76. No conozco de razones

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Verla así, confundida, hace que quiera abrazarla, pero sé que no me lo permitiría

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Verla así, confundida, hace que quiera abrazarla, pero sé que no me lo permitiría. Ella no sabía que yo estaba al tanto de su situación con la prueba porque eso, precisamente, era lo que me había mantenido al margen. Fue un error desde el principio, pero así lo decidí.

Hace semanas he vivido una tortura, martillándome con la culpa por no hablarle con la verdad cuando debí hacerlo, pero más que eso, por haber sido tan idiota como para caer en el juego de Verónica como un niño indefenso y además, ciego, para creer en sus amenazas y alejarme de Arya sin ninguna buena razón.

Todo es mi culpa y entiendo perfectamente que esté enojada, que me odie de nuevo o incluso que quiera matarme, pero no quiero dejar de intentar.

—¡Felicidades, preciosa! —le digo con una sonrisa sincera, porque a pesar de todo lo que ha pasado últimamente, sigo sintiendo lo mismo por ella. Creo que incluso más, y me alegra mucho que las cosas le salgan bien, porque se lo merece—. No sé de qué te sorprendes.

—Hay mucho de lo que me sorprendo —murmura, todavía sin salir de su asombro y viendo fijamente el papel que aún sostiene en sus manos.

Entiendo su sorpresa, ella creyó haber perdido esa prueba y de hecho, iba a continuar así, porque en este instituto son unos ineptos que no se estaban esforzando por solucionarlo, con excepción de Mariana.

Arya ve el contenido de los papeles que sostiene en sus manos una vez más con detenimiento, y luego de firmar los resultados, le devuelve la carpeta a Susy, que la recibe inexpresiva para regresarla dentro de los archivos.

—No entiendo nada —dice a nadie en particular, pero luego se dirige a Susy con interés, con una voz sorpresivamente cándida considerando que no le agrada la secretaria—. ¿Sabes cómo solucionaron el inconveniente?

Susy no dice nada porque quizá no entiende. Me mira y eso atrae la atención de Arya, que también gira a verme.

—¿Cuál inconveniente? —contesta ella, y no sé si dice la verdad.

Eso no resuelve la duda de Arya y la invito a salir con un movimiento de cabeza para aclarárselo, pero ella me ignora y devuelve su atención a la secretaria.

—Necesito saber qué fue lo que pasó, ¿cómo solucionaron esto y...

—Arya, te lo explicaré yo, bonita —le hablo esta vez, acercándome para tocar su brazo.

Ella me observa la mano como si mi tacto le quemara y la dejo de inmediato para no incomodarla.

La conozco, sé que el camino que tengo por recorrer, si no es imposible, será jodidamente difícil de atravesar, y prefiero ir con paciencia. Ahora solo me urge explicarle el porqué de mi estúpida actitud.

Una mezcla de entre confusión y curiosidad asoma en su mirada y después de murmurar un agradecimiento a la secretaria, me esquiva para salir de la pequeña oficina. Me despido también de Susy y sigo sus apresurados pasos hacia el exterior, deteniéndola en medio de su caminata.

Canela ©Where stories live. Discover now