51. Maltrato animal

244 49 206
                                    

¿Estás bien?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¿Estás bien?

Esas fueron las primeras palabras que salieron de mi boca hace unos minutos. Eso fue lo primero que le pregunté a Ian apenas terminó la historia de su padre.

Estaba realmente preocupada por saber cómo se estaba sintiendo después de recibir aquella cantidad exorbitante de información que dejaría loco a cualquiera, y por eso mi interés.

No solo había crecido con un padre y con la errada información de que su mamá había muerto, o qué se yo, sino que ella realmente estaba viva, lo había abandonado y ahora tenía un hermano idéntico a él. Eso era demasiado a los oídos de cualquier persona y yo, como la buena amiga que soy, me intereso por su estado emocional.

Pero claro, como respuesta de su parte, aparece la traición.

Hoy en la mañana, al despertar, tenía un mensaje de mi amigo en el celular en el cual me pedía que fuera junto a él a un sitio que le había indicado su padre. No sabíamos cuál era el motivo del encuentro, solo que él debía estar allí y que era muy importante.

No entendía mi función en aquel lugar, pero, por supuesto, yo acepté. Porque me considero una buena amiga.

Al salir del instituto después de un agotador día cargado de deberes volví a casa para dejar mi auto porque él pasaría a por mí en el suyo, y cuando llegué, ya Ian estaba esperándome, por lo que no tardamos en marcharnos al lugar pautado.

Durante el camino él me explicó los pocos detalles que conocía sobre dicha reunión, pero estos eran realmente escasos y nuestra conversación viro en otro rumbo que hizo surgir mi incomodidad después de un tiempo, pues él decidió que era prudente hacer uno que otro halago que no se centraba solo en mi apariencia presente, sino a antaño cuando ambos éramos niños. Por eso agradecí que el recorrido no haya durado mucho, pero ese agradecimiento se transformó en otra reacción que no alcancé a descifrar apenas vi lo que allí nos esperaba.

No sabía cómo reaccionar y la confusión no era nada en comparación con mi sentir.

Al bajar del auto frente al bonito restaurante nos percatamos de que ciertamente existe un James que es muy parecido a Ian. En ese instante comprendí la confusión de Liam hace un par de días y confirmé que no está loco como llegué a pensar en su momento, o al menos no tanto.

A mi confusión, además, se le sumó la cercanía del castaño. Ahora no solo me siento incómoda por eso, sino porque también me acompaña una sensación extraña y me perturba el hecho de haber sido tan tonta como para dejar mi auto abandonado en casa, y me doy cachetadas internas por eso.

Todo lo conmovedor, devastador, injusto, deshonesto y demás que me ha parecido la historia del padre de Ian, se ha esfumado para dejarme un único sentimiento de desesperación, uno que surgió cuando le recordé a mi amigo que mi auto estaba en casa y él decidió que era buena idea ofrecerme en bandeja al idiota que me he esforzado por evitar a toda costa desde hace dos días.

Canela ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora