70. Hay muchas formas de amar

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—¿Puedo? —pregunta Christian con precaución tras unos segundos, yo no soy capaz de mirarlo. Me ha demostrado la clase de persona que es, y no necesito que venga a burlarse de mí por verme llorando y vulnerable.

—No estoy para bromas ni burlas —me limito a contestar, con dureza, aunque mi voz suena ronca. Él no responde, solo se sienta a mi lado en la banca y se mantiene en silencio.

Permanezco con la vista fija al frente, aún llorando silenciosamente y percibiendo la calma que se siente pese a que estamos frente al bar y la música se alcanza a escuchar un poco hasta acá.

Todavía hay personas conversando, riendo e incluso besándose, y aunque llevo ya varios minutos aquí viendo sus acciones, no soy capaz de pensar en otra cosa que no sea lo que pasó adentro. Mi mente se mantiene analizando y en la búsqueda de un modo de hacer que la relación entre aquellos dos, no empeore la mía con ambos. Jamás me lo perdonaría.

Con el pasar de los minutos, mi llanto silencioso se va frenando, quizá por la compañía. Pero, para mi sorpresa, Christian no se ha reído de mí.

No me avergüenza llorar y no me detengo por eso, sino porque me parece idílico tenerlo a mi lado y que solo se mantenga silente, otorgándome su compañía que, aunque me parece un tanto extraña, resulta agradable. Incluso llego a sentirme como con Rugge siempre que me ofrece su calma y silencio como consuelo y apoyo, y es algo que valoro mucho, más aún viniendo de él.

Poco a poco la molestia que siento se va disipando junto a mis lágrimas. No lo miro todavía aunque me siento extraña, sino que evalúo la razón de esta emoción que me embarga. Sé que en parte es porque me inquietó ver la actitud de los chicos, pero hay algo más que no logro identificar y que Christian tampoco me permite seguir estudiando.

—Se van a secar tus ojos —comenta de repente después de un rato, serio, pero amable. Suelto una risa nasal y volteo para mirarlo, pero él no me ve a mí, sino al frente, donde se encuentra el club.

Observo su sereno rostro de perfil. Ya he dejado de llorar por completo y mi respiración está normalizada, pero tengo un rastro de lágrimas que limpio en este instante. Es en ese momento que él voltea para mirarme y sonríe un poco, tranquilo y diría que hasta comprensivo.

Su gesto cálido me sorprende porque es extraño recibirlo de su parte, pero eso no impide que una sonrisa sincera escape de mis labios hacia él por instinto.

—¿Quieres gritarme tus frustraciones? —vuelve a hablar, todavía cálidamente y sosegado—. Sé que piensas que es raro que yo esté aquí, pero puedo escucharte si es lo que necesitas. No te aseguro darte las palabras que quieres oír, pero te diré las que considere correctas; soy así.

—Sí, es raro —admito tras sorber mi nariz, pero sonriendo. Sinceramente no esperé esto, jamás lo creería posible, y me sorprende a sobremanera que sea él quien venga a darme apoyo cuando parece que nunca le agradé.

—¿Estás decepcionada de Liam, de tu amigo o de ti? —continúa, y me asombro por su pregunta tan acertada. No había pensado en eso aunque es verdad, y conozco perfectamente la respuesta. Hallé gracias a él, el motivo de mi molestia—. No me veas como si fuera un alien con el culo en la cara —añade y río sin poder contenerme. Él me mira serio, pero luego se une.

—Lo siento... —murmuro apenada, suelto un sonoro suspiro y sigo—. Creo que estoy decepcionada de todos. Es decir, de los tres —lo observo y al ver que espera que continúe, prosigo. Después de todo, siento que puedo desahogarme con confianza—. Me molesta mucho que ellos no sean capaces de contenerse cuando ya hemos hablado antes. No es porque sea egoísta, sino porque estoy en medio y aunque no lo busquen, sus acciones me afectan. No hay razón para llegar a los golpes y el alcohol para mí jamás será una excusa... Y estoy decepcionada también por mí, porque a veces espero mucho de las personas. Espero recibir cosas y actitudes que probablemente nunca me darán... y sé que eso no está bien. Entiendo que nadie está obligado a complacer mis deseos, y por eso no los culpo del todo a ellos.

Canela ©Onde histórias criam vida. Descubra agora