Capítulo 87.

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Había pasado bastante tiempo desde que había finalizado la llamada con Calum, seguía reproduciendo sus últimas palabras en mi cabeza con el fin de tener una sola cosa en la que centrar toda mi atención. Sabía que seguía llorando, pero ya ni siquiera intentaba hacer que las lágrimas se mantuvieran en mis ojos.

Qué más dará, pensaba.

Me había acostumbrado al escozor y a ese sentimiento de estar congestionada tras un día de continuos bajones.

Decidí moverme hasta el principio del callejón y me senté frente a la pared, al lado de la carretera, mirando a ambos lados, esperando que su coche-furgoneta-lo que sea apareciese al principio de la calle. De vez en cuando miraba a ambos lados, con el miedo de volver a encontrarme a esos chicos, casi preparada para echar a correr en el caso de que se colaran en mi campo de visión.

Quédate ahí, Chloe.

¿A dónde iba a ir?

De repente, el sonido de un motor hizo que levantase la mirada, que había permanecido clavada en el asfalto, para dirigirla al lugar del que provenía el ruido. Centré la vista en el vehículo y me pregunté si era Calum. Tenía que ser él.

¿Y si son ellos? pensé, recordando a los chicos con los que me había topado no hacía tanto tiempo, ¿Y si vienen a por mí?

Me levanté rápidamente y pegué mi cuerpo a la pared, como si así pudiese hacer que mi presencia pasara desapercibida. No podía, pero tenía miedo. Tanto mis piernas como mis manos comenzaron a temblar cuando los faroles del coche me obligaron a cerrar los ojos por un momento y el rugir del motor cesó de golpe. Estaba aparcado justo delante de mí.

Me esforcé por hacerme pequeña, pero no sabía muy bien cómo. Quería que fuese Calum. Que fuese él. Que me sacara de ahí de una vez. Pero me daba miedo levantar la cabeza y encontrarme con un rostro que no fuera el suyo.

-Chloe.

Su voz.

Mi corazón dio tal brinco que por un momento pensé que conseguiría agujerear mi pecho. Fue entonces cuando me sentí como si hubiese tenido el corazón parado, como si, llegado un momento de la noche, se hubiese detenido sin más. Pero ahora latía fuerte, y me sentí un poco menos triste. Porque al menos esa noche ya había terminado. Y él estaba ahí.

Le miré y dejé que se acercase a mí. No sabía muy bien cómo reaccionar. Yo le había llamado, yo le había pedido que viniese aún sabiendo que lo último que le dije era que le odiaba.

No te necesito.

No quería necesitarle.

Sus ojos estaban muy abiertos, y parecían aún más grandes, más negros, más brillantes. Me fijé por primera vez en que, aún siendo inmensamente oscuros, transmitían una luz cegadora. Su pelo estaba levemente revuelto, supuse que ni siquiera se había molestado en peinarse, pero seguía estando igual de guapo. Un poco más, tal vez.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, dejé que mis impulsos me controlasen y le abracé con fuerza. Su cuerpo transmitía un calor del que yo carecía desde hacía demasiado tiempo, y me di permiso para meter las manos bajo su abrigo, por detrás de su espalda, lo que hizo que el frío de mis dedos desapareciese en poco tiempo. Absorbí su olor, con la cabeza pegada a su pecho, mientras él paseaba su mano izquierda entre mis omóplatos y mis riñones. Dejé que algunas lágrimas cayesen de mis ojos, me prometí que eran las últimas.

-Ya estoy aquí -dijo él en un tono de voz completamente normal-. Me ha costado encontrarte.

-Lo siento -dije con un hilo de voz.

Let's be Unpredictable.Where stories live. Discover now