10. No puedo verla en todas partes

494 115 177
                                    

Después de la fastidiosa charla con Max, volví a casa a prepararme para mi reunión con James en su casa. Hemos estado trabajando juntos en una canción que quiere regalarle a su novia y me he visto envuelto en todas esas empalagosas palabras de amor que me describe una y otra vez y que la rubia le hace sentir.

Lo único que espero de la vida, es que jamás me haga meterme en una situación como esa.

En ocasiones se torna tedioso e insoportable, pero es mi amigo y jamás me negaría a ayudarlo y darle mi apoyo como me sea posible. Además, de alguna manera me ayuda a seguir trabajando en lo que me gusta, ya que ambos hemos dejado la academia de música hace bastante tiempo.

Él ha insistido por más de un año en que formemos una banda con otros de sus amigos, pero eso no es algo que me interese. La música es mi pasatiempo y aunque la disfruto mucho en todo sentido y me hace sentir en paz y desconectado, no la veo como el camino que quiero seguir en mi vida y para mi futuro. Solo quiero que me acompañe como hasta ahora lo ha hecho.

Bajo del auto al llegar a su casa y camino hacia la reja que como siempre, se encuentra abierta. Doy pocos pasos por el pequeño camino hacia la puerta que no tarda en ser abierta por él mismo, tras haber escuchado los golpes que he dado a la superficie.

—¡Hey! —exclama, sonriendo emotivo al verme—. ¿Por fin te dignas a ser un niño bueno y te suspenden el castigo? —Me estira su mano que chocamos como saludo y se hace a un lado para dejarme entrar.

—Si estoy aquí, es por mi amigo enamorado, así que mejor no te metas conmigo si no quieres quedarte sin ese regalo —amenazo en broma.

James ríe, y sorpresivamente, decide pasar de sus molestias por mi humor. Es algo a lo que estamos acostumbrados.

Cierra la puerta y camina delante de mí por el pasillo hacia el sótano luego de atravesar la sala y la cocina, donde siempre nos reunimos con los demás y donde guarda su batería, ese instrumento al que cuida como si fuese su hijo.

Su casa es bastante grande para él, ya que generalmente se encuentra solo. Se ha criado con su mamá porque su padre tomó el típico ejemplo de las telenovelas que ve mi abuela Beth, esas donde el sujeto va a comprar cigarrillos y no vuelve. Así ocurrió en su caso, solo que en lugar de ir por cigarros, iba por drogas más fuertes para ambos, porque su madre estaba tan sumergida hasta el fondo en esas sustancias como él. O eso es lo que me ha contado que sabe. Él nunca conoció a su padre.

James tiene dos años más que yo y su abuela materna es quien lo ha cuidado desde pequeño. Afortunadamente, su madre ha dejado las drogas hace muchos años, pero ahora su vida se centra en el trabajo y no en dedicarle tiempo a su hijo. No es una mujer muy agradable ni siquiera con mi amigo, sin embargo, toma en consideración la felicidad de James y lo ha apoyado con todo respecto a la música. Lo ha inscrito en muchos programas y le ha comprado su batería con todo el esfuerzo que eso implica.

No obstante, sé que nada se compara con el tiempo de calidad juntos a pesar de la importancia que sus intenciones tienen, y sé que él lo merece como todo hijo.

Eso es algo que he llegado a comprender con su actitud y con la de uno de mis amigos. Eduardo, aunque a diferencia de James —quien es alegre, enérgico y vivaz— es algo solitario y tímido, también ha crecido con uno de sus padres y la ausencia de su madre es algo que siempre le ha apenado desde que ella murió hace diez años.

Yo he sido afortunado en muchos aspectos, porque además de todo lo material que me hayan podido dar mis padres, los tengo a los dos y su apoyo y atención nunca han hecho falta ni a mi hermana ni a mí, es por eso que no puedo evitar sentir pena por mis amigos.

Canela ©Where stories live. Discover now