25. Marcando territorio

427 71 296
                                    

—Cálmate —me susurra Max, trayéndome de vuelta a la realidad

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Cálmate —me susurra Max, trayéndome de vuelta a la realidad. Una donde tengo los puños apretados y estoy por estrangular a alguien que no me ha hecho nada. Solo por algo, y es que seguramente yo no habría recibido un gesto de agradecimiento similar de haber conseguido esa guitarra, y eso me obstina.

Asiento ante mi amigo, haciéndole ver que entendí sus palabras, me despido de Juliana y después de que Max me informa que la ayudará a ubicarse en la habitación, me marcho a la mía.

No pierdo tiempo al llegar y me despojo de la ropa al llegar, para meterme a la cama e intentar dormir. No lo consigo fácilmente y luego de un rato, Maximiliano llega a hacerme su interrogatorio que ignoro, porque no tengo respuestas para darle.

Finjo estar en inopia y mientras él se afana a teclear en su celular en la otra cama, yo permanezco en mi actuación y me esfuerzo por intentar dormir hasta que finalmente el sueño me vence.

Me remuevo en la cama intentando volver a dormirme, pero al no conseguirlo, decido levantarme y aprovechar el tiempo para darme un buen baño de rutina

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me remuevo en la cama intentando volver a dormirme, pero al no conseguirlo, decido levantarme y aprovechar el tiempo para darme un buen baño de rutina. Veo que en mi celular marca las seis con treinta y ocho minutos y con ganas de quebrar mi reloj biológico, me acerco a la cómoda, donde dejé la maleta el día anterior. Saco la toalla, el cepillo de dientes, ropa limpia y salgo de la habitación.

Max aún duerme, pero no me preocupo mucho por hacer ruido o no. Es de sueño pesado y es posible que no se despierte aunque le pase un camión de basura por encima.

Al salir no escucho más que mis pasos por el estrecho pasillo. La cabaña se encuentra en completo silencio y es comprensible, pues aún es temprano. Sé que la desgracia del reloj estropeado solo me tocó recibirla a mí, y que el resto de mis compañeros ha de estar durmiendo.

Camino hasta el baño que se encuentra a dos puertas de nuestra habitación y toco antes de entrar para asegurarme de que no haya nadie adentro. Al no recibir respuesta me adentro, me ducho con calma como todas las mañanas y me visto allí mismo para luego lavar mis dientes.

Recojo todo al estar listo y me acerco a la puerta para salir, encontrándome a Arya de frente. Ella mantiene su mano en el aire formando un puño con el que pretendía tocar la superficie antes de que yo abriese y sin disimulo, la examino con rapidez, percatándome de que viste un pijama que no deja muchas cosas a la imaginación.

Canela ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora