Epílogo

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Inhalo lentamente, llenando mis pulmones de aire puro al salir al patio del campus, a la vez que sonrío sin atreverme a abrir los ojos. Detengo mis pasos unos segundos antes de seguir, tomándome mi tiempo para poner en práctica los ejercicios de respiración que ha aprendido en la carrera para visualizarme en el que será mi hogar ahora, en un ambiente que además, es en extremo bonito.

La fría brisa de diciembre, misma que hace ondear mi corto cabello con ferocidad, me incita a relamerme los labios para evitar que estos se agrieten por el clima que jamás deja de afectarme, pero me reprendo a mí misma al sentir el sabor a limón de ese protector labial que me obsequió Liam en una de sus últimas visitas.

Escucho un ligero murmullo que se mezcla con el cántico de algunas aves que vuelan libremente sobre mi cabeza, y eso solo me invita a quedarme pasmada en mi visualización, pero me obligo a despertar. Abro los ojos para examinar con fascinación mis alrededores, todavía sonriendo al ver lo precioso que es y el arte que la naturaleza decide exhibir diariamente en cada metro cuadrado del predio. Los pocos estudiantes que siguen en el campus ya iniciado el período vacacional y que caminan por la grama, se mantienen sumergidos en sus mundos como es típico en la universidad, con sus diferentes estilos y despreocupados por aquello que les es ajeno.

Dejo de mirarlos, porque tengo algo muy importante que necesito hacer y las ansias son insoportables ya a las doce del mediodía. Ya he tenido suficiente con haberlas cargado encima desde que desperté hace más de cinco horas.

Camino decidida, aferrando la carpeta manila contra mi pecho y sin dejar de sonreír.

Abandono el patio y antes de llegar al estacionamiento, paso a buscar a mi amiga y compañera de profesión, que me espera sentada en una banca en el parqueadero admirando con un asombro impropio la belleza natural de la institución educativa.

—¿Ya está? —pregunta contenta cuando me paro delante, importunando su visión.

—Todo listo —confirmo, sonriendo abiertamente y tan feliz como hace mucho no me sentía—. ¿Nos vamos ya? Te recuerdo que tengo algo importante que me muero por hacer justo ahora. ¡Hay aves hermosas y árboles fantásticos en cada rincón del mundo! ¿Lo sabías? —exclamo entusiasta para fastidiarla, porque sigue pasmada ante el escenario que intento alejar de sus ojos con mi figura frente a ella.

Rueda los ojos y escucho que bufa, pero obedece.

—Cuando estás feliz eres tan insoportable —murmura y me voy a quejar, pero ella sigue—. No, espera, cuando no lo estás también.

—¡Qué divertida! —ironizo, aunque no puedo evitar rodear su cintura tal como ella lo hace conmigo con cariño, riendo también—. Creí que Rugge estaba en casa.

—Él me enseñó a hacerlo —presume, y esta vez soy yo la que bufa.

Todo ser que se acerque a Ruggero no acaba mentalmente sano, si lo sabré yo, pero no puedo mentir al decir que no lo extraño demasiado.

Caminamos hacia mi auto, y ella pregunta y me escucha atenta cuando le explico todo lo que hablé con el rectorado, administración y demás personajes de relevancia, sumado a los movimientos que me indicaron hacer de un lugar a otro y la cantidad de papeles que tuve que firmar para finiquitar el acuerdo.

—¿Estás segura de que esto es lo que quieres hacer? —pregunta mi amiga sutilmente cuando nos ubicamos en los asientos.

Canela ©Where stories live. Discover now