91. BEE

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91ÁLBUM: Palabras mayoresCANCIÓN: Amaral - Como hablar

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ÁLBUM: Palabras mayores
CANCIÓN: Amaral - Como hablar.

¿Tenía eso sentido? Le había visto borrarla, estaba segura de ello.
¿Se podía recuperar una foto después de ser borrada? Seguramente, de no ser así no estaría allí, frente a mí, en blanco y negro.
Le busqué con la mirada y no le encontré. Seguramente estuviese seduciendo alguna dama encantada de que un fotógrafo de éxito le hiciera un tour por la galería. Exactamente como me pasó con él en el pasado. Un nudo se depositó en mi estómago e instintivamente decidí buscarle.
Me latía el corazón dolorosamente contra las costillas, mis manos empezaron a sudar y raramente me pasaba aquello, solamente ocurría cuando estaba a punto de tener un ataque de nervios.
¿Qué significava que tuviese unas cuántas fotos mías en su exposición? ¿Tan mema era cómo para no entender las señales? ¿Se estaba declarando?

—Oh, Dios, mío...

Solo podía ser eso... ¿No?
Las abejas asesinas empezaron una guerra en mi panza. ¿Dónde se había metido ese idiota? Al no encontrarle en la galería, salí fuera.

—¿Otra vez sola? Deberías seleccionar mejor tus acompañantes, no es posible que deje sola durante toda la velada a una chica tan guapa.

Tragando saliva me giré lentamente hacia la voz que provenía de mi espalda.

Y ahí estaba él, con su traje perfectamente planchado, su sonrisa taimada y esos intensos ojos verdes que se veían oscurecidos por la poca luz que había donde nos encontrábamos.

—Emmm...—balbuceé sin saber bien qué decir a eso—. Quizá si hubieran camareros repartiendo bebidas no tendría que desaparecer cada dos segundos.

Wesley se rio.
Le ignoré y volví dentro para seguir mirando las fotos que me quedaban por ver. Al menos no estaba seduciendo a ninguna jovencita inocente, así que ignorándole volví a lo mío. Necesitaba encontrar la foto del otro día. Ojalá nadie la hubiera comprado ya, que sino, menuda vergüenza.

—Si buscas lo que creo que estás buscando, no está aquí.

Me volteé hacia él para darme con el Wesley de las sonrisas perfectas. ¿No podía ser siempre así? ¿Tenía que ir siempre con caras largas y malhumorado?

—¿No la has expuesto?— pregunté casi sin aliento, no sabía decir si lo que me dejaba sin aliento era su sonrisa o la sorpresa de sus palabras.

—No iba a exponer algo tuyo sin tu permiso.

Me reí nerviosa.

Claro, por ese mismo motivo me la había hecho, porque le importaba mucho mi consentimiento ¿verdad? ¿Debería fiarme de su palabra? ¡No! Era un embustero.

—Eso tiene gracia, porque aquí hay muchas fotos de la que no sabía de su existencia.

Volvió a asomarse esa radiante sonrisa que le quitaba unos cuantos años de encima.

Oh, Dios, como siga sonriendo así haría hará que me explote el corazón.

Si tuviese que imaginar a Adonis, en mi cabeza aparecería exactamente la imagen de Wesley en ese momento. Como todo un Dios griego.

—¿Qué tal si te lo explico en otro sitio? En un sitio más tranquilo, y sin tanta... gente.

Me extendió la mano invitándome a seguirle para oír su explicación. Miré a mi alrededor con dudas. ¿Dónde me llevaría? ¿Qué me diría? ¿Me diría qué todo aquello era una señal de que sentía algo por mi?
Volví a mirarle y a regañadientes acepté su mano. La apreté ligeramente, su mano se sentía cálida bajo mi tacto. Él siempre era cálido, como el verano, por mucho que eligiera reaccionar como un bloque de hielo.
Pasamos entre el gentil con facilidad, al parecer tenía experiencia en esquivar a la gente, eso no me sorprendió tanto, nos adentramos por uno de los pasillos más alejados de la sala principal y seguimos hasta el final del mismo. Abrió una puerta que daba a unas escaleras de caracol y procedimos a subirla hasta una especie de invernadero. Había poca luz pero se podía vislumbrar un jardín rodeado de rosas. El olor era de agradecerse, fresco y dulce.
—¿Qué es esto?— pregunté a Wesley cuando le dio al interruptor y se encendieron millones de lamparillas puestas alrededor de todo el invernadero. Era fascinante, me recordó a la navidad, y las luces de las fachadas de mis vecinos.
Allí, en esa especie de invernadero improvisado, estábamos rodeados de rosas, de todos tipos y tamaños.
—Una sorpresa.
—¿Para mi?— pregunté patidifusa.
Ladeó una sonrisa haciéndolo evidente.
—La verdad es que no esperaba tener que subir aquí, pensaba que me costaría menos decir esto sin tener que recurrir al plan b.
Ladeé la cabeza a un lado todavía más confusa.
—¿Y cuál era el plan A?
Se rio nervioso.
—Esperaba que fueras tan lista como para darte cuenta de eso.
Me paré unos segundos a pensar en lo que quería decirme precisamente con aquellas palabras. Estaba claro que las fotos eran una pista, pero con él nunca podía dar nada por sentado. Podía muy bien alegar nuevamente que estaba precipitando las cosas y que no debía mezclar placer, amistad y trabajo.
—¿Esperabas que al ver mis fotos, pensara al instante que estás intentando decirme de alguna forma que me quieres?
Él arqueó una ceja mientras su sonrisa se iba menguando poco a poco hasta extinguirse.
—Quizá «querer» sean palabras mayores, mejor dicho, quería que te dieras cuenta de que me interesas más que cualquier otra persona ahora mismo.

Mi corazón empezó a latir con fuerza contra el pecho. De hecho, tenía la sensación de que estaba a punto de salirme por la boca cuando él se acercó a mí y, con delicadeza me cogió del mentón y depositó un electrizante beso en mis labios.

ACCIDENTALMENTE TUYA © 1º PARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora