11. Estar enamorada de ese imbécil

460 103 196
                                    

Hace algunos días estuve pensando que la palabra o el verbo ignorar se puede apreciar de dos formas distintas

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Hace algunos días estuve pensando que la palabra o el verbo ignorar se puede apreciar de dos formas distintas. La primera, se refiere a desconocer una significación o no saber de algo; y la segunda acepción, se debe a no hacer caso a una cosa, sea o no deliberadamente. En mi caso, es a una persona.

Eso es lo que me he propuesto por el momento, he unido los dos significados para usarlos juntos en Liam. Lo que se resume a que he decidido no hacerle caso, fingiendo que no lo conozco.

No es que haya sido demasiado insistente como fastidioso, pero sí ha intentado dirigirse a mí la mañana de hoy, ocasiones en las que he decidido fingir estar en la inopia porque lo que menos merece él de mí, es mi atención.

No pienso ceder ni un poco ahora que él intenta buscarme, porque cuando yo intenté pensar diferente respecto a su actitud y cuando creí que las relación entre nosotros podría ser mejor, terminaron pisoteadas mis ilusiones una vez más. Es algo que no estoy dispuesta a volver a tolerar.

Después de una agotadora y decepcionante semana, me siento un poco más tranquila. Mi suplicio en la biblioteca finalmente ha terminado y es confortante, y esto ha servido para que mi humor mejore.

Es jueves y la semana aún no termina, pero mañana viernes es el cumpleaños de mi madre y de Camila y aunque las celebraciones serán el sábado, me hace ilusión en medio de tanta porquería.

Juliana y yo hemos pospuesto nuestra búsqueda del vestido por dos semanas desde que inició mi castigo y por fin hoy hemos decidido ir a comprarlos, así que al salir del instituto, me marché a casa para prepararme, adelantar los deberes de biología y seguidamente ir a recogerla.

Ahora acá me encuentro, viendo en dirección a la puerta de su casa por donde la veo salir cinco minutos más tarde, sonriendo como siempre.

—La próxima vez que llegues un minuto tarde te despediré, no es broma —dice al subir, haciéndose la indignada.

—Debes sacarte de la cabeza la idea de que soy tu chófer personal. Eso jamás va a pasar —apunto con gracia.

—Cla... —intenta articular, pero la interrumpo.

—Además, ¿debo recordarte quién estuvo esperando? Llegué seis minutos antes de la hora pautada, llegar tarde no es lo mío —subrayo, alzando el mentón orgullosa, mientras pongo el vehículo en marcha de nuevo—. ¿Por qué simplemente no usas tu auto? No es tan difícil y lo sabes, no tienes que tener miedo.

—Olvídalo, odiosa —murmura, evitando alargar el tema.

Hace más de un año su papá le regaló un auto por su cumpleaños dieciséis, pero a ella le asusta tan solo el pensar en encenderlo y por lo mismo, ni siquiera tiene aún su licencia.

—¿Diosa? Por supuesto que sí, gracias por recordármelo, aunque claro, no necesitaba que lo hicieras —bromeo.

Juliana suelta una carcajada, a la vez que se inclina un poco para colocar su lista de reproducción en la radio. No comenta nada en el proceso para no distraerse, y cuando al fin vuelve a apoyarse en el respaldo, me observa.

Canela ©Where stories live. Discover now