20. No gracias, Hestia

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Mi mirada permanece pertinaz en la pared color ceniciento del fondo, a la cual veo incapaz de ponerle atención a través de las delicadas gotas de lluvia artificial que caen de la regadera de mi baño en una corriente ligera y silenciosa, añadiendo ...

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Mi mirada permanece pertinaz en la pared color ceniciento del fondo, a la cual veo incapaz de ponerle atención a través de las delicadas gotas de lluvia artificial que caen de la regadera de mi baño en una corriente ligera y silenciosa, añadiendo dramatismo a la situación.

Intento ver los detalles de la habitación dentro y fuera del cubículo de cristal transparente como un intento de distraerme, pero me resulta imposible.

Abrazo mi cuerpo bajo el agua helada. Ya tengo bastante tiempo aquí, pero conservo la absurda esperanza de que en cualquier momento la afluencia de gotas me ayudará a disipar lo que siento. Nada funciona, y todo esfuerzo es infructuoso.

Mis pensamientos navegan en un océano sin fin, donde lo único que encuentro a mis alrededores es el recuerdo y la figura oscura de Liam frente a mí, imponiéndose firme y segura. Él me besó esta noche, y me dejó sola en un naufragio de confusión que se acompaña con un revuelco de emociones indefinidas.

Me muerdo el labio, y con esto recuerdo el calor de su boca sobre la mía sin poder evitarlo, junto a la corriente de sensaciones recorreriendo mi sistema reavivándose cada tanto. Me resulta insostenible, y no comprendo cómo todo es tan intenso cuando apenas estuvo cerca de mí algunos segundos.

Es la primera vez que alguien me besa.

¿Por qué tuvo que ser precisamente él?

¿Por qué lo hizo así?

¿Por qué lo hizo?

Ni siquiera secarme el cabello al salir de la ducha es suficiente para distraerme. Mis fortalezas están suspendidas y aún me pregunto si debí seguir, porque creo querer, pero me niego a aceptarlo. Me da vergüenza y miedo admitir que por un segundo estuve a punto de devolverle el ósculo; me pregunto qué habría pasado si accedía a entregarme como mi cuerpo lo pedía si al no corresponderle todo es tan intenso.

Finalmente me convenzo de que hice bien, de que haberlo besado habría significado entregar mi derrota sin antes luchar. Me convenzo de que lo que pasó solo es una de sus bromas, otro nivel de su juego que superó satisfactoriamente... una venganza a lo que hice con su guitarra que me habría gustado que no hiciera. Estaría feliz si me hubiera permitido gritarle hasta que me desahogara lo suficiente, y que no me interrumpiera pegando sus labios a los míos de aquella manera tan dulce, cálida y diferente a él, tan... simple, y que con esto me confundiera.

Fue genuino pese a todo, y no encuentro mejor manera de describirlo cuando antes las cosas entre nosotros siempre han sido complicadas.

—¡Mierda! —gruño más fuerte de lo que me habría gustado, cuando gracias a mi distracción, la temperatura caliente del secador que dejo sin darme cuenta de forma permanente por tanto tiempo cerca de la frente comienza a quemarme—. Estúpido Bonetti —lo maldigo entre dientes aunque no sea su culpa, porque tenerlo tan presente y metido en mi cabeza no me está haciendo bien, y no quiero asumir yo la culpa por injusto que sea.

Canela ©Where stories live. Discover now