26. WES

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26ÁLBUM :CASUALIDAD CANCIÓN: For once in my life - Stevie Wonder

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ÁLBUM :CASUALIDAD
CANCIÓN: For once in my life - Stevie Wonder

La reunión con Jamie Press se me estaba haciendo larga y aburrida. ¿De verdad me pagaban para aguantar a cretinos cómo ese? Desgraciadamente, sí. Con que allí estaba, en la sala de reuniones mientras ese capullo calvo y gordo me intentaba convencer de que bajara el presupuesto de ejecución del rascacielos de Gadriel en Dubái.

—No pienso volver a repetirlo Press. No vamos a bajar ni un solo céntimo del importe que te presentamos hace tres reuniones, en la cual os pareció razonable dicha suma de dinero que os ofertamos.

Él suspiró. Nervioso.

—Lo sé, Señor Gallagher, pero a mis socios no parece satisfacerles del todo el montante de la operación.

Aspiré todo el aire posible por la nariz y miré fijamente al calvo barrigudo que tenía delante mía.

—Ya basta de jueguecitos señor Press, ni yo ni mi empresa tenemos más tiempo que perder, actualmente somos la multinacional más activa y valorada, todos conocen el trabajo que hacemos y tenemos varios premios por ello. Esto me parece una burda estratagema para ganar tiempo, lo que es bastante insultante para conmigo y mis empleados. — Mi voz era firme y sin titubeos—. Y eso no se lo voy a permitir. Cada segundo que pasan deliberando sobre la idoneidad del importe me están haciendo perder dinero, y es algo que no pienso tolerar.

El calvo se puso más inquieto. Cogió su pañuelo de tela y se secó la frente y la calva.

Todo esto me parecía una tomadura de pelo y de los grandes. En mi vida había tenido que dar un ultimátum a ninguno de mis clientes, pero la cosa ya se nos había pasado de castaño oscuro. No podía permitir que mis empleados perdieran ni tiempo ni dinero por la indecisión de otros.

—Lo sé señor Gallagher...

Respiré hondo.

Se me había agotado la poquísima paciencia que tenía. Y eso que había sido más que paciente con este negocio. Había aguantado las indecisiones de la empresa para la que trabajaba Press pero se acabó.

—Mire señor Press, he sido muy paciente con Gestf Enterprise, pero se acabó, ahora soy yo el que retira la oferta, más les vale encontrar otra compañía tan grande como la que represento para hacer ese rascacielos en el tiempo que solicitan, porque la mía no piensa volver a hacer ningún negocio con Gestf. Están demostrando ser muy poco profesionales, si es que esa palabra se les puede aplicar.

Press se puso tenso, su cara palideció.

—Señor Gallagher piénselo bien, no vaya a romper una sociedad por un impulso repentino.

Acaricié mis labios con el dedo índice. ¿Por un impulso repentino? Estaba de coña, ¿verdad?

—Los que tendrían que haber deliberado a tiempo deberían haber sido sus inversores señor Press...—Empujé mi silla hacia atrás sin hacer el más mínimo ruido, me levanté y acto seguido abroché el botón de la americana—. Espero que pueda comunicar mi decisión a sus inversores sin que haya malos entendidos.

El calvo se levantó e hizo lo mismo que yo anteriormente.

—Al fin y al cabo, espero que entiendan que debo proteger los intereses de mi compañía por encima de todo.

Él asintió en silencio, estrechamos nuestras manos en un gesto formal. Missy, mi secretaria, lo siguió hasta puerta de la sala de reuniones para luego acompañarle al ascensor.

Volví a sentarme en la silla y me recliné hacia atrás.

—Como trabajar con niños...—murmuré para mí mismo cerrando los ojos—. Una auténtica tortura.

No me gustaban los niños, me aborrecían, me sacaban de quicio, además, tenía cero paciencia con ellos. Por lo tanto, siempre me mantenía lejos, lo más lejos posible.

Ni siquiera intentaba ser un tío ejemplar con los hijos de Adrian. En mi defensa diré que ni a Nick ni a Camilla les caía bien y mucho menos ellos a mí. Nos respetábamos desde que los dejé encerrados en el armario la Acción de Gracias pasada por dos horas.

¿Qué culpa tenía yo de que no me gustaran los críos? Eran mocosos, llorones, se cagaban y meaban encima, además eran unos chantajistas de primera.

Suspiré y me senté recto en la silla. Tenía hambre, estaba de un humor de perros y me quería ir a casa. Miré el reloj, eran casi las seis. Inhalé una gran cantidad de aire, me incorporé y fui hacia la salida.

Sentí el móvil vibrar en mi americana y lo cogí para ver de qué se trataba. Era un mensaje de Jasper, quería saber si me apuntaba a jugar al billar esa misma noche.

Ladeé una sonrisa.

Le encantaba perder, no había otra respuesta a eso.

Wes:Okay, prepárate para perder.

Jasper:Te patearé ese culo de un millón de dólares.

Wes:¿Sólo un millón?
Conozco a un par de personas que pagarían más que eso.

Me reí mientras sujetaba el pomo del a puerta, listo para marcharme.
Guardé el teléfono en el bolsillo interior de la americana sin esperar su épica contestación. Jasper y yo éramos amigos desde que llevábamos pañales. Me iría bien distraerme un rato antes de que mi cuerpo explotara de toda la tensión a la que estaba sometido esos días.
Salí sin fijarme en los pasillos, nunca me fijaba demasiado. Siempre que lo hacía todos bajaban la mirada y fingían estar trabajando. Claro, como si fuera tonto y no me diera cuenta de que más de uno se limitaba a rascarse los huevos. Literalmente.

Iba a girar al fondo del pasillo para dirigirme a los ascensores cuando una chica se chocó conmigo.

Apreté la mandíbula.

—¿Es que no mira por dónde vas o qué?

En cuanto la morena alzó la vista volví a apretar la mandíbula. Esa vez la irritación contenida durante todo el día salió a flote.

—No me jodas...

—Hola, tú.

—Hola y una polla en vinagre. — Me limité a decir entre dientes.

Una Bybee Cohen (ahora castaña) me miraba con sorpresa fingida por mi mala lengua. No solía hablar tan mal, pero esa chica sacaba lo peor de mí.

ACCIDENTALMENTE TUYA © 1º PARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora