48. Aliens, por favor, abdúzcanme

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—¿Mi novio? —le pregunto cuando las palabras deciden salir de mi boca, ya en el exterior, donde lo alerto al detener mis pasos.

—No —manifiesta como queja, antes de chasquear la lengua—. Vamos, solo lo dije para sacarlo de encima. No te enojes hoy. Quería hablar sobre algo en específico y no hemos tocado ese tema aún, por favor —pide casi como súplica.

No lo medito mucho, y tras un suspiro, accedo a su petición de ir hacia el parque del frente. Él tiene razón, y por extraño que parezca, no estoy molesta.

—Me gusta ver cómo eres tú el que ruega ahora —digo con burla, adelantadándome a sus pasos.

Liam ríe.

—Eso que acabas de decir es muy cruel y nada propio de ti —apunta con voz impostada, como si me conociera mejor que nadie desde hace años.

Giro a verlo, curiosa por su contestación.

—Tú no me conoces.

—Te sorprendería lo mucho que he llegado a conocerte admite, luego sonríe levemente, mirándome con detenimiento. No digo nada, solo le sostengo la mirada por inquietante y curiosa que me parezca y por expuesta que me ponga. Por suerte no tarda en retomar la compostura—. A mí también me sorprende, pero aun así sé observarte e insisto con que no es propio de ti.

—Acosador —mascullo en voz muy baja, viendo una vez más al frente nerviosa por sus palabras.

Recuerdo que él dijo muchas cosas sobre mí en el campamento que eran ciertas, que expuso demasiados detalles de mi vida con convicción que por supuesto me sorprendieron, pero había dejado ese tema de lado hace mucho y ahora que lo evocó de vuelta me descoloca, pero menos de lo que me asusta.

Estoy siendo demasiado transparente y no sé si eso me gusta.

—¿Qué? —pregunta.

Volteo a verlo otra vez para negar con calma, haciéndole ver que no dije nada. No sé si me cree, pero sonríe sin añadir nada más.

Vuelvo a concentrarme en mis pasos, esos que ahora me parecen más torpes que nunca, porque mis piernas están flaqueando sin disimulo y haciéndome sentir tonta,  ridícula y débil. Se supone que es una salida trivial, común entre dos amigos aunque nosotros no lo seamos, y siento que sin quererlo le estoy dando demasiada importancia.

Caminamos en silencio algunos pasos más. Él mira el suelo, pero yo intento alejar todo pensamiento extraño que me embarga y me dedico a observar los detalles del hermoso parque al que tanto extrañé. Veo que en las jardineras se mantienen las mismas variedades de flores de diversas especies y colores, entre las que destacan las hileras de rosas blancas y lirios, tan vivas y relucientes como siempre. Los filtros de la enorme fuente de mármol con diseño de ángeles que se ubica al centro de la plaza no dejan de expulsar el agua de esa forma artística que tanto me gustaba admirar; y la gente que se pasea a los alrededores, sentadas, conversado, comiendo helados, sonriendo o sumergidos en su mundo, no hacen más que darme, inconscientemente, la bienvenida a casa.

Sonrío con real alegría y cuando despierto de mi ensoñación, me percato de que Liam me observa serio. Nos hemos detenido en el borde apartado de la plaza, cubierto de reluciente grama donde es menos transitado, y yo no me di cuenta. Él me sonríe con amabilidad cuando lo miro y me invita a sentar en el suelo, a lo cual accedo, luego imita mi acción con una lentitud que me desespera, porque parece nervioso y no le veo sentido.

Él no puede estar más nervioso que yo, eso es imposible.

Aunque sus movimientos parecen nerviosos, su expresión es serena, él muestra esa seguridad que siempre lo acompaña en cualquiera de sus facetas, esa que me vuelve loca. Sin poder evitarlo, pienso en que su actitud, el ambiente y su cercanía, me asustan, porque su seguridad siempre me ha hecho débil. Hace tiempo no estaba tan cerca de él, y la última vez que estuvimos tan juntos uno del otro ocurrió algo que no es digno de rememorar. Bueno, sí, pero me gusta pensar que odié esos minutos y ese día entero solo por eso.

Canela ©Место, где живут истории. Откройте их для себя