Capítulo 94.

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Me quedé sin aire en cuanto la vi.

Era May Belle.

Vestía un camisón gris que le llegaba por los tobillos. Su piel estaba completamente pálida, casi parecía estar cubierta de escarcha. Sus ojos parecían cansados, estaban hinchados y rojos. Su pelo seguía tan bien peinado como siempre.

Caminé hacia ella, pero cuantos más pasos daba en su dirección, más lejos me sentía de ella.

-Chloe –su voz sonaba dulce. Casi me pareció escucharla en mi cabeza, su boca no se había movido ni siquiera. Aun así se me asemejó al sonido de las hojas al caer en otoño.

Llegué hasta ella, pero a la vez no lo hice. Parecíamos más distanciadas que nunca.

Una pared de cristal se interponía entre nosotras. Literalmente. Posé las manos sobre la superficie, el rostro de May Belle justo detrás de mis dedos.

-Te echo de menos –susurré con lágrimas en los ojos, aunque no tenía la certeza de que pudiese escucharme; tenía que decirlo en voz alta de una vez por todas. Ella se quedó callada, mirándome mientras inclinaba mi cabeza para posar mi frente sobre el cristal.

Cerré los ojos con fuerza para hacer que las lágrimas que quedaban en mis ojos se desbordaran. Después de unos instantes, me incorporé y separé mis manos del cristal. Cuando levanté la mirada hacia ella, una ira intensa brillaba en sus ojos oscuros.

Me miraba fijamente, su cara aún más pálida, sus ojos cristalizados pero, a la vez, ardientes de furia. Retrocedí en un acto reflejo.

-Mírame –dijo en un hilo de voz titilante. Sus puños se cerraron con fuerza a ambos lados de su cuerpo-, ¿por qué me has hecho esto?

Hablaba increíblemente despacio, como si estuviese cansada, como si se acabase de despertar de un sueño profundo. Sentí un nudo apretándose en mi estómago, como mil navajas perforando mi piel de golpe. Mis vías respiratorias parecieron cerrarse por completo. Y todo, absolutamente todo, era silencio. Ni siquiera pude contestar. No sabía qué decir, y mucho menos cómo decirlo.

-¿Por qué lo has hecho? –repitió ella.

Su voz sonaba cada vez más alta, pero era como si se estuviese conteniendo, como si quisiese gritar. Como si se estuviese ahogando. Me tragué el nudo que se había formado en mi garganta.

-¿Qué he hecho? –intenté decir. Mi voz apenas salió, mis palabras apenas se entendieron.

Ella me miró con el ceño fruncido esta vez y los ojos llenos de lágrimas que ni siquiera parecían lágrimas, eran más como pequeñas gotas de cristal. Ella parecía cristal.

Sus mejillas recibieron las lágrimas por fin y su voz resonó por toda la sala.

-Estoy muerta –su voz se rasgó y sus labios temblaban mientras las lágrimas brotaban de sus ojos rápidamente y, por un momento, pensé que nunca iba a parar. Mis manos comenzaron a temblar y mis ojos se humedecieron de repente.

Está muerta, pensé.

Entonces vi cómo se desplomaba, cómo sus rodillas chocaban contra el suelo en un golpe seco y su pelo se alborotaba mientras caía y yo dejaba escapar un grito.

-¡Estoy muerta! –gritó con la voz rota. Sus llantos se escuchaban más fuertes que nunca, perforaban mis oídos, hacían que mi estómago se encogiera hasta quedar casi reducido por completo. Sentí mis mejillas mojadas, sabía que mis parpados habían cedido ante mis lágrimas. Me tapé la boca con una mano mientras observaba cómo parecía romperse, como un cristal al chocar contra el suelo, delante de mí - ¡Por tu culpa!

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