Capítulo 50.

991 50 5
                                    

Aquella noche pensé por primera vez en mucho tiempo en todo lo que recordaba de la noche en la que mi padre me había golpeado por primera y última vez. 

Todavía recordaba el miedo que sentía en el momento. Cuando vi a mi padre ahí, gritando, rojo de furia (o simplemente sólo por los efectos del alcohol), hablando a mi madre como un imbécil, gritando a las paredes, maldiciendo su vida... Recuerdo que me sentí como si todo fuese mi culpa, aunque en realidad no tenía por qué.

Recordé la conversación que tuve con mi madre aquella misma noche, cuando Kate se había dormido por fin. Yo me levanté de la cama y fui a su habitación. Estaba durmiendo sola. 

Le pregunté que dónde estaba mi padre y ella contestó que dormiría en el sillón aquella noche. Y en ese momento, cuando mi madre me dijo eso, pensé en una chica que iba a mi clase de primaria que siempre estaba hablando del divorcio de sus padres. Decía que sus padres, antes de la separación, dormían en camas separadas, que esa era la primera señal. 

Entonces me asusté porque no quería que mi familia se rompiese. Simplemente porque eran el mayor punto de estabilidad en mi vida. 

Aquella noche mi madre dijo que nada de aquello volvería a pasar, que mi padre había bebido mucho en la fiesta y que el hombre que me había golpeado la cara no era mi padre. Me lo explicó así para que lo entendiera mejor, pero ella no sabía que a esa edad sabía más cosas de las que creía que sabía.

Me tumbé con ella durante un tiempo y después, cuando ella se durmió, volví a mi habitación, con cuidado de no hacer ruido y despertar a Kate, y me tumbé. No podía dormir, no podía dejar de pensar. No podía dejar de escuchar los gritos de mi padre reproduciéndose una y otra vez. 

Pero le quería y confiaba en él. Y sabía que, a pesar de todo, lo que mi madre había dicho era verdad; aquel no era mi padre, era un hombre completamente extraño. 

Al día siguiente todo parecía haber sido un mal sueño. Mi padre pasó la tarde conmigo, y no había rastro alguno de la persona que había sido la noche anterior. Mis padres volvieron a dormir juntos, no volvieron los gritos, ni el miedo. 

¿Por qué te obsesionas con lo que ya ha pasado? me pregunté a mí misma, eso es agua pasada. ¿Por qué no te preocupas por lo que vas a hacer? ¿Por qué no te preocupas de Kate? ¿De Bratt? ¿O de Calum? No eres más que una cobarde.

Y era verdad. Lo que Calum decía era verdad.

Toda mi vida había huido de mis problemas y seguía haciéndolo. 

No podía seguir así. 

¿Iba a estar toda mi vida escondiéndome? No quería pasar el resto de mis días teniendo miedo de Kate o de cualquier otra persona, no quería tener miedo del futuro ni del presente. Tenía que dejar de ser débil y vulnerable. 

Y tenía que dejar de serlo lo antes posible.

Esa noche salí al tejado. Hacía mucho tiempo que no subía por las noches. Eran las dos de la mañana, o eso supuse. El aire era frío, pero no era desagradable en absoluto. Miré al cielo durante mucho tiempo, observé las estrellas, un par de aviones con sus respectivas luces parpadeantes surcando el cielo y la luna, que parecía una sonrisa ladeada.

Me gustaba poder ver, escuchar y sentir la noche en aquel momento, cuando todo el mundo dormía. No se escuchaban gritos de conductores enfurecidos, ni claxons, ni ningún sonido a parte de la brisa soplando y los perros aullando de vez en cuando. Sentía lástima por aquellos que dormían en vez de ver el maravilloso espectáculo que el cielo ofrecía.

¿Es que no se merecían la luna y las estrellas ser contempladas? ¿Cómo podía la gente cerrar los ojos ante algo así?

De cualquier forma, aquel era mi secreto. La noche y yo, yo y la noche. Y es que formar parte de algo tan especial, me hacía sentir especial.

Let's be Unpredictable.Where stories live. Discover now