36. Es la chica de la fiesta

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Maldigo una y otras vez al jodido teléfono que olvidé silenciar la noche anterior, y también a mí, porque a nadie más se le ocurre hacer semejante estupidez.

Es hora de dormir, no creo pedir mucho más que respeto a eso.

Me incorporo en la cama, fastidiado y frustado por el sueño que permanece intacto. Todavía me parece que es muy temprano y mi cuerpo sigue pidiendo descanso, aun así, aunque murmurando maldiciones, me inclino un poco y cojo el celular de la mesa de luz que no ha dejado de sonar para contestar la llamada suponiendo el remitente; todo con los ojos cerrados.

¿Podrías dejarme dormir, infeliz? —pregunto sin ánimos. No me preocupo por ser grosero a quien me escucha al otro lado, porque aunque no veo la pantalla estoy convencido de que solo puede tratarse de un único intento de ser humano.

No es hora de dormir, idiota. Hoy todo tiene que salir perfecto —argumenta el inminente cadáver.

Resoplo, a la vez que despego el celular de mi oreja para abrir los ojos y ver la hora como me es posible, antes de volverlos a cerrar y llevar el aparato de vuelta a un lado de mi cara.

James, son las seis y trece de la mañana, ¿no crees que merecía al menos media hora más para mi sueño de belleza? —añado serio, aunque en calma. Sé que es temprano incluso para hacer dramas.

El pelinegro exhala un bufido, entre divertido e incrédulo.

¿No puedes ayudar a tu amigo con su ansiedad, pero sí tienes tiempo para tu arrogancia y tu ego de mierda? Además, no hay nada que hacer con tu aspecto, amigo, no pierdas tiempo —comenta con gracia.

Idiota —mascullo, esforzándome por no reír también—. Dime qué es lo que quieres.

Ah, cierto. Es que te disgregas.

James... —apunto apremiante, para que me explique de inmediato.

Vamos a ensayar la canción en menos de tres horas porque Janet vendrá más tarde y no puede vernos. Necesito que vengas, así que levanta tu hediondo trasero, come tu nutritivo desayuno y corre al rescate.

Sí, amigo... Pudiste llamar más tarde, pero no importa. Te veo allí, y lo mejor será que hayas cavado tu tumba o tengas alguna buena paga por haberme despertado tan temprano —sugiero, aún con los ojos cerrados aunque con el paso de los segundos siento que me abandona el sueño.

Mi amigo se ríe al otro lado, una vez más.

Como mandes, reina. Adiós —cuelga, y sin abandonar lo divertido que ha sido el momento, dejo el teléfono de lado para intentar dormir un poco más.

Eso es, intento.

Jodido James.

Cuando me despierto de este modo es difícil que pueda volver a dormirme. Lo intento, pero es porque es bonito tener esperanzas y soñar con el día en que sea capaz de hacerlo. Cada segundo percibo las posibilidades más lejanas, como la misma puerta de la habitación que en estos momentos no quiero atravesar.

Me trago la desilución, el cansancio, la molestia y cualquier sensación que intenta mantenerme extenuado para levantarme. Hoy es un día importante para mi amigo y me prometí estar ahí para él, nada tiene más valor entonces que cumplirle.

Canela ©Where stories live. Discover now