64. Los planes para mi muerte

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Cuando pongo de nuevo un pie en el salón, me detengo ante la escena que tengo enfrente

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Cuando pongo de nuevo un pie en el salón, me detengo ante la escena que tengo enfrente. Arya está con su amigo, y este último con una cercanía que no me deja buenas sensaciones.

La última vez que vi algo parecido, me sentí como la mierda. Él la había besado a ella y aunque presencié cuando lo apartó, creí que todo lo que habíamos avanzado hasta el momento no significaba nada. Yo me había hecho ilusiones muy rápido y ver aquello fue como recibir un balazo en una herida todavía abierta.

Me dolió, me incomodó y me hizo sentir miserable, no puedo negarlo, sobre todo porque hacía instantes ambos parecíamos estar congeniando de maravilla y el ambiente entre nosotros se sentía real. Ella estaba siendo transparente y dulce, me estaba dando a entender que se sentía bien a mi lado, y ver aquello hizo que me surgieran dudas sobre si esto que yo estaba ansiando era verdadero. Mis ilusiones fueron en decadencia y luego volví a tratarla mal.

Me arrepentí de haberlo hecho al instante. Supe de inmediato que ella estuvo llorando cuando se perdió en el club y no la encontré por ningún lado, y eso me hizo sentir peor. Quería hablarle, quería disculparme por la manera en la que me comporté, pero no sabía cómo hacerlo sin que la rabia y la decepción se atravesara en medio para actuar antes que yo. Quise evitarlo, pero entendí tarde que de cualquier modo fue lo que permití que sucediera, porque de nuevo fui un bruto.

Al principio quise convencerme de que si actué de aquel modo fue porque tenía una buena razón, y me colgué de que la mente es experta en formar películas para jodernos a nosotros mismos. Eso lo tenía claro, y también sabía que era muy difícil lidiar con ella y tras creerme derrotado, más fácil fue para mi imaginación idear cosas que no habían pasado. Pero también entendí que eso ocurría únicamente si yo lo dejaba ser, y así fue. Mi mente creó lo que yo le permití crear.

Después de lo que vi aquel fin de semana, no sabía si debía seguir insistiendo por conseguir algo, aunque quería, y simplemente decidí apartarme para dejar que las cosas fluyeran y se aclarasen un poco. Creí que esa fue la mejor decisión que tomé, y luego la peor, pero me sirvió para darme cuenta de que ciertamente no la quería lejos y pude entender que ella tenía razón al decir que todo pasa porque así debe ser. Y también me ayudó a comprender que yo estaba siendo un inmaduro.

Ya no quería seguir así y me bastó verla llorar una vez más para reaccionar. Por eso la busqué, y después de que nos arreglamos y de que compartimos ese último beso que me dejó deseando más, me queda claro que es así como me gusta estar con ella.

Nos entendemos, nos parecemos y la quiero, solo eso me basta aceptar para saber que ahora no debo quedarme paralizado o hacerme el idiota sin antes escucharla. No debo ni quiero hacerme películas, y es por eso que sonrío un poco y camino en dirección a ella cuando queda nuevamente sola en el sofá.

-Hola -saludo sin saber qué más decir, ella me mira y sonríe abiertamente, mostrando esa sonrisa que llega a sus ojos. Le devuelvo el gesto y me siento a su lado, pero sin dejar de lado la curiosidad-. ¿Pasó algo?

Canela ©Where stories live. Discover now