8. Ya no me odies

542 137 202
                                    

Finalmente ha llegado el día en el que termina mi tortura con la vieja Gertrudis y Liam en la biblioteca. Sorpresivamente, mi compañero le ha puesto empeño a sus labores y ha estado trabajando tanto como yo, y es por eso que hemos terminado tres días antes, cosa que agradezco.

Los días en ese lugar han avanzado sin problemas. Por alguna extraña razón, él no me ha molestado más. A veces al llegar me da un saludo que no le devuelvo, o hace alguno que otro comentario sin sentido con el que intenta ser gracioso al que le resto importancia, pero otras tantas ni siquiera recuerdo su presencia porque es en exceso silencioso cuando se concentra en sus funciones.

Esos son mis días favoritos.

No me ha devuelto ninguna de mis pertenencias y eso sí es algo que no ha dejado de molestarme, pero tampoco le he insistido más.

He terminado de copiar todas las clases en las libretas nuevas hace unos días y estoy al día en ese aspecto, pero el hecho de que esto se haya convertido en doble trabajo para mí, no me permite estar tranquila ni confiarme de que él se está comportando como un ser racional finalmente. No me cae bien, y tanta tranquilidad por su parte me asusta.

Las clases hoy se me han hecho eternas, y sé que solo se debe a lo ansiosa que estoy por terminar mis castigos. No es que tenga mucho por hacer al salir del colegio, pero cualquier cosa es mejor que estar en esta habitación con estas personas y, además, es mi valioso tiempo libre que en ningún momento debió haberse limitado.

Juliana se ha quedado durante el almuerzo y hemos comido juntas desde hace una semana porque ella se ofreció a acompañarme aunque me negué, y a veces Andrea también nos acompaña. Es muy gentil de su parte que lo hagan, y agradezco incansablemente que me apoyen y a la vez conviertan la hora en un momento entretenido.

Cuando el momento del castigo llega, me despido de mi amiga para verla partir con su padre y me marcho a la biblioteca, sintiéndome extrañamente nerviosa sin razón. Ansío acabar con esto, y espero que la bibliotecaria, a la cual saludo al ingresar y como siempre me contesta de mala gana, no vuelva a ponerse intensa con la limpieza que ella critica como imperfecta solo para no dejarnos ir.

Me han educado desde niña, y aunque sus malos modales me ponen de mal humor, hoy no le doy importancia y continúo mi camino hacia el deposito, donde se encuentran los artículos de limpieza que hemos usado sin descanso estos días. Liam no tarda en llegar a tomar sus implementos y también comenzar a limpiar las estanterías restantes.

Hoy es uno de esos días que me saluda, y también uno en el que decido ignorarlo. Todo ha fluido muy bien y no estoy dispuesta a ceder a sus provocaciones, pero él decide insistir.

—¿Ya has copiado todas tus clases? —pregunta en un suave tono después de un rato.

Me sorprende que su timbre de voz no lleva burla y hasta suena amigable, pero es él y sigo pensando con ese cambio de actitud que trama algo, por eso no modifico la mía.

—¿Qué te importa? —respondo adustamente sin girar a verlo.

Él expulsa una débil risita resignada detrás de mí, donde se encuentra limpiando una de las últimas estanterías que nos restas y que nos separan por pocos metros.

—¿Por qué eres tan odiosa?

—¿Por qué eres tan metiche?

—Solo quiero hacer esto más entretenido... ni siquiera me caes mal —añade, y ahora la que suelta una risa seca soy yo.

—¿Qué te hace pensar que me quiero llevar bien contigo o hacer esto entretenido? Es un castigo, y nada bueno hay en eso cuando solo perdí de mi tiempo. Yo lo único que quiero es que me devuelvas mis cosas y te desaparezcas de mi vida para siempre —puntualizo, apretando con fuerza el pañuelo con el que limpio para evitar golpearlo a él, porque no quiero descontrolarme aunque me inquieta que sea tan descarado.

Canela ©Where stories live. Discover now