79. Criadero de anfibios

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—Ese salvaje casi mata a mi Mateo —se apresura a explicar Vanessa, en un grito que deja oír bastante mal su voz rasposa, consecuencia del llanto que todavía no cesa

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—Ese salvaje casi mata a mi Mateo —se apresura a explicar Vanessa, en un grito que deja oír bastante mal su voz rasposa, consecuencia del llanto que todavía no cesa.

Después de responder a la pregunta de Ruggero y lanzarme una mirada de furia con esos ojos que dan rienda suelta a las lágrimas, la morena regresa su atención al rostro ensangrentado del italiano, al cual sujeta en un intento de sostenerle de algún modo, cosa que no resulta y que a mí me agrada.

Verla a ella llorar con desesperación y a Mateo hecho mierda, no me remueve ningún sentimiento negativo o de culpa. Me satisface ver que han recibido un poco de lo que realmente merecen y creo que esto es nada en comparación con lo que me gustaría hacerle al chico.

Jamás me metería con Vanessa, porque a pesar de que actuó con mala intención hacia alguien que fue su amiga, no tengo derecho de meterme con su vida de ningún modo y tampoco intensiones, pese a que Ian y yo también fuimos un daño colateral de su perturbación emocional.

Ahora, si hablo del italiano, allí si no puedo mentir. A ese quería partirle la cara hace mucho tiempo y me he estado conteniendo por mucho. Creo que ese deseo surgió incluso antes de conocerlo, cuando supe que él era el novio de Arya. No me agradó desde ese instante, y el sentimiento creció más cuando supe por boca de ella lo que él le había hecho.

La lastimó, y aunque podría sonar un poco ridículo que yo lo diga, siento que lo que hizo supera en cierto grado mis límites. Él pudo conquistar a Arya y sabiendo toda la dificultad que eso conlleva, nunca la valoró. Al contrario, jugó con ella como solo un cobarde con el cerebro en escaso funcionamiento lo haría, y afectó su capacidad de confiar en los demás.

La convirtió en una persona insegura, temerosa y desconfiada, y creo que no hay peor daño que ese.

Hoy, al inició de la discusión, también pude controlarme tal como lo hizo Arya, pero cuando se alejó de mí, me fue fácil caer a sus provocaciones. Cuando él me habló de ella, no fui capaz de soportarlo más y actué como un ser que no hace uso de su raciocinio lo haría. Lo golpeé, y aunque también salí lastimado en el proceso, sigo sintiéndome bien, porque descargué la aversión que le venía guardando desde hace tiempo, sumado a la que surgió cuando el infeliz abrió la boca para escupir veneno, tan impío como me deja su actual condición.

Me contuve y por un rato no hice más que gritarle que se callara en medio de sus palabras, pero tuve un límite y aunque sabía que todo aquello era una mentira, no podía dejar de lado la molestia que me causaba oír la manera en la que él se refería a ella, con ese matiz desbordante de deseo. Me causaba una repulsión que solo un depravado transmitiría.

Y no pude más.

La idea de pensar en que él se atreva a tocarla sin su permiso, me enervó, y verlo en esa condición, tan seguro de su apetencia, no mejoró la situación, al contrario. Y lo peor del caso, fue cuando vi su puño estamparse en su rostro.

Canela ©Where stories live. Discover now