Capítulo 85.

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El sonido intermitente de la sirena nos hizo saber que la ambulancia ya había llegado. No podía dejar de temblar, de respirar apresuradamente con miedo de quedarme sin aire en cualquier momento. La señora Lawson lloraba mientras, entre las dos, bajábamos a May Belle a la primera planta, en brazos. Nada parecía real, y me sentía como si me estuviese observando desde fuera, como si no lo estuviese viviendo en primera persona.

Tres hombres que parecían armarios entraron rápidamente, dos de ellos empujando una camilla blanca. Dijeron cosas que ni siquiera escuché por los nervios, me quitaron a May Belle de las manos, la ataron a la camilla y caminaron de vuelta a la salida. Todo estaba pasando demasiado rápido y yo apenas había tenido tiempo de asimilarlo todo.

-Señora Lawson –le dije con la voz temblorosa, sin saber muy bien qué tenía que hacer. Me sentía completamente confusa, como si todo se hubiese dado la vuelta, y yo ya no encontraba mi lugar ahí.

-Vete a tu casa, Chloe –dijo ella rápidamente, sin apartar la mirada de la camilla en la que llevaban a su hija. Los nervios seguían aumentando en mi interior y cada minuto que pasaba me sentía aún más insegura y pequeña.

-No, no, no –dije rápidamente, sintiendo ese famoso nudo en mi garganta-. Quiero ayudar. Quiero ayudar, por favor.

Ella comenzó a caminar hacia la salida, detrás de los médicos y su hija, inconsciente en la camilla. La seguí por detrás apretando el paso. No podía dejarme ahí.

-La llevaremos al hospital –le informó uno de los médicos-. Suba al vehículo, por favor.

La madre de May Belle hizo caso sin ninguna objeción. Intenté subir con ella, pero el mismo hombre que había hablado con ella me echó atrás.

-Tengo que ir –dije, aguantando las lágrimas sobre mis párpados.

-Solo familiares –no dijo nada más.

Miré a la señora Lawson entonces, buscando su apoyo o un simple ‘’déjela venir’’ o algo, pero ella ni siquiera estaba atenta a la conversación. Mis ojos se encontraron con una mujer completamente distinta a la que se habían encontrado al llegar a la casa, aquella tan sonriente, tan… feliz. Se limitó a sentarse en una banqueta de la furgoneta de la ambulancia, esconder su cara entre sus manos y sollozar al lado de su hija.

Sentí un pesado plomo oprimiéndome el pecho, haciéndome aún más difícil respirar, mientras todos se metían en el vehículo, el motor rugía y las ruedas comenzaban a moverse. Me quedé mirando cómo se alejaban por la carretera, sin saber muy bien qué más hacer. Sintiéndome impotente, inútil… Culpable.

-¿Chloe? –gritó alguien a mi izquierda.

Giré la cabeza sorprendida. El coche de Luke seguía ahí. Y él estaba fuera, aún sujetando la puerta del piloto, sorprendido y confuso por la escena que se presentaba ante sus ojos. Me miró profundamente, aún estando a metros de distancia sus pupilas se clavaron en mí como si estuviésemos a centímetros. Él cerró la puerta de golpe y comenzó a andar en mi dirección. Entonces no pude más.

Eché a correr.

Corrí todo lo rápido que las piernas me permitían, sin ningún rumbo fijo. Supongo que me dirigía a mi casa. Mis pies daban contra el asfalto, pero solo creaban el sonido de un golpe vacío. Mi respiración se agitaba, pero de alguna forma correr me ayudó a respirar mejor. Mi cara se empapaba de lágrimas mientras subía el ritmo de la carrera, con miedo de que él me estuviese siguiendo. No quería mirar atrás.

Mi cabeza nunca había estado tan colapsada. Tan confusa. Tan revuelta.

El nudo en mi estómago volvía a apretarse una y otra vez, a mis ojos les costaba mantenerse abiertos y mis pulmones empezaban a arder, pero llegué a mi casa antes de darme cuenta. Saqué las llaves rápida y torpemente, con las manos temblorosas, la encajé en la cerradura y abrí.

Let's be Unpredictable.Where stories live. Discover now