80. Huele a canela, así como tú

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Al estacionar frente a la pastelería favorita de Liam y después de que él me observa con interés, intentando descifrarme, ambos bajamos del auto y nos adentramos al establecimiento

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Al estacionar frente a la pastelería favorita de Liam y después de que él me observa con interés, intentando descifrarme, ambos bajamos del auto y nos adentramos al establecimiento. Él muestra una pequeña sonrisa mientras camina hacia adelante despreocupado y la que escapa de mis labios no podría ser más grande, porque lo veo feliz e ilusionado, y hoy no hay cosa que disfrute más que verlo de ese modo.

En silencio, recorremos el lugar rápidamente con la mirada, para luego ubicarnos en una pequeña mesa de madera que se encuentra junto a un ventanal con vista al exterior, apartada de la entrada y desde donde no hay mucha concurrencia de personas. El mueble rectangular cuenta con dos sillas individuales de color blanco al lado derecho y un sofá beige al izquierdo, pegado a la pared.

Ambos nos sentamos en el banco acolchado, uno a un lado del otro, y desde esa posición me permito escrutar cada detalle para darme cuenta de que es un centro bastante iluminado y desbordante de buena energía. Más aún, porque a mi lado izquierdo percibo a seis pequeñas macetas blancas de diversos tamaños que contienen diferentes especies de plantas de interior, posicionadas arriba de un tablón estrecho, alto, largo y rectangular que solo cumple con esa función, además del par que dejaron sobre la mesa de comedor junto al servilletero.

Con una sonrisa, me dedico a inspeccionar el resto del bonito e iluminado lugar con decoración vintage, que posee la mayoría de sus paredes pintadas de color crema, mientras que la restante, frente a la cual nos encontramos Liam y yo, está decorada con maderas de diferentes colores secos, ubicadas de forma vertical al estilo mosaico. Los pisos de madera pulida también poseen diferentes tonos y sobre ellos, se localizan una excesiva cantidad de mesas de varios tamaños, con sillas y sofás del mismo estilo dispersas alrededor del establecimiento.

Las lámparas de techo solo poseen una bombilla grande e independiente y estas cuelgan hasta varios centímetros de nuestras cabezas, lo que le deja un toque más sofisticado y moderno al local, sin contar con las repisas y vitrinas que no podrían apreciarse más blancas y relucientes, repletas en su totalidad por una variedad impresionante de dulces y postres salados.  

Es la primera vez que visito el lugar que ya comienzo a amar y estaba muy emocionada por traerlo, pues me aseguré de preguntarle a su madre dónde le gustaba desayunar a él cuando no lo hacía en casa, y ella me dio la dirección. Sin embargo, ya había probado los postres, porque Liam me llevó un par de veces ese pastel de dulce de leche y maní que tanto le gusta, solo para convencerme con esa ilusión de niño de que era el mejor.

No lo dudé, y confirmo que es bastante bueno, pero sí fingí que era horrible para hacerlo molestar un poco. No lo logré, claro está, porque su seguridad y convicción no tiene forma de derrumbarse, pero se mostró algo ofendido aquellos días y yo disfruté mucho de sus infantiles dramas.

—Es un hermoso lugar —comento sonriente, mirándolo cuando acabo mi examen.

Liam asiente convencido y va a responder, pero un joven se acerca a tomar nuestros pedidos y lo frena, captando nuestra atención.

Canela ©Where stories live. Discover now