Capítulo 6.

1.4K 58 3
                                    

No sabía muy bien qué decir, así que me quedé callada mientras él se incorporaba poco a poco.

-¿Cómo te encuentras? -preguntó.

-B-Bien, me duele un poco la cabeza -notaba cómo mis mejillas empezaban a arder poco a poco-, ¿y tú?

-No soy yo el que casi se ahoga en un lago congelado -contestó sonriendo.

Cuando Calum sonreía sus ojos brillaban más que nunca y a su alrededor se creaban pequeñas arrugas, al igual que en sus mejillas. Era como si toda su cara sonriera y no solo su boca. No sabía muy bien cómo explicarlo, pero me gustaban esa clase de sonrisas.

-Gracias por salvarme la vida -hablé entonces. El tono de mi voz iba bajando mientras la frase se escurría entre mis labios.

-No ha sido nada.

-No sé nadar y nunca me ha gustado el agua. Le tengo pánico.

Maldijé mentalmente al darme cuenta de lo que acababa de decir. No sabía muy bien a qué había venido, porque lo había soltado sin más, y mis mejillas ardían más que antes. Debería haberme mantenido callada. ¿Y si se reía de mí? A él no le importaba ni siquiera lo que me daba pánico y lo que no, ¿por qué se lo había dicho así, sin más?

Tonta, tonta, tonta.

Nunca lo había admitido delante de nadie, y sabía que si lo contaba habría un noventa y nueve por ciento de posibilidades de que lo usaran en mi contra. Pero algo me decía que podía ser sincera con él. Que confiara por una vez.

-A mí me dan pánico las agujas -confesó él. Le miré, esbozando una pequeña sonrisa-. Una vez, tenía que ir al médico para que me pusieran unas vacunas y salí de allí llorando. Imagínatelo.

Empecé a reírme. Sabía que parecía estúpida cuando reía, pero no pude aguantarme al imaginarme a Calum llorando en el médico con su madre a un lado, consolándole. Era todo un número. 

Cuando me di cuenta, los dos estábamos riéndonos a todo volumén. El sonido de la risa de Calum era tranquilizante, y también contagiosa. Así que supongo que todo fue en cadena. Yo le contagié la risa a él, él a mí, yo a él, así infinitamente. Todo hasta que el entrenador se asomó por la tienda de campaña, haciendo que nuestras risas fueran desapareciendo poco a poco. 

-¡Vaya! Parece que estáis la mar de bien -dijo, paseando su mirada entre él y yo -. Os habéis perdido una excursión de lo más interesante. 

Calum y yo nos miramos, él me sonrió. 

-¿Cómo os encontráis? -preguntó entonces. 

-Yo estoy bien -contestó Calum, después me miró de reojo y volvió la vista al entrenador para añadir:- A ella le duele la cabeza. 

-Estoy bien -dije.

-Le preguntaré a Zack si puedes tomarte una pastilla después de la infusión -dijo y, antes de que pudiera decir nada, se marchó.

Cuando miré a Calum, él ya me estaba mirando a mí. 

-¿Puedes decirme que ha pasado en las últimas horas? -le pedí, apoyando la cabeza en la almohada en la que antes estaba apoyando el codo. Me acurruqué entre las sábanas y me hundí en su calor. Antes de empezar a hablar, Calum se tumbó, sosteniéndose la cabeza con la mano. 

-No mucho. Cuando te trajimos, Zack estaba diciendo lo de la excursión a la montaña. Antes de irse te dio una infusión que no tenía muy buena pinta, pero que hizo que dejaras de temblar por un tiempo. Nada más. Todo el mundo se preguntaba qué te había pasado.

Let's be Unpredictable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora