30. La noche anterior.

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Al despertar me doy cuenta que la habitación en la que estoy, no es la mía. Empecé a recordar que la noche anterior Emilio me había traído a su casa, cenamos algo y luego fui a esperarlo en la sala, pero honestamente no recuerdo más. Supongo que debí haberme quedado dormido.

— Si, eso seguro fue lo qué paso – me dije en voz baja – Emilio no . . .


Miro la hora en el reloj que estaba en la mesa de noche, eran los cinco de la mañana y el sol aún no salía para enseñar su esplendor. Aunque dormí pocas horas, me siento con mucha energía. Me levanto de la cama, estiro mi cuerpo y escucho como suena mis huesos. Camino hasta la puerta que llevaba hasta el baño, me lavo la cara, hago mis necesidades y cuando iba a salir del baño, me doy cuenta en el enorme espejo que había en la pared del baño, que estaba solo en ropa interior.


—¡Maldición! ¿ Dónde está mi ropa? – pregunto ponerme cada vez más nervioso – ¿Qué fue lo qué pasó anoche?

Salgo del baño para buscar mi ropa, pero no la veo por ningún lado. Empiezo a preocuparme, ya que no recuerdo nada después de haber esperando a Emilio en la sala.
— Emilio. . . Emilio. . . Empecé a gritar, ¡Maldición!

Estaba hecho una furia, tanto que no me di cuenta que mis piernas empezaron a moverse por si solas en busca de Emilio, si me entero que me hizo algo anoche, lo mato juro que lo mato. . . Abrí puerta tras puerta en su búsqueda, pero esta casa es tan grande que no sé cuándo logre encontrarlo.

— ¿Dónde rayos estas?, ¿ Por qué tiene que ser tan grande esta casa? – pregunto irritado.
Iba a abrir la puerta de la última habitación que me faltaba, hasta que lo veo salir y me obligo a detenerme antes de chocar con él. Doy un paso atrás y me quedo mirándolo de pies a cabeza, tal como lo hace él conmigo.


— ¿Qué me hiciste? – pregunto recordando que estaba enojado con él, por no encontrar mi ropa.

—¿ Qué hice de que? – pregunta muy tranquilo sin dejar de verme.

—¿Dónde está mi ropa? – pregunto.

— No lo sé – dice cruzándose de brazos.

—¿No lo sabes? –pregunto cruzándome de brazos también.

— No, no lo sé – dice de nuevo.

—¿Estas jugando conmigo?– pregunto irritado.

— No – dice sin moverse.

—¿No? – digo alzando una ceja.

— No, y tampoco tengo idea de porqué estas así – dice muy tranquilo.

— Estoy así, porque me desperté y no encontré mi ropa por ningún lado, ¿ Donde está y que me hiciste? – pregunto más enojado de que ya estaba.

— Yo no te hice nada – dice

— Entonces, ¿Dónde está mi ropa? – caminando de un lado al otro.

— Ya te lo dije, no lo sé. Te lleve hasta la habitación con tu ropa puesta, no sé qué hiciste para desaparecerla – dice sin dejar de ver mi pecho desnudo.

— Deja de verme el pecho – le grité.

— Entonces no debiste aparecerte así ante mí – dice acercándose a mí.

—¿Q- qué haces? – digo tartamudeando.

— Soy un hombre, no debiste venir ante mí en este estado – dice acorralándome entre su cuerpo y la pared.

— ¿Estado? – pregunto muy nervioso.

— Soy un hombre Joaquín, no sé qué hiciste con tu ropa, pero debiste pensar mejor antes de venir conmigo así vestido – dice demasiado cerca de mi oído.

Ninguno dice nada, pero su cercanía me ponía extremadamente nervioso y ansioso de querer tenerlo entre mis piernas. Este hombre era como el Dios de la lujuria y el pecado, y yo ya deseaba cometer el pecado de tenerlo encima de mí y muchas formas más.

—¿Qué vas haces. . .? – no pude decir más porque sentí sus labios sobre los míos, me estaba besando.


Sus labios. . . Sus labios, son demasiados suaves. Al principio no supe cómo reaccionar, pero Emilio es un experto en lo que hace, ya que logro hacerme abrir mis labios para darle paso a su lengua. La forma en como me besaba, me hacía recordar a los dos hombres del club, ¿ por qué será que me recuerda a ellos?

No supe en que momento empecé a seguirle el beso. Sentí como bajaba una de sus manos a mi espalda y la otra la colocaba en mi nuca. Estaba acercándome más a su cuerpo, hasta quedar de puntillas. La forma en como me sostenía, permitía que el beso se profundizará, al igual que pude sentir como su miembro estaba erecto, al sentir cómo se despertaba, hacia que yo también sintiera cosquilleos en mi parte baja. Leves gemidos salieron de mi boca, y tuve que aferrarme a su cuello cuando me levanto del suelo, pegándome a la pared. Tuve que interrumpir el beso, ya que me faltaba el aire.

— Debemos detenernos – dije casi en un susurro.

La forma en como me besaba, me gustaba mucho, me hacía sentir deseado y quizás algo amado. No sé el motivo por el cual decidió besarme pero me gusto mucho, me encanto. El problema es que no puedo admitirle que deseo que siga besándome, además de que deseo que me haga suyo. Pero no, no puedo permitirme caer en sus redes, no de nuevo. . .

En sus ojos puedo ver que no desea detenerse, veo el deseo en ellos. Es como si estuviera debatiendo entre seguir sus instintos o detenerse. Por favor, no te detengas pensé, pero para mi sorpresa Emilio se ha detenido, soltándome y dejándome solo en aquel pasillo, con mi corazón latiendo a mil, y con un dolor en el pecho y no sabía por qué.


Mis piernas eran como gelatina, no tenían fuerza para sostenerme y eso hizo que caiga al suelo. ¿ Ahora como lo veré a la cara? . . . Me quedé usos minutos sentado en aquel frío suelo, pensando en lo que acaba de suceder y en lo que sucedió la noche anterior. No voy a negar, que siento que me volveré loco con todo esto.
—¿ Joaquín qué pasa contigo? – me preguntó con frustración.

Me levanto del suelo y camino por la casa para regresar a la habitación, al voltear en el pasillo, me veo en un espejo que había en la enorme pared, y me di cuenta de que había estado en frente de Emilio en ropa interior de nuevo y me daba vergüenza, ahora entiendo porque me dijo que era un hombre y que yo no debía aparecerme frente a él así. Era obvio que su instinto le hiciera sentir deseo en ese momento, por lo tanto Emilio realmente no siente ningún deseo por mí, solo fue algo momentáneo, solo fue eso.


Ese pensamiento hace que mi autoestima caiga, me hace sentir el hombre menos deseado y nada bello. Camino rápido hasta la habitación en la que antes estaba y al entrar, me doy cuenta de que mi ropa estaba enredada en una esquina de la habitación.
— Eres un idiota Joaquín – me insulto a mí mismo.

Enamorado de un idiota millonario (Emiliaco ) ❤️Where stories live. Discover now