Extra: Chrisand

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—Algún día te vas a enamorar, Miller, lo harás, y yo estaré ahí para verte llorar cuando la heroína te rechace —recalca Maxi, molestándome por tercera vez en esta mañana—

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—Algún día te vas a enamorar, Miller, lo harás, y yo estaré ahí para verte llorar cuando la heroína te rechace —recalca Maxi, molestándome por tercera vez en esta mañana—. Ella será mi héroe favorito —concluye con ensoñación, limpiando una falsa lágrima de su mejilla.

Los chicos se carcajean y yo también me río, porque esas ridiculeces que salen de su boca no me provocan más que ganas de burlarme en su cara.

Desde que inició la hora del descanso y salimos al patio, él y Liam se han dedicado a cuestionar a Andrés sobre esa chica con la que está saliendo mi ojiverde amigo hace tres semanas, y que parece estar yéndole bien. Por eso narra sus hazañas con orgullo.

A mí no me interesan esas cosas más que para molestarlos por verse tan débiles en esos asuntos, y ya que los amenazo en broma de que no vengan a mí llorando cuando a las chicas se les acabe el encanto, Maximiliano tampoco deja pasar la oportunidad para contraatacar y acusarme con sus predicciones absurdas.

—No digas sandeces. Eso pasará justo el día en el que vea a Liam babeando por su piojosa, y considerando que ella no está aquí, es incluso más difícil la situación —argumento, porque con tanto odio entre esos dos me parece imposible que aquello ocurra.

Es un buen ejemplo que puedo usar.

Liam se ahoga con su sandwich ante mis palabras y mientras Andrés le golpea la espalda con ímpetu para ayudarle a recuperar el aliento, Maxi no hace más que descojonarse de la risa. Pero ahora no entiendo si lo hace por el candidato a cadáver o por mí.

—Mejor cállate, Chris, porque no sabes nada —dice Maximiliano, dando paso a mi confusión.

—¿Eso qué significa? —cuestiono, arqueando las cejas sin poder evitarlo. Ese par tiene vida propia.

—Que no tienes posibilidades... —contesta, viendo con disimulo a Liam, que todavía tose esporádicamente—. No... no puedes huir por siempre, acéptalo y ya —continúa el pelinegro, y aunque no me creo del todo su argumento, no le digo nada; porque unos gritos se hacen oír a nuestras espaldas y giro a ver lo que pasa, deseoso de chisme.

Se trata de Eduardo y Camila, y al verlos, nuevamente me hierve la sangre.

La pelirroja le grita a mi amigo por algo que no entiendo ni me interesa entender, porque sus escenas en las que lo humilla y que cada vez se vuelven más recurrentes, me tienen cansado, además de que provoca que mi molestia hacia ella se incremente.

Todos nos ponemos de pie y Andrés y Liam dejan su desayuno de lado para ponerle mayor atención a la pareja e intervenir en caso de que las cosas se salgan de control, porque no sería la primera vez en la que nos vemos separándolos; pues ella lo ataca sin pensar en nada. Y como es de esperarse, esta no es la excepción en la que el rubio queda como idiota en medio del patio.

Camila le grita, él la escucha con atención y no habla, porque siempre que intenta hacerlo, la chica alza su voz con más fuerza para impedírselo.

Canela ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora