14. Es nuestra mesa

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Ayer al salir del instituto apresuré mi marcha, no porque sea una cobarde, sino porque no estaba preparada para enfrentarme al odio de aquel odioso castaño, no todavía

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Ayer al salir del instituto apresuré mi marcha, no porque sea una cobarde, sino porque no estaba preparada para enfrentarme al odio de aquel odioso castaño, no todavía.

Mi tío Gabriel pasó a recogerme en la tarde por petición de mi papá ya que él tenía cosas que hacer antes de llegar a casa. Tardó unos diez minutos más que nosotros en volver con unas compras y todos almorzamos juntos. Llegada la tarde cenamos junto a mi familia materna y mi tía paterna Daniela, una prima de mi papá que creció con él y a quien considera su hermana.

Después de la cena comimos de otro pastel, luego los mayores decidieron ponerse al día sobre sus vidas y Gabriel, Daniela y yo, al ser los más jóvenes, elegimos ver una película de comedia en la sala. Pudo ser la tarde ideal para mí, de no ser por lo incómodo que es estar en medio de la tensión de dos personas que se gustan y no son capaces de confesarse.

Al terminar la última clase el día de ayer, Camila se me acercó a pedirme un favor que me dejó paralizada en el momento y no porque no sea capaz de ayudarla, sino porque me lo pidió demasiado tarde. No tuve tiempo de dedicarme a su pedido por la celebración de mi madre y es por eso que hoy me levanté temprano a ensayar su canción, pues no pude dormir.

Me pidió tocar una canción que aún no elijo.

Y en este momento lo único que quiero es estrangular a mi amiga.

Pude haberme negado, pero es difícil hacerlo cuando Cam muestra esa mirada de súplica.

Todavía lucho con la facilidad que tiene el mundo para manipularme a su antojo, y con mi poca fuerza de voluntad para dejarlos hacer.

Ni siquiera alcancé a desayunar esta mañana antes de ponerme a buscar la canción ideal por presentar en la fiesta de Camila. No tenía apetito por varias razones y decidí invertir el tiempo en buscar entre sus piezas favoritas, hasta que elegí una fácil que me hiciera la práctica más amena. Pero incluso así se me está dificultando conseguirlo. Estoy muy dispersa, con la inspiración en un punto inalcanzable y la concentración fácilmente perturbable.

Antes me sentía mal por lo del castigo, por todo lo que pasé como consecuencia de aquella ridícula discusión en el cafetín, y ahora ese malestar se ha invertido. Todo esto que sentía, pasó de ser molestia y temor a convertirse en pesadumbre y arrepentimiento por lo que hice el día anterior con aquella guitarra. La escena se repite en mi mente sin descanso, y la imagen que quedó grabada en mi memoria de mí en aquella reacción y de aquellos ojos canela suplicantes, rebosantes en demasía de tristeza y confusión, me hacen sentir cada instante más miserable, arrebatándome a su paso incluso las ganas de complacer mis necesidades fisiológicas.

Además, tener justo ahora mi guitarra en manos me hace revivir la sensación, y siento como si el objeto me quemara cuando en realidad no es así.

En esto llevo ya más de tres horas, ensayando y repitiendo la letra junto a la melodía que desprende de la guitarra como acompañante, en sesiones interrumpidas porque por momentos me desespero y la frustración me hace frenar la actividad para pasar a respirar, porque hasta llego a pensar que toda la bruma podría ahogarme.

Canela ©Where stories live. Discover now