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Sam pasó una mala noche. Primero le costó dormir. Luego lo despertaron los gemidos de los de la habitación de al lado. No pudo evitar acordarse de lo que harían Isaac y él y tuvo que masturbarse. Después volvió a quedarse dormido, pero se iba a despertando cada hora por los nervios. Llegó al aeropuerto con cara de cansancio, ojeras y los nervios metidos en el estómago.

Mientras, Isaac se encontró con Carmen cuando se levantó a las seis de la mañana. Había dormido fatal, por lo que agradeció el café y la charla de la mujer mientras ésta limpiaba el salón y la cocina.

Él le contó que por fin veía Sam a verlo y ella le dijo que estaba nerviosa por conocerlo, así que le dijo que en cuanto acabara las tareas le haría un pastel de bienvenida, a pesar que Isaac le dijo que no era necesario.

Recibió un whatsapp de Sam indicándole que ya iba a despegar, y decidió que en quince minutos saldría de casa: no podía aguantar más los nervios. Por fin se levantó y se despidió de Carmen con un gesto, cogiendo las llaves del coche de Derek.

Se montó en el deportivo y puso música que lo distrajera un poco de los nervios que sentía, así que cuando sonó rock por los altavoces lo agradeció enormemente. Vio por fin el aeropuerto y sonrió como un idiota, aparcando el coche y entrando en la terminal.

Se puso a ver los paneles de llegadas, y como vio que aún tenía una hora se fue cerca de la puerta de salida del vuelo de Sam y pidió un café en la cafetería Starbucks que había allí. Al no tener con quién entretenerse por el móvil, ya que éste estaba metido en un avión, la hora se le hizo eterna.

Sam pudo dormir un poco en el avión, ya que estaba tan cansado que fue inevitable que la sien no se apoyara en la ventanilla y le llevara a un sueño ligero que desapareció con la llegada de una ola de turbulencias.

Pidió un café, cuyo precio le dolió en el alma, pero necesitaba espabilarse de alguna manera. Cuando el avión comenzó su maniobra de descenso, el estómago empezó a darle vueltas de puros nervios.

Le iba a ver por fin. No había pasado demasiado tiempo, pero parecía que eran años. La vida del cazador era dura y sufrida, y el tiempo pasaba más lento para ellos que para el resto de mortales.

Una vez en tierra, caminó hacia la zona de recogida de maletas y la sacó de la cinta, notando que le temblaba la mano. Demasiados nervios y mucho sueño.

Empezó a caminar hacia la salida de la zona de llegadas, viendo de lejos la puerta blanca y automática que se abría por la mitad cada vez que los viajeros la cruzaban. Al otro lado estaba la gente que esperaba las llegadas. Las de los cartelitos, los grupos, la señora que espera a su hijo con emoción, el abuelo que espera a su mujer con un ramo de rosas en la mano...

Sam atravesó la puerta y empezó a buscar a Isaac con la mirada mientras arrastraba su maleta.

Éste, al ver a gente salir de la puerta por la que llegaba el avión de Sam, se puso de pie y se acercó rápidamente. Estaba dando saltitos intentando verlo hasta que salió mirando a todos lados.

Sonrió ampliamente al verlo más guapo de lo que le recordaba y se acercó con rapidez. Hasta que no lo tuvo a dos pasos el castaño no se dio cuenta de que lo tenía delante, y soltó la maleta para recibirlo con un abrazo que lo dejó sin aire.

Hundió la cara en el hombro de Isaac y lo apretó contra él, sintiéndose automáticamente mejor. Se separó un poco y lo miró con una sonrisilla.

-Las fotos no te hacen justicia, ¿eh? -comentó el de rizos mirándole la boca mordiéndose el labio inferior.

-No te creas -repuso sonriendo-. Traigo una cara de sueño increíble.

Abyss [m-preg]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora