94. Uno, sin dejar de ser dos

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Abro los ojos, los cierro seguido y continúo la secuencia por varios segundos para habituarme a la reciente oscuridad. Percibo un peso sobre mí y el intenso chirrido de varias bocinas que todavía no se detienen, sumando más decibeles al volumen de mi confusión.

Estoy aturdida, entumecida, y todavía no asimilo lo que acaba de pasar. Me siento despersonalizada, como si fuese un espectador más que ve proyectar su propia vida desde la lejanía, o el testigo de un crimen que no se atreve a confesar por temor a ser lastimado; ajena a todo a mi alrededor e incapaz de soltar siquiera alguna palabra aun cuando sé que debería reaccionar para asegurarme de que mis amigos e incluso yo, estamos bien.

El tiempo se lentifica. Todo movimiento se paraliza a mi alrededor y lo único que alcanzo a percibir desde la distancia como zumbidos de mosquitos moribundos, son voces que no llegan a tomar forma del todo, aunado a los golpeteos de mi corazón que, a diferencia de todo lo demás, se intensifican. 

Intento recordar cómo llegamos a esto, pero no alcanzo a encontrar nada que me haga entender con exactitud. Recuerdo las palabras de Liam hace apenas unos minutos, que me despertaron y resonaron en mis oídos como la melodía de mi canción favorita: su pieza, distrayéndome de lo que era mi actividad.

Escuchaba a mi amiga. Hubo gritos que salían de la boca de Camila hacia Eduardo. Ella le reclamaba y aunque intenté ponerle atención antes de que Liam me hablara, no alcancé a comprender ninguno de sus vocablos. Además, la resonancia de la voz de mi novio en mi cabeza arrastró cualquier otro movimiento externo, hasta que incluso eso último quedó de lado por el insistente sonido de una bocina y seguido, un impacto contra otro vehículo que venía frente a nosotros. Ahora nos encontramos en esto.

Solo tengo dudas, ninguna respuesta y mucho miedo. Ni siquiera me doy cuenta de que estoy llorando hasta que siento el sabor salobre de las lágrimas que ahora percibo, empiezan a recorrer con premura mi rostro, mezclándose con un ligero sapidez de metal caliente que se desliza hasta acariciar mis labios y descender por mi barbilla. Tengo un ardor en la frente que se acompaña con un ritmo punzante y el peso de Andrés todavía sobre mi cuerpo, mismo que se desvanece poco a poco porque él empieza a incorporarse cuando la voz de Liam, esa que percibo como un murmullo distante, le llama insistente.

Algunos sollozos me son apenas audibles desde mi ubicación y otros quejidos de dolor que no alcanzo a descifrar de dónde provienen, se intensifican con el pasar del tiempo, pero no soy capaz de reaccionar o al menos moverme ni siquiera cuando hablan y la voz toma más sentido.

—¿Estás bien? —Escucho como un lejano bisiseo, acompañado de sueaves movimientos en mi hombro que me hacen reaccionar al fin, aunque todavía sin salir de mi asombro—. Arya... Amor, ¿estás bien? —repite la voz de Liam, pertinaz, con tintes de preocupación que destiñen con fuerza de sus labios.

Volteo la cabeza para mirarlo y asiento con lentitud tras varios segundos aunque no alcanzo a comprender lo que me pregunta. Detallo su rostro con la leve luz que una farola lejana me lo permite y me percato de que afortunadamente él está bien; no hay rastros de sangre en su piel y solo su mano lleva un poco del líquido rojo que sí consigue angustiarme, pues no sé de dónde ha salido.

Sonrío con nostalgia y la afluencia de las lágrimas se intensifican cuando solo así, con él mirándome asustado; con sus ojos bañados de gotas en las que se inscribe el miedo y la preocupación, logro espabilar.

Nunca antes lo vi llorar.

Liam toma mis mejillas como si nada más le importara, me ve a los ojos, me evalúa y seguido me abraza. Yo no soy capaz de responderle en medio de mi estupor y solo me percibo más débil cuando esas onerosas lágrimas que se desprenden de sus ojos, se mezclan con las mías en el momento en el que se acerca para besar mi nariz y cada parte de mis facciones como le es posible.

Canela ©Where stories live. Discover now