81. El señor Osorio Marcos.

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✨NARRA JOAQUÍN✨

Oficialmente era el señor Osorio Marcos, mientras que el alcalde estaba leyendo lo que tenía que decir, yo sentía como si tuviera fuegos artificiales en mi estómago, en lugar de mariposas. Cuando me pregunto si aceptaba a Emilio como mi esposo, no lo dudé ni un segundo, sentía que podía ser feliz a lado.

Al terminar de leer todo y después que ambos aceptamos nos declaro oficialmente casados y Emilio me beso. Samuel no dejaba de sonreír al igual que yo. Firmamos él acta de matrimonio que dijo su amigo, una vez que él y el alcalde se va, Samuel nos felicita tenía lágrimas en sus ojos de felicidad.

— Si soy honesto no es la boda que esperaba, pero soy feliz por ustedes - dice Samuel.

— No te preocupes abuelo, haremos la fiesta en dos semanas como acordamos - dice Emilio.

— Muy bien, me parece muy bien -dice sonriendo - felicidades a ambos - agrega.

— Gracias Samuel - dije sonriendo, estaba más que feliz.

—Ven aquí, déjame abrazarte - me dice Samuel.

Me acerco a él para que me abrace, y me dice lo feliz que está por lo que acabamos de hacer, aunque sigue insistiendo que él no quería que nos casáramos así en un habitación de hospital, pero que estaba muy feliz de que uniéramos nuestras vidas. También regaña a Emilio, le dice que debe darme una boda magnífica, y que todos los gastos serían pagados  por él, pero yo solo quiero que asista a la boda los familiares y amigos cercanos, nadie más.

Aunque suene feo, me gustaría decirle a Emilio cuando estemos solos, que no quiero a su padre en nuestra boda. Ahora que soy el señor Osorio Marcos, creo que tengo derecho de pedirle eso, al menos le pediré eso como mi regalo de bodas.

— Ya es tarde, deben ir a celebrar una luna de miel improvisada cómo está boda - dice Samuel y eso me hace reír.

—¿Vas a estar bien? - le pregunta Emilio.
— Lo estaré - dice Samuel.
— Muy bien - dice Emilio.

— Iré a darle a mi colega unas recomendaciones sobre cómo debe cuidar de ti esta noche, vuelvo en un rato - le dije a Samuel.

— No tardes - dice Emilio.
— No, no lo haré - dije.

Salí de la habitación con una sonrisa en mis labios, estaba feliz, al fin era su esposo. Nunca creí que me casaría, menos después de la de Mauricio, no tenía fe para llegar a unir mi vida con un hombre.
Busco a Lucy, quería contarle pero no la encuentro por ningún lado, llamó a su número y no me contesta, así que me acerco a la estación de enfermeras para decirles que deben hacer para cuidar de Samuel. Les dejo en claro que deben de llamarme si pasaba algo, también les dije que debían volver a administrarle medicamentos para controlar la dosis de arsénico qué hay en su cuerpo, pero que antes quería que le hicieran un análisis toxicológico para tener la evidencia de que se le ha administrado esta sustancia en contra de su voluntad y que existía en su cuerpo.

Pido total discreción para la análisis que se hará, ya que es un intento de homicidio lo que han hecho. Las enfermeras acatan a todo lo que les digo. Al terminar de darles todas las indicaciones, paso por mi oficina por unos cosas que había olvidado. Cuando encontré los documentos, que eran resultados de unos estudios realizados en una pequeña de seis años, quien sufría de cancer y además, tenía un tumor cerca de su espina dorsal. Estaba por salir de mi oficina, iba a tomar mi bolso, cuando veo que entra a mi oficina Ernesto Osorio con esa mujer no recordaba su nombre. Siento mi piel erizarse, algo me decía que no venían con buenas intenciones.

—¿Qué quieren? - pregunto.

— Hablar - dice la mujer sentándose en mi escritorio, mientras que Ernesto estaba a mis espaldas.

—¿De qué quieren hablar? - pregunto.

— Sobre quien será la señora Osorio Marcos - dice esa mujer cruzando sus piernas.

— Me temo que ese puesto ya está ocupado - dije sonriendo.

— No lo creo - dice ella.

En ese momento siento como Ernesto coloca un trapo en mi boca, suelto los documentos que tenía en las manos, dejando que caigan al suelo. Traté de no inhalar esa sustancia, peleo para que me suelte, pero voy perdiendo fuerzas, hasta quedar inconsciente y no saber más. No recuerdo que había pasado, me despierto cuando siento que me tiran un balde de agua muy fría encima. Escupo el agua que entro en mi boca, trato de moverme, pero estaba atado a una silla. Aún no podía ver con claridad y la oscuridad no ayudaba en nada.

— Por fin despiertas puto - dice Ernesto.

—¿Qué rayos haces? - pregunto furioso.

— Te lo advertí - me dice.

— Amor, has algo pronto con este hombre, me molesta mucho verlo y estar en el mismo espacio que él - dice esa mujer con voz seductora.

— Lo haré, pero antes quiero disfrutar de él, una nueva experiencia no le hace mal a nadie - dice el muy pervertido

— Has lo que quieras, pero no vengas a mi pidiendo sexo después de acostarte con él - le dice esa mujer muy furiosa y se va.

— Debo admitir doctor que aunque no me gusten los hombres tienes un cuerpo deseable, aunque prefiero sin dudas a las mujeres con grandes senos y un buen trasero, pero como dije una nueva experiencia no me vendría mal - dice riéndose.
Vi cómo se acercaba a mí con intenciones nada buenas, me toca el pecho con sus manos y eso me repugna.

— Por favor Dios, no de nuevo - suplico en mi mente.

— Tienes buen cuerpo, pecho firme - dice después de bajarme la camisa.

—¡Suéltame maldito infeliz! - grito y intento desatar mis manos.

—¡Quédate quieto! - me grita y luego me abofetea en la misma mejilla que me había golpeado antes.

— Tenemos que irnos - dice apareciendo de nuevo la mujer esa.

— Aún no - dice él tratando de quitarme el pantalón.

— Te llegó un mensaje - dice ella muy calmada.

— Fernanda ahora no - le dice él.

— Es de tu esposa, parece que el viejo ha estirado la pata - dice riéndose.

— ¿Qué? - digo.

—¿Estás segura? - le pregunta Ernesto sonriendo.

— Si amor, tu esposa ha escrito y cito textualmente: " ven a casa, tu padre a fallecido. Lo lamento mucho" - dice.

Escucho como se ríen a carcajadas, mientras yo derramo lágrimas al enterarme de la muerte de Samuel. No podía ser cierto, él estaba bien antes de que ellos llegaran.

—¡Malditos! ¡Malditos! - grito repetidas veces.

— ¡Cállate! - me grita la tal Fernanda.

— ¡Son unos hijos de p. . .!no pude terminar de decir mi insulto, debido a que recibí dos cachetadas de nuevo.

—¡Dijo que te calles! - me grita el maldito de Ernesto.



Estos malditos como los odio 😡😡😡

Enamorado de un idiota millonario (Emiliaco ) ❤️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora