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La conocida teoría de los polos opuestos atrayéndose cierta vez toma poder en las relaciones, pero ¿qué ocurre cuando estos polos son similares? ¿Se repelen, o son capaces de sobreponerse a la fuerza magnética que los aísla por la propi...
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Con esos ánimos de mierda que me caracterizan sumado a mis pocas horas de sueño, me he levantado para asistir al viaje del colegio al que iremos hoy.
Juliana se quedó a dormir en mi casa la noche anterior y juntas armamos las maletas hasta muy tarde porque a ella nada le parecía adecuado para ir a el fulano bosque en el que cree que encontrará una pasarela, lo cual empeora la situación. Ahora, después de luchar para conseguir que se despierte, seguimos la rutina de aseo diaria y luego de desayunar, mis padres nos llevan hasta el instituto a la misma hora de siempre.
Al llegar, nos dirigimos hasta el patio principal, donde esperaremos a que nos hagan el llamado para abordar los autobuses con el equipaje y la guitarra que no sé por qué, pero me han pedido traer como objeto de valor.
Las chicas se nos unen más tarde, emocionadas por lo que será el fin de semana que yo ya quiero que termine, y minutos después nos llaman al segundo estacionamiento interno del colegio, donde nos ubicamos frente a los profesores a esperar indicaciones.
Me pierdo en el momento en el que continúan explicando que el propósito del viaje es aprender a compartir, hasta que la profesora Nelly agita su mano izquierda con algunas hojas y procede a explicar la manera en que nos ubicaremos en los asientos, porque ni siquiera podemos elegir compañeros.
De un momento a otro comienza a llamar a los chicos de dos en dos, hombre y mujer, para que se ubiquen de manera alfabética, y de ese modo van subiendo los compañeros sin rechistar.
Esperamos a que se llenen los primeros dos autobuses donde suben todos los chicos de las secciones A1 y A2, y yo, por estar entre las últimas de la clase y por pertenecer a la sección B2, espero junto a las chicas excepto Camila, quien aborda en el tercero por ser su apellido Davis.
Después de un rato mencionan mi nombre. Me adelanto y entrego la maleta junto a la guitarra al señor Germán, que está a cargo del equipaje. Subo al bus con la mochila pequeña y tomo asiento en la quinta columna del lado izquierdo del transporte, el cual elijo yo, pues todavía no tengo idea de quién será mi compañero.
Veo con pesadumbre pasar a cada una de mis amigas después de mí y mientras espero, observo hacia el exterior a través de la pequeña ventana por un rato, hasta que una voz masculina me trae de vuelta y giro a ver de quién se trata, notando que a mi lado se encuentra un sonriente rubio de ojos pardos de finas facciones.
—Hola —respondo a su saludo, devolviéndole la sonrisa que él me muestra entusiasta.
—Me llamo Adam, sé que eres Arya y solo pasé a saludarte porque no me puedo quedar aquí contigo, aunque me gustaría —explica aprisa, luego se levanta y sin esperar respuesta, se va, dejándome confundida.
