Capítulo 12.

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-Bueno… Probemos a hacerlo a tu manera –Dije cuando la risa cesó. Él volvió a subirme a sus hombros y yo permanecí sentada mientras él se acercaba al árbol. Cuando estuvimos justo en frente de éste, él levantó sus manos y me ayudó a ponerme en pie de nuevo. Esta vez, pude agarrarme a una rama baja y mantener el equilibrio mucho mejor.

Me impulsé con ambos, piernas y brazos, y conseguí elevarme hasta la rama que más segura parecía.

-Vamos, dame la mano –Le dije a Calum, tendiéndole mi mano para ayudarle a que se impulsara hacia arriba.

-Creo que… Yo puedo quedarme abajo para vigilar desde tierra –Dijo con una sonrisa incómoda.

-No, qué va –Dije frunciendo el ceño. Él suspiró y aceptó mi mano, que seguía inmóvil. Rodeé sus muñecas con mis manos para tener un mejor agarre y le ayudé a subir, aunque no tuve que hacer gran esfuerzo, él había hecho casi todo el trabajo impulsándose con las piernas. Cuando los dos estuvimos en el árbol, él en una rama y yo en otra a la misma altura, aunque en el lado opuesto, miré hacia abajo. Estábamos muy bajos.

-Vamos –Dije, trepando por el árbol. Odiaba estas actividades y mucho más si tenía que esforzarme tanto. Odiaba todo lo que tenía que ver con educación física y todas las excursiones, pero esta estúpida excusión eclipsaba a cualquier otra cosa que hubiéramos hecho antes en el instituto. ¿Quién tuvo la magnífica idea de traernos a un lugar remoto teniendo la bella ciudad de Nueva York delante de nuestras narices? Menudo genio.

Mientras me elevaba, podía escuchar la respiración pesada de Calum, pensé que ya estábamos suficientemente altos. Si seguíamos subiendo, luego sería difícil bajar y cogerían nuestra bandera.

Me senté en una rama gruesa y larga y recuperé el aliento. Escuché a Calum cuando llegó a una rama justo al lado de la mía. Nos di unos minutos para recuperar el aire y recomponernos de la escalada, pero después de un tiempo, Calum seguía respirando pesadamente.

-Estás en forma –Dije frunciendo el ceño.

-Gracias –Dijo con una sonrisa irónica a través de sus jadeos.

-No, me refiero a que –Me expliqué, sacudiendo la cabeza – parece que estás en forma y esto no ha sido para tanto, ¿por qué respiras como si acabaras de correr una maratón?

-Es sólo… -Dijo y cerró los ojos, echando la cabeza hacia atrás para apoyarla en el tronco del árbol, después de mirar hacia abajo. Miré al mismo sitio al que él había mirado y después de un tiempo pensando, sonreí.

-Tienes miedo a las alturas –Dije en tono divertido.

-No tengo miedo a las alturas –Contradijo, yo fruncí el ceño -, sólo que no me gustan.

-Porque te dan miedo.

-Cállate –Dijo y yo solté una risa divertida. Él no había dicho que tenía miedo a las alturas el día anterior, cuando se supone que estábamos sincerándonos. Aunque en realidad él fue el único que se sinceró. No tenía derecho a echarle en cara que no me lo había contado porque yo tampoco contesté ninguna de las preguntas que él me hizo. Era justo.

-Sherman –Me llamó después de un tiempo en silencio. Yo le miré.

-¿Hmm?

-¿Puedes… -Empezó a decir, centrando su mirada en mí. Supuse que era para no mirar abajo y la distancia que le separaba del suelo – venir?

-¿A dónde? –Fruncí el ceño.

-Aquí –Dijo, señalando el sitio en el que él estaba sentado. Le miré durante un momento y estaba a punto de negarme cuando, por un milisegundo, una chispa de súplica y desesperación se reflejó en sus ojos. Asentí con la cabeza y me dispuse a cambiar de rama. Cuando estuve de pie encima de su rama, él sólo agarró mi cintura y tiró de mí hacia abajo, haciendo que me sentara justo delante de él, mi espalda pegada a su pecho.

Let's be Unpredictable.Where stories live. Discover now