75. Sinónimo de dolor

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El ligero sonido que emite la puerta al abrirse, hace que me remueva en la cama al despertarme. Con todo el cuerpo adolorido y con mucha precaución, apenas giro para ver que se trata de mi madre, irrumpiendo en mi habitación.

Suspiro. Si ella está aquí, es porque ha pasado algo.

-¿Qué ocurre, mamá? -le pregunto adormilada tras bostezar, con la voz ronca, la garganta ardiendo como si me acabase de pasar un tenedor en las paredes internas y la cabeza a punto de estallar.

Mi madre camina hasta el costado derecho y despeja las cortinas de la ventana al enlazarlas, dejando también que toda la luz que ingresa a través de las puertas corredizas del balcón den de lleno en mi cara, luego gira a verme.

-Estás ronca, ¿te mojaste ayer? -inquiere seria, yo solo sonrío con culpa-. No quiero verte llorar cuando no puedas ni girar la cabeza porque te duele, estás advertida.

Asiento ante su sutil reprimenda porque no tengo nada más por hacer, y menos, ganas de defenderme.

-¿Por qué me despertaste? -le consulto, porque es muy extraño que ella venga a hacerlo, sobre todo un sábado.

-Es muy tarde, cielo, y siempre despiertas temprano. Por eso me preocupé -contesta, sentándose a un lado de la cama. Yo la miro con curiosidad y ella, con una sonrisa, se apresura a explicar-. Son las once, ¿te sientes muy mal? -Niego con la cabeza y estoy mintiendo. La verdad es que siento que me pasó un camión por encima y además, no dormí más de cinco horas por estar pensando y llorando por mis males-. Pues no te ves nada bien, tus ojos están hinchados, rojos y las ojeras me asustan. Mateo me dijo que no llegaste muy tarde ayer, pero que estabas mal. ¿Qué pasó, mi amor? ¿Por qué estuviste llorando?

Toma mi mano y me ve con esa mirada comprensiva, pero inquisitiva, yo solo quiero ir a estrangular a mi ex novio.

Maldito bocón.

-Nada, mami. Juliana rompió con el chico que le gusta y ambas terminamos llorando -miento, y ella lo sabe, porque ladea la cabeza y entrecierra los ojos en medio de su análisis.

-¿Tenía novio? -cuestiona retadora, mirándome con atención-. No me habías dicho.

-Sí, es que era secreto por el momento. Se estaban conociendo y querían ver cómo se daba antes de anunciarlo, pero... -me interrumpe la tos, ella me ve con horror porque siempre me pega muy mal-. Ya ves, no funcionó.

-Ah... Bueno -dice simplemente. Sé que no me ha creído, pero no la detengo para darle explicaciones que no quiero. Amy sonríe un poco, se acerca a mi cara y presiona mi mano mientras besa mi frente, luego se levanta-. Ya lo hablaremos después con la verdad. Ahora levántate a tomar algo para esa gripe, Ian te está esperando -anuncia y frunzo el entrecejo.

No digo nada, porque ella abandona la habitación antes de que yo pronuncie palabra.

Me levanto con pereza, procurando no moverme demasiado porque es cierto que la cabeza me duele mucho cuando giro con rapidez y la única manera de que pueda hacerlo sin lastimarme, es cerrando los ojos. Es algo extraño que me atormenta siempre que tengo migraña, pero no me he preocupado por averiguar la causa y ahora eso es lo que menos me interesa saber.

Ingreso al baño y me doy una ducha rápida para luego vestirme apropiadamente. Me siento mal y quiero morirme, pero no hoy y por el momento prefiero refugiarme en mis ropas del frío infernal que quiere asesinarme.

Luego de vestirme, recojo mi cabello en una desastrosa cola alta y me dispongo a salir de la habitación, pero la presencia de Ian con una bandeja al otro lado me lo impide cuando abro la puerta.

Canela ©Where stories live. Discover now