. Hazte la dura, a los hombres les encanta un poco de resistencia y competencia. Si no lo haces serás su chica 911. ¿Querrás ser su chica de emergencia?

Wesley me dio la vuelta rápidamente pero con delicadeza, mi pelo voló hacia su cara aunque no le importó lo más mínimo. Su boca se unió a la mía mientras jugaban a mordisquearse la una a la otra. Sus brazos se depositaron en mis caderas y me elevó hasta dejarme sentada en su mesa.

Deposité las manos a ambos lados de mi cuerpo para ganar estabilidad

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Deposité las manos a ambos lados de mi cuerpo para ganar estabilidad. Me daba mil vueltas la cabeza. Ya volvía a tener la sensación de vértigo que me daba siempre que él me besaba y viceversa. Deslizó su mano através de la tela de mi camisa amarilla y, se acercó tanto a mí que pude sentir su enorme erección.
Fue en ese momento cuando la voz de Katz sonó con más fuerza en mi cabeza devolviéndome de golpe a la cruda realidad.
¿Querría convertirme en la chica de «emergencia» de Wesley Gallagher? Pues iba a ser que no.
Me gustaba pensar que valía un poco más que para ser sólo la segunda opción de un hombre que cada vez me atraía más.

—Wesley...— susurré sobre sus labios.

Él no pareció oír, cada segundo que pasaba besándome perdía un poquito de resistencia ante el hecho de hacerme la dura. Me estaba casi dando por vencida cuando empezó a desabotonar los botones de mi camisa dejando al descubierto mi sostén. Tomé una gran bocanada intentando armarme de valor para empujarle ligeramente—. Wesley no.

Él se quedó quieto durante unos segundos y luego dio un paso hacia atrás y me miró. Tenía las pupilas dilatadas y su mirada se había vuelto profunda y amenazante.

—No puedo... — Mi voz era trémula, pero firme. Empecé abrocharme los botones de la camisa mientras nos mirábamos fijamente. Luego caminé hacia mi bolso para cogerlo y marchame.

—Bee...

Uno está acostumbrado a oír su nombre todos los días, miles de veces, desde distintas bocas y entonaciones diferentes, pero siempre hay una en especial que te detiene el corazón por unos segundos.

No me volteé a mirarle, sabía que si lo hacía se rompería toda mi fuerza de voluntad y sería una más de las tantas que pasaron por allí.

—Lo siento Wesley, no puedo.

Tras decir eso me alisé el pelo, la camisa, la falda y me marché sin siquiera cerrar la puerta.

ACCIDENTALMENTE TUYA © 1º PARTEOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz