62. No todo podía ser perfecto

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Arya se aparta de un respingo por la sorpresa, sobresaltada y con la respiración expulsándose de manera irregular, mientras yo exclamo un bajo gruñido por el grito de la vieja Gertrudis

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Arya se aparta de un respingo por la sorpresa, sobresaltada y con la respiración expulsándose de manera irregular, mientras yo exclamo un bajo gruñido por el grito de la vieja Gertrudis. Pero no me muevo ni dejo de mirar a la castaña, solo maldigo a la madre de la mayor por haberla traído al mundo y por haberla alimentado para que creciera hasta hoy, porque si no lo hubiera hecho, ella ahora estaría muerta y no arruinando este momento por el que había estado esperando hace tanto tiempo.

Y la odio por eso.

De ser por mí, me habría quedado a vivir entre esos labios, pero tuvo que aparecer la envidiosa mujer a frenar mi realidad.

Mi fantasía se convirtió en realidad.

—¿¡Qué es lo que les sucede!? —insiste la mujer con molestia, y yo solo me aparto del tembloroso cuerpo de Arya para plantarle cara. No digo nada, porque además de que no es su problema, no me place hablarle.

Ademas, ¿qué quiere que le diga? Ya ha visto todo. Ha visto a un par de adolescentes que no pudieron resistirse más a demostrarse afecto. Porque Arya puede decir lo que quiera, podrá mentirle al presidente y decirle que no siente nada por mí, pero eso no fue lo que me demostró ese beso.

Si ella no sintiera nada por mí, me habría apartado al instante y eso no fue lo que hizo. Ella se quedó allí, y me respondió con la misma intensidad a esas ganas irresistibles que tenía por probarla una vez más. También se dedicó a saborearme a mí y a sentir como yo, y a estás alturas no puede seguir mintiéndome.

Y me encantó lo suficiente como para saber que necesito más.

Giro a ver a Arya de nuevo y me da ternura. Ella se encoge en su lugar sin saber qué decir y solo ve al suelo mordiendo su labio inferior, sus mejillas están sonrojadas y juega con sus dedos en un acto nervioso, realmente apenada por esto.

Quiero abrazarla y hacerle saber que lo que pasó no es la catástrofe más grande del mundo y que para nosotros estuvo bien, o eso creo, pero sé que eso no será bien recibido ante la vieja Gertrudis, quien todavía nos ve con dureza y a la espera de una explicación que ninguno tiene deseos de darle.

—¿¡Ustedes no saben comportarse como gente decente!? —chilla la vieja ante nuestro silencio—. Estamos en una institución que merece respeto, ¿por qué no se van a un
motel a hacer sus cochinadas?

¿Cochinadas? Ja, loca.

—Y tú, ¿ahora quieres verte como la inocentona después de que estabas por desnudarte como la propia zorra aquí mismo? —le habla a Arya con dureza y ahora sí ya no puedo mantenerme callado, no me importan las consecuencias que sé que me traerá. Esas bajezas que salen de su boca para referirse a ella no las puedo soportar.

Fue un beso nada salvaje, al contrario, y escapa por mucho de aquello que ella cree.

—¡No le hable así! —le exijo con los puños apretados, la vieja me mira con desprecio, pero no me inmuto. No puede sentir más odio del que tengo yo por ella—. ¿No conoce las diferencias entre tener relaciones sexuales y besarse, o es que su humor jamás le ha permitido tener a alguien con quién ponerlo en práctica? —continúo serio, la mujer me ve con los ojos desorbitados y abre la boca para decir algo, pero nada le sale en sus primeros dos intentos, hasta que finalmente habla.

Canela ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora