Capítulo 3.

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Mis padres nunca estaban en casa. Trabajaban en su propio restaurante y solían llegar sobre las once de la noche. Normalmente me gustaba estar sola y disfrutar del silencio y del tiempo libre por mí misma, o al menos ya me había acostumbrado a ello, pero de vez en cuando deseaba que tuvieran algo de tiempo para mí. Aunque sabía que no era así, a veces no podía evitar sentir que no les importaba.

Dejé las cosas a los pies de las escaleras cuando llegué y me dirigí a la cocina para preparar mi comida. Al ir con Calum se me había olvidado pasar a comprarla al Mayday's, un restaurante que había en la esquina, así que tenía que hacerla yo.

Nunca me había gustado la comida muy elaborada, me gustaba comer rápido y ligero, ya que sentía que gastaba el tiempo que podía estar empleando en otras cosas. Como por ejemplo, el cuadro que tenía en proceso.

Nuestra casa tenía una buhardilla en la que, antes de que yo naciera, mi madre montó un estudio de dibujo para pasar ahí sus ratos libres. Y ahora que ella estaba trabajando, al igual que mi padre, no tenía tiempo para dibujar. Así que era yo la que la que la usaba.

Cuando me puse ropa cómoda (unos pantalones anchos de andar por casa y una camiseta vieja de mi padre en la que ponía "NEW YORK 1986" que me quedaba bastante grande) y me recogí el pelo en un moño mal hecho, subí al estudio. Aquella era mi parte favorita del día.

Abrí la puerta y el olor a temperas y lienzo me invadió. Me encantaba ese olor. Todo estaba como lo había dejado el día anterior.

La habitación era amplia y, aunque el techo estaba inclinado debido a que se adaptaba a la forma del tejado, parecía muy espaciosa. Había una ventana que daba al tejado y desde donde se veía lo que parecía toda la ciudad. Por la noche todo se iluminaba y era realmente precioso, aunque nada en comparación con la vista del cielo estrellado a las cinco de la mañana, cuando apenas quedaban luces encendidas y las estrellas parecían competir por ver cual de todas brillaba más.

En una parte del desván había una estantería con montones de libros que había leído una y otra vez y, justo al lado se encontraba una pequeña mesa en la que dejaba los blocs de dibujo que ya se me habían acabado. En las paredes había colgados cuadros que mi madre había pintado años atrás, y también algunos míos, aunque no eran ni la mitad de buenos. Al otro lado de la habitación estaba, como me gustaba llamarlo, el baúl del pasado, ahí donde guardaba todas las cosas que tenían que ver con mi infancia, la época de pareja pastelosa de mis padres, cartas, fotos, recuerdos. No me gustaba abrirlo.

Detrás del baúl había estantes que usaba para dejar los pínceles, las pinturas, ceras, y todo el material que necesitaba. Todo aquello al lado de una caja circular de metal en la que guardaba los caramelos de frutas del bosque.

Al final de la sala, justo debajo de la ventana del techo, estaba mi atril, con el cuadro en el que estaba trabajando encima. Era algo que simplemente me salió sin más, sin si quiera pensar qué iba a dibujar ocómo. Simplemente fue cobrando forma poco a poco.

En el dibujo aparecía una chica con aspecto de niña, la cara ensombrecida y las ropas rotas y sucias. Su mirada era fría y severa, como la de alguien que ha vivido mucho. Tenía el ceño fruncido y el pelo despeinado. A su lado y cogiéndole la mano había un ángel. Sus alas eran completamente blancas e imponentes.

El problema era que me había quedado atascada hacía días. No sabía cómo dibujar la expresión de su cara o la postura del ángel. Y eso me frustraba más de lo que podía aguantar. Nunca me había gustado dejar un trabajo a medias, era como dejar un libro a medias. Comer a medias, dormir a medias, respirar a medias. Vivir a medias.

De todos modos, cogí el pincel y las pinturas y comencé a darle alguna forma al rostro del ángel. Empecé moldeando la forma de la cara para hacerme una idea del espacio que iba a tener. Después añadí algunos detalles en las alas y en la expresión de la niña. Ya que no se me ocurría cómo dibujar al ángel, decidí empezar el fondo, el lugar en el que estaban. Comencé a dibujar un cielo nublado, gris, triste... todo lo que los ojos de la muchacha transmitían.

Let's be Unpredictable.Where stories live. Discover now