Capítulo 9.

1.4K 60 2
                                    

Seguimos cabalgando durante quién sabe cuánto hasta que llegamos a lo alto de una pequeña colina y nos detuvimos. Los caballos empezaron a olisquear juntos el lugar y Calum y yo nos sentamos en la hierba de nuevo. El cielo ahora estaba totalmente despejado y la luz de la luna lo abarcaba todo. Era una luz azulada pero clara, y le daba al lugar un ambiente mágico. El bosque era bonito de por sí, pero a las tres de la mañana lo era aún más.

–No ha sido tan malo, ¿verdad? –dijo Calum, cruzándose de piernas a mi lado. 

–Supongo que no –respondí.

''Supongo que no'' se quedaba corto. Había sido alucinante. 

–Vamos, Sherman, no te hagas la interesante –respondió él, riéndose–. Sé que te ha encantado. 

–¿Dónde aprendiste a montar? –cambié de tema.

Era algo que llevaba queriendo saber desde que me dijo que montáramos, que él me enseñaría. Cosa que, por cierto, no hizo.

–En Sídney, un tío mío lleva una academia de equitación. En los fines de semana solía ir a verle y acabó por enseñarme a montar. 

–Oh.

–Tú eres buena. Si no hubiera sido por tu torpeza para subir y hacer que el caballo se moviera, diría que habías montado antes.

Recordé la única oportunidad que había tenido en mi vida de montar un caballo. Fuimos a un campamento de verano en cuarto de primaria y una de las actividades era montar a caballo. Todos lo hicieron excepto yo, debido al miedo que le tenía a los caballos. Es que eran tan grandes y parecían tan fuertes que me daba miedo que me tiraran, o que saliesen corriendo, cosas así. Lo típico. 

–¿Y cómo te sientes ahora? –preguntó de nuevo.

–Me gusta –dije sonriendo. Él sonrió de vuelta. Yo aparté la mirada y me obligué a mí misma a borrar la sonrisa.

–Está claro que tienes madera, pero no llegarás a ser tan buena como yo.

–¿Quién lo dice? –le espeté, sintiendo cómo mis mejillas se ponían coloradas. 

–Yo –respondió, encogiéndose de hombros–. Pero estoy dispuesto a seguir enseñándote si quieres intentar llegar a mi nivel.

–¿Seguir enseñándome? –solté una risa irónica– Ni siquiera has empezado.

 –Te he enseñado a no tenerles miedo.

Ugh.

–No les tengo miedo –respondí a la defensiva.

–Puede que ahora no, pero hace cosa de una hora sí.

–¿Y tú qué sabes? –dije, lanzándole una mirada fulminante.

–¿Es verdad o no? 

Al ver que no respondía, me sonrió. Yo, de nuevo, agaché mi cabeza avergonzada. Siempre conseguía ponerme en ridículo delante de Calum, no importaba lo que hiciera. Seguro que pensaba que era tonta o inútil, como Kate. Seguro que cuando llegara la mañana, él correría a su lado y se pondrían a hablar sobre lo estúpida que era. O no. Ni siquiera era tan importante para ellos como para que malgastaran su tiempo hablando de mí.

–No te avergüences. Para tener miedo a los caballos lo has hecho bastante bien, de verdad –dijo él, mirándome. Yo levanté la cabeza para encontrármele sonriendo. Sonreía para hacerme sentir mejor. Lo último que necesitaba era que Calum sintiera lástima por mí. 

–Cállate –dirigí mi mirada a la hierba.

–No lo decía para meterme contigo –insistió–. Todo el mundo tiene miedos. 

Let's be Unpredictable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora