57. ¿Está soltero?

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Sí, Yulia, todo estuvo increíble —admito por tercera vez a mi amiga desde el celular que está sobre la cama, mientras enlazo las trenzas de mis zapatos.

Eso me hace muy feliz, amiga, te dije que él era genial —dice con ilusión y sonrío. Ahora pienso un poco como ella—. Mas tarde te hablaré para que me cuentes todo, ¿okey? ¡Domínalo esta tarde! —comenta con gracia y ahora me la imagino tambaleándose.

Río sin contenerme y finalmente me despido para tomar algo de dinero e irme con Liam, ya que él me espera en la sala.

Ayer después de nuestra salida, no la llamé. Llegamos casi a las ocho de la noche a casa porque las dos familias cenamos juntos en un restaurante y estuve agotada como para lidiar con su inagotable energía.

El día había sido agotador y yo quería descansar, por eso solo compartí unos pocos mensajes con ella y con Liam y apenas la he llamado esta tarde para contarle todo lo que pasó con mucha ilusión, porque aunque me asusta esto, me estoy sintiendo muy bien.

Siempre lo vi a él como a una mala persona y esa era otra de las cosas que me asustaban, porque me negaba de algún modo a conocerlo, pero realmente estoy feliz de haberme equivocado y no me arrepiento de haberle dado a conocer mucho de mí la tarde de ayer.

—Hola —saludo al bajar a la primera planta. Mis padres se giran para verme y él se levanta del sofá, sonriendo abiertamente.

Hoy viste un pantalón claro, lleva una camiseta gris oscuro con estampado de Capitán América que deja ver sus brazos un poco marcados y vans negros con blanco.

Le devuelvo una sonrisa avergonzada por su escrutadora mirada y me despido de mis padres para irnos, después de que él les asegura que estoy en buenas manos.

—¿Cómo dormiste? —pregunta de camino al auto, con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón.

—Bien, ¿y tú? —lo veo a los ojos, él sonríe levemente, con aprensión, como si temiera poder arruinarlo en cualquier momento. 

—Genial. Y... ¿Almorzaste? ¿Quieres que pasemos a comer algo antes? —niego con la cabeza y sonrío. Me da mucha ternura verlo apenado.

—Ya comí, ¿tú no?

—Ya lo hice, lo decía por ti —responde, a la vez que lo dejo salir y cierro la reja para caminar hacia su auto, al que subimos de inmediato—. Ayer mi mamá parecía niña ilusionada, de verdad le hizo bien encontrarse con la tuya.

—¿Hablaremos de lo que parece ser una posesión demoníaca? —le pregunto con gracia, él ríe, para luego poner el auto en marcha—. Mi mamá tampoco paraba de hablar. Debo admitir que me asusté un poco, pero luego recordé lo mucho que extraño a Juliana cuando no la tengo cerca y la entendí.

—Lo mismo me pasa a mí con todos los chicos, más con Max, pero ellos lo son todo, así que... ya ves. ¿Tú no te llevas bien con el resto de tus amigas?

—Sí, más con Andrea porque amo su espontaneidad. A veces también con Camila, pero últimamente me está decepcionando un poco por esa actitud extraña que está teniendo con Eduardo. Y con Vanessa, bueno, no tengo tanta interacción con ella como lo he tenido con el resto, pero he llegado a quererla también. Sin embargo, aunque las apoyo y las quiero por igual, a ninguna de las tres les cuento nada sobre mi vida más privada, como esto de salir contigo, por ejemplo.

—¿Somos un secreto?

—No —le contesto entre risas—. Simplemente ellas... no sé, a veces hacen comentarios que me hacen dudar un poco de que sea muy confiable exponerles detalles de mi vida más íntimos, así que me limito. No es que esté mal, pero me gusta ser un poco más reservada en ese aspecto. Todas pensamos diferente, y ser juzgada por sus ideales típicos no es algo que me agrade en lo absoluto.

Canela ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora