77. Te quiero conmigo

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—¿Liam? ¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunto entre exaltada y confundida, con el corazón latiendo desenfrenadamente por el susto

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—¿Liam? ¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunto entre exaltada y confundida, con el corazón latiendo desenfrenadamente por el susto.

Hace apenas instantes me dormí y con mucha dificultad, pero no creo que los problemas que me está dejando mi alterado ciclo del sueño me hagan alucinar, porque esa figura que veo a centímetros de mí, tiene que ser Liam.

Además, los vampiros no existen.

Me incorporo con rapidez al oírlo exclamar una queja y luego de calzarme corro hasta su ubicación, pero me detengo a tiempo al ver que la parte del piso que no está cubierto por la alfombra, está repleto de trozos de vidrio roto y un líquido que, por el apestoso olor que comienza a infestar la habitación, me deja saber que es alcohol.

Liam se remueve un poco más desde el suelo y con un poco de dificultad, apoyándose en su mano derecha, se pone de rodillas, dejándome ver su mano izquierda que ahora está ensangrentada. Eso basta para que me preocupe.

—Te hiciste daño, Liam. ¿Qué hiciste? —inquiero en un susurro, acercándome desde el otro lado para ayudarlo a levantarse. Él no contesta y eso, sumado a su torpeza, me deja intuir que está ebrio—. ¿Por qué estás borracho?

—Estoy bien y no estoy borracho, solo tomé un poquito porque... No importa. Creí que te vería en la fiesta de Max y no fuiste, ¿por qué? —pregunta con nostalgia.

No contesto, porque la única respuesta que le daría lo podría lastimar, así que me limito a ayudarlo a levantarse.

Lo tomo de los antebrazos y él contribuye un poco a mi esfuerzo para ponerse de pie. Se levanta y lo insto a caminar hacia el sofá. No parece estar ebrio, para tampoco sobrio, y eso ya me preocupa porque sé que él no bebe de ese modo.

Lo ayudo a sentarse y estoy por hacerle una pregunta, pero me sobresalto cuando la voz de mi papá al otro lado de la puerta se hace oír, junto al sonido de la manija deslizándose de arriba abajo en un intento de ingresar a la habitación. Liam intenta ponerse de pie, pero lo freno porque no hay manera de que mi padre entre y así lo tranquilizo.

Sé que esto se vería muy raro y si se entera que Liam está en mi habitación, borracho y con la mano cortada, ninguno de los dos acabará bien.

Este chico es experto en sacarme de mis casillas y traerme problemas.

—Gab, pequeña, ¿estás bien? —pregunta elevando la voz, ronco, lo que me indica que se levantó sobresaltado por el ruido.

Poso mi dedo índice sobre los labios de Liam para evitar que hable cuando lo veo abrir los ojos con exageración y me apresuro a responder.

—Sí, papá.

—¿Qué fue ese sonido que...

—El vaso del agua se me quebró porque lo dejé en mala posición, pero ya lo levanté, no te preocupes —contesto con rapidez para que se vaya, interrumpiéndolo. Liam ríe levemente ante mi mentira y vuelvo a mandarlo a callar, gesticulando con mis labios—. No pasa nada.

Canela ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora