Capítulo 1.

4.9K 113 2
                                    

Corrí todo lo que pude calle abajo. En esos momentos daba gracias de vivir tan cerca del instituto porque sabía que solo tardaría cinco minutos aproximados en llegar, pero, como bien decía Murphy, si algo malo podía pasar mal, pasaría. Y pasó; un coche se movió a toda velocidad a mi lado, haciendo que el agua del charco que había sobre el asfalto me salpicara.

Esto no puede estar pasando, pensé mientras reanudaba la carrera. Me estaba congelando, no tenía ropa de cambio y ya eran las ocho menos veinticinco. Llegaba cinco minutos tarde.

Cuando llegué solo habían pasado cinco minutos más, pero aún así tuve que insistirle a John, el conserje, para que me permitiera entrar.

-Chloe, ¿cómo lo haces para llegar tarde todos los días viviendo aquí al lado? -me dijo él, en un tono desesperado.

John era de las personas más agradables del instituto, aunque a veces se volvía un cascarrabias, pero era normal; tenía que estar horas lidiando con adolescentes y recambiando el papel del baño. Había que admitir que yo también lo estaría si tuviese que hacerlo.

-Lo siento mucho, John, te prometo que no volverá a pasar -dije, intentando ponerme lo más seria que pude -, pero déjame entrar, por favor. 

Junté mis manos, entrelazando los dedos y puse un puchero.

-Algún día me vas a matar, bonita -contestó, haciendo un ademán para que pasara. 

-Gracias, gracias, gracias -dije, entrando lo más rápido que pude por si cambiaba de opinión. Subí las escaleras rápidamente y llegué a mi aula. Llamé a la puerta, tres toques, después entré.

-Lo siento mucho, he tenido... -empecé a decir antes de interrumpirme a mí misma.

Había un chico en frente de la clase, un chico muy alto. Me fijé en él mientras notaba las pequeñas gotas de agua resbalarse por mi frente desde mi cabello. Su pelo era negro, al igual que los pantalones pitillo que había combinado con una camiseta blanca. Cuando se giró hacia mí, pude ver sus ojos, oscuros como una noche de diciembre y ligeramente rasgados.

Miré al resto de la clase para descubrir a la gran mayoría de las chicas mirándole como si hubieran sido sometidas a un hechizo hipnótico. Sobretodo Kate, la más popular del instituto. Esa chica que se sentaba en la primera fila siempre, rubia y de ojos azules... La chica perfecta; familia perfecta, ropa perfecta, cuerpo perfecto, vida perfecta. Su padre trabajaba como abogado y su madre era notaria en no sé qué sitio. Kate tenía miles de amigas, entre ellas Lissa y Maggie, que la seguían a todas partes. Más que amigas parecían perros, pero a Kate no parecía importarle lo más mínimo.

-Chloe -habló Samantha, la profesora de literatura-, ¿qué ha pasado esta vez? ¿Por qué estás... empapada?

-Es que... Me dormí -expliqué y todos en la clase se rieron. Hasta el chico que estaba de pie sonreía. Me dí cuenta de que estaba temblando de frío-. Y, bueno, es una larga historia.

-Está bien, bajaré a buscar una manta para que entres en calor -respiro profundamente antes de levantarse de esa silla mullida que todos los profesores tienen mientras los alumnos debemos conformarnos con sillas frías y duras-. Mientras tanto, cámbiate de sitio con Sarah.

Cuando Sarah se levantó de su pupitre, justo al lado del radiador, fui andando hasta allí, intentando no mojar a nadie, ya que el pasillo que había entre las mesas era bastante pequeño. 

Sarah se sentaba al final de la clase, en una esquina. Yo me sentaba en la otra. Me gustaba mi sitio, pero ella cogió el lado que tenía calefacción antes que yo. Cuando me senté, miré la mesa. Había algo escrito.

Let's be Unpredictable.Where stories live. Discover now