59. Es un mal chiste

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Al terminar las primeras tres canciones, los chicos celebran entusiasmados

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Al terminar las primeras tres canciones, los chicos celebran entusiasmados. Reciben animadamente los aplausos, los abrazos y las felicitaciones del público, y Liam, que los observa desde la distancia, parece estar feliz de percibirlos así... Igual que yo de mirarlo a él.

Observo con una sonrisa al castaño, que se ubicó al fondo del escenario y con una botella de agua en cada mano, permanece estático, sereno y sonriente, viendo a sus eufóricos amigos con admiración.

Los chicos son realmente buenos y no me sorprende que las personas lo comenten. En realidad me agrada que el público disfrute, pero me encanta mucho más que ellos parecen gozar de esto que están haciendo, y lo hacen bien, con esmero y dedicación. Se entregan con cada movimiento y en cada pieza que dejan fluir sobre el escenario con sentimiento, y más importante, con seguridad y humildad, eso es suficiente para que yo sienta admiración y orgullo aunque apenas los conozco. Me llena de satisfacción que aun con los contrastes que tiene la vida de cada uno de ellos, no se han dejado llevar por lo fácil, y eso me hace feliz.

—Te dije que lo harías genial, siempre te preocupas de más —comenta Liam tras unos segundos, sentándose a mi lado en el otro banco. Coloca su pie izquierdo en el posapies de su banquito y me extiende nuevamente una botella de agua sellada que recibo agradecida, sonriéndole.

Tengo la garganta seca, pero más que por la presentación, es por su cercanía y por lo que está siendo capaz de hacerme sentir. Él consigue que los latidos de mi corazón golpeen mi pecho con frenesí sin esfuerzo alguno. Lo hace saltar con tan solo sonreír, guiñarme o por simplemente ser él mismo, tan espontáneo y vivaz, tan tierno y preocupado, y eso me está gustando mucho. Él me está gustando.

—Gracias... Tú... eres genial también, pero tu seguridad siempre me intimida. Me hace sentir segura, pero me intimida —le confieso sofocada, él suelta una sonora y melodiosa carcajada, inclinando levemente su cabeza hacia atrás y haciéndome sonreír también, porque por más esfuerzo que haga, ya no soy capaz de resistirme.

Liam me desvía la mirada para beber de su botella de agua natural con calma, cerrando los ojos cubiertos por esa poblada capa de pestañas claras y dedicándose a saborear cada gota que atraviesa su garganta, mientras yo me afano en observar descaradamente sus perfiladas facciones bajo la tenue luz del escenario. Y eso también me pone nerviosa.

Me preocupa que ahora lo percibo más lindo.

—Solo me dediqué a disfrutar del momento junto a ti, nada más —asegura viéndome de nuevo, enroscando la tapa de su botella a la vez—. Me gusta que ahora no pareces incómoda ante mi presencia.

—Es que ya no me estás cayendo tan mal —bromeo, él vuelve a reír.

—Voy por buen camino entonces —guiñe, me mira a los ojos por unos segundos más en silencio, logrando intimidarme, y luego continúa—. ¿Te gustó hacer esto? ¿No te parece maravillosa la sensación que se apodera de tu cuerpo tras cada segundo?

Canela ©Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora