42. Un fracaso

246 50 195
                                    

Cierro los ojos de forma inconsciente, apretándolos como si de este modo pudiera hacer acopio de todas mis energías y que estas se concentren para aumentar mi fuerza física

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


Cierro los ojos de forma inconsciente, apretándolos como si de este modo pudiera hacer acopio de todas mis energías y que estas se concentren para aumentar mi fuerza física. Tomo los hombros de Mateo entre mis manos, presionando al momento de empujarlo un poco para sacármelo de encima, cosa que no resulta.

No solo su fuerza física es mayor a la mía, a esta se le suma la excitación que justo ahora le nubla la razón.

—Para —me quejo, intentando apartar sus labios de mi cuello, donde besa voraz aun cuando llevo tiempo pidiéndole que se detenga. En su lugar, él se aferra más a mí, tomando mi cintura con menos delicadeza—. Ya basta, Mateo, por favor.

—¿Por qué? —gruñe, apartándose al fin. Mateo me observa con una mezcla entre frustración y molestia, con su pecho elevándose frenético, a la espera de mi respuesta—. ¿Por qué tengo que parar?

—Porque te lo estoy pidiendo. Ya esto lo hemos hablado antes —reitero con la voz entrecortada, y con la fuerza que soy capaz de ejercer, lo tumbo al otro lado de la cama para incorporarme—. No quiero hacer esto, esa es razón suficiente para que te detengas.

—No aún, no aún... —repite molesto, rezongando para sí mismo las palabras que siempre uso como justificación para no seguir—. Se supone que me quieres, ¿eso no es suficiente para ti? —inquiere, haciéndose oír decepcionado. Pero su decepción es lo que menos me importa ahora.

Ni siquiera me digno a mirarlo. Si él está molesto yo también puedo estarlo.

—Si tengo que tener sexo contigo para demostrarte que te quiero entonces prefiero que lo dudes. No puedo, no haré esto solo por ti y no lo siento.

—Porque eres tonta y mojigata —agrega con desgana, viendo sin mucho interés su blanco techo.

Formo una mueca ante sus palabras, mismas que cada vez se hacen más recurrentes, que con el paso de los días soporto menos y que me lastiman sin que pueda evitarlo. No porque me lo crea, sino porque es mi novio. No es el tipo de expresiones que él ni nadie deba usar para referirse a mí.

Ni siquiera le contesto. Estoy cansada de esta situación que cada vez es más repetitiva y que no tengo idea de por qué sigo soportando, porque sé que esto no es lo que quiero. Lo aprecio, le tengo mucho cariño, pero ceder y dejar mi cuerpo en sus manos por un deseo líbido de él no está en mis planes para esta relación. No estoy lista, me da miedo apresurarme, y su actitud cada día me desiluciona un poco más. Es evidente que hoy, luego de tantos intentos su impaciencia me frustre.

Suspiro sonoramente y me levanto de su cama para irme a casa, luego de arreglar mi ropa arrugada y a duras penas el cabello. Él fue quien me trajo, pero sé que cuando se pone en ese plan de hacerse el indignado e intenta ignorarme no se ablandará, mucho menos dejará de lado su molestia para ir a llevarme, ha sido así las últimas veces.

Evito mirarlo antes de cruzar la puerta, así que tomo mi celular de la mesa de noche y abandono su habitación para bajar las escaleras hacia la primera planta con mucha precaución.

Canela ©Where stories live. Discover now