29. Hay otro chico

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Al despertar, lo primero con lo que me topo es con el cuerpo inerte de mi mejor amiga

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Al despertar, lo primero con lo que me topo es con el cuerpo inerte de mi mejor amiga. Ella podría dormir en el dúplex de mi cama, pero es tan floja que simplemente prefiere invadir mi espacio personal. Y de la peor manera.

Con un poco de dificultad y fastidiada, quito su pierna y brazo derecho de encima de mi cuerpo para proceder a disfrutar del mayor placer de la vida: desesperazarme, todavía acostada. Me incorporo tras un par de minutos y desde esa posición le doy pequeños toques a Juliana que aumentan de intensidad hasta terminar con una sacudida que la hace despertar. Ella es de sueño pesado, por lo cual se me hace difícil conseguir que despierte y debo poner en práctica el ritual que me he creado hace muchos años.

—Buenos días —canturreo para molestarla, ella gruñe.

—Odio que me despiertes tú, siempre me maltratas —se queja, todavía adormilada, para después cubrir su cuerpo entero con la sábana, volteándose completamente hasta quedar boca abajo. Yo río.

—Deja el drama, Taylor, y levántate.

—Sí, mamá, ya me levanto —afirma entre dientes, pero no se mueve y me obliga a usar su debilidad: las cosquillas. Ella chilla, pero el tratamiento siempre es efectivo y se incorpora como puede, es allí cuando me detengo y me levanto de la cama hacia el baño, complacida.

—Si cuando vuelvo estás dormida, te levantarás empapada de ese colchón, y créeme que no me importa mojarlo.

—Y ni mi impirti mijirli —se burla, le lanzo uno de los cojines del sofá y entro al baño, ella queda fuera, amenazando con quitarme la vida.

Me preparo con calma pese a que tengo a un perezoso fuera, pues la he despertado temprano y tenemos tiempo suficiente para arreglarnos. Media hora después, ambas estamos listas y de camino al colegio en el auto de mi padre.

Hoy tengo flojera y cero deseos de conducir, además de que siento que por alguna razón no debo llevarlo y yo creo fielmente que hay que obedecer a la intuición.

Ingresamos al salón directamente al llegar para refugiarnos del frío y mientras esperamos el sonido del timbre, le pido que me acompañe a comprar la guitarra de Liam esta tarde porque estoy decidida a enmendar mi error. Él pudo haber sido muy duro conmigo, pero últimamente es diferente y aunque me hizo mucho daño antes, tengo muy claro que no soy como él. Además, necesito que mi conciencia me deje dormir tranquila.

La primera clase no tarda en dar inicio y todo va fluyendo de maravilla, hasta el momento en el que estoy en el laboratorio de química y Mariana interrumpe para hacerme un llamado.

Me parece extraño, pero la sigo confundida y curiosa por saber qué es lo que tiene que decirme, con la angustia elevándose al notar que ella no dice nada hasta detenerse en una banca del patio en la cual nos ubicamos.

Canela ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora